río de janeiro - La jornada en la piscina de Río dejó dos sorpresas en dos de las finales y cada una de ellas arrastra una historia peculiar. La prueba reina de la natación, los 100 libre, se la llevó un chico aún en edad junior. El australiano Kyle Chalmers, de 18 años, se llevó el oro que estaba predestinado para el estadounidense Nathan Adrian, el campeón en Londres, o para su compatriota Cameron McEvoy. Pero salió Chalmers, que ya había batido el récord del mundo junior en semifinales, para llevarse el oro con 47.58. La plata también fue una sorpresa, el belga Pieter Timmers, y el bronce recayó en Adrian, que pareció tocado por el desenlace y tuvo algún feo detalle durante el protocolo de entrega de medallas. Había perdido la oportunidad de revalidar título olímpico, algo que solo han conseguido en los 100 libre Johnny Weismuller, Alexander Popov y Pieter van den Hoogenband.
Chalmers, primer oro olímpico de su país en 100 libre desde 1968 y al que su devoción por el fútbol australiano le ha costado algún disgusto en forma de lesión, hasta el punto de que su entrenador le ha prohibido practicar ese deporte, puede celebrar su oro ya que en una semanas tendrá que ser intervenido por segunda vez del corazón. El nuevo campeón olímpico sufre arritmias que disparan sus pulsaciones en los entrenamientos hasta los 200 latidos y, por ello, solo puede competir gracias a una excepción otorgada por la FINA.
gran final de 200 braza Brillante y emocionante fue la final de 200 braza, con los ocho nadadores en menos de un segundo y los seis primeros, separados solo por cinco décimas. Ganó Dimitry Balandin, que dio la primera medalla olímpica a la natación de Kazajistán en su debut en unos Juegos Olímpicos. Y eso que partió por la calle 8 y con el peor tiempo de todos los finalistas.Los fotógrafos no le prestaron atención y apenas hay imágenes de su evolución en el agua.
Su victoria fue una rareza en la piscina. Los pronósticos hablaban de otros, pero Balandin, de 21 años, resistió el ataque final del estadounidense Josh Prenot, que tocó la pared solo nueve centésimas después del kazajo, y del ruso Anton Chupkov, que iba por la calle 7. Por el camino habían quedado el japonés Yasuhiro Koseki, que se hundió tras marcar los primeros parciales a ritmo de récord del mundo, y el alemán Marco Koch, que fue campeón del mundo el año pasado en Kazán.
El nuevo campeón tardó unos minutos en darse cuenta de su gesta, incluso durante la entrega de medallas parecía aún absorto. “Es un gran honor para mí ser el primer medallista de la natación de mi país”, reconoció. Además, bromeó sobre el hecho de ir por la calle 8: “Tiene la desventaja de que no ves a nadie y por otro, tiene la ventaja de que por eso mismo solo tienes que preocuparte de ti mismo y de nadar lo más rápido posible”. - R. Calvo