Ya no hay necesidad de redención, de expiar pecados que ya se han hecho perdonar. Ahora se trata, simplemente, de demostrar, en la cancha y no de palabra, que son los mejores. Estados Unidos no ha perdido un partido oficial desde el Mundial de 2006 en Japón y quiere prolongar ese dominio en los Juegos de Río. Con el recuerdo de las finales anteriores ante España, que depararon dos de los mejores partidos de la historia en el formato FIBA, el torneo olímpico de baloncesto tiene un favorito clarísimo y unos cuantos aspirantes al podio. Algunas opiniones que surgen de allí mismo hablan de que esta selección estadounidense puede ser la peor que la NBA haya presentado nunca desde 1992, pero también se decía lo mismo de la que hace dos años arrasó en el Mundial de España.

Estados Unidos puede armar media docena de equipos y todos serían candidatos al oro olímpico. Quizás la ausencia de LeBron James y Stephen Curry haya provocado esa sensación de debilidad, pero no deberían tener motivos para la preocupación porque el resto de las selecciones tienen problemas parecidos en forma de bajas importantes y ninguna va a poder contar con sus formaciones ideales. Un equipo que cuenta con diez All-Star y Kevin Durant al frente de todos poco tiene que temer.

Además, a la selección estadounidense le asiste otra poderosa razón para sumar su decimoquinto oro olímpico. Mike Krzyzewski deja el banquillo en esta cita tras una década al frente y esos jugadores que tanto han respetado su dirección en la cancha y su liderazgo fuera de ella querrán que Coach K, que ha conseguido que USA juegue como equipo y respete a sus rivales, despida como merece su excelsa trayectoria. Luego, llegará Gregg Popovich y un nuevo ciclo que no tendría su primera cita importante hasta el Mundial de 2019.

Hace cuatro años Estados Unidos ya puso en liza el small-ball, eso que ahora está en boca de todos, con LeBron James ejerciendo de pívot en fases de los partidos y una preponderancia del tiro exterior. En Río esta tendencia puede surgir de la plantilla convocada para la ocasión con tipos como Kevin Durant, Carmelo Anthony, que está en sus cuartos Juegos, Paul George o Draymond Green, aunque la capacidad atlética de DeMarcus Cousins o DeAndre Jordan en la posición de cinco puede hacer que Krzyzewski apueste por un formato menos revolucionario.

Por detrás del gran favorito, las otros dos plazas del podio tienen muchos pretendientes porque para todos el oro se antoja una quimera. España y Argentina siguen estirando esas dos generaciones que tanta gloria les han dado. Pau Gasol, Juan Carlos Navarro, en su quinta cita olímpica, y Felipe Reyes buscan su tercera medalla para poner el mejor colofón a una impresionante carrera internacional, aunque a estas alturas resulta aventurado pronosticar el declive definitivo de esta gente. En todo caso, España, gracias a su último título europeo y sus dos platas olímpicas, parte con expectativas altas, por más que su preparación no haya sido la ideal. El mayor de los Gasol vuelve a ser el centro de todo y en ausencia de su hermano Marc, Willy Hernangómez se ha presentado como una alternativa válida para una selección que generará el juego de dentro hacia fuera.

Ausente Rusia, Argentina tiene muy alto el listón de su cuarto puesto en Londres. Con Scola, Ginobili, Nocioni y Delfino, vestigios de su generación dorada, no pueden ser descartados de nada, pero los que tienen que tomar su relevo aún no están a su excelsa altura. Francia tiene casi todo para aspirar a repetir al menos la plata de Sydney 2000 y Lituania, Serbia y Croacia cuentan con bagaje suficiente para llegar a la lucha por las medallas. Australia puede ser la tapada y Brasil, que ha perdido a última hora a Varejao, confía en el factor público para impulsarse.

casi infalible En el torneo femenino, el favoritismo de Estados Unidos es aún más indiscutible. Desde Moscú’80 todos los oros han sido suyos, salvo el de 1992. Las jugadoras de la WNBA son física y técnicamente inalcanzables ahora mismo y su camino hacia lo más alto del podio se divisa expedito. La selección española, en su cuarta participación olímpica, aspiraba a superar su tope de la quinta posición, pero la baja por lesión de Sancho Lyttle supone un serio contratiempo. Pero las jugadoras que dirige Lucas Mondelo han demostrado ser muy competitivas y la experiencia que han acumulado la mayoría de ellas al jugar en el extranjero puede llevarlas a superar las adversidades.