en Granville, por la mañana, se siente la calma. Tranquilidad tras la tormenta, la lluvia y los nervios del domingo. La segunda etapa más larga de la presente edición del Tour de Francia, 223,5 kilómetros, sigue el guion previsto, se desarrolla a trote, una especie de petición de clemencia, y acaba al sprint, donde Mark Cavendish vuelve a imponer su ley, como ya hiciera en el estreno. Menos de un suspiro después del de la Isla de Man llega André Greipel, segundo por escasos centímetros, y varios metros más tarde entra Alberto Contador. Un superviviente. Herido en el orgullo y también en el hombro, y en el gemelo, sobre todo ahí, pero también en el alma. Tiene motivos para estar contento, ha salvado por primera vez una etapa sin caídas y hasta el viernes no llega la montaña de verdad. Debe recuperar 48 segundos con los que son ahora los dos grandes favoritos para ganar la ronda gala: Nairo Quintana y Chris Froome. El segundo, en un ataque de sinceridad, solo tiene buenos deseos. Lo dice antes de que arranque la etapa: “Estos primeros días están siendo nerviosos. Es una pena que Porte y Contador estén mal, yo no quiero que tengan problemas”.

El keniata, que les ganó a ambos hace pocas fechas en la Dauphiné, los quiere sanos, en plenas condiciones para la batalla. Son los buenos deseos de un ciclista que aspira a ganar su tercer Tour. De momento, al menos de momento, la suerte la está sonriendo y ya es cuarto en la clasificación general, a 14 segundos del líder, Peter Sagan, y con el mismo tiempo que Nairo Quintana, que también se ha librado de las primeras montoneras y caídas.

A Richie Porte, otro de los aspirantes, probablemente un peldaño por detrás de los tres elegidos, fue un pinchazo lo que le alejó de la cabeza. Inoportuno, en el peor momento, camino de la subida a Cherburgo del domingo. Allí se quedó, de pie, agarrando su bicicleta mientras era asistido por el coche neutro. Se dejó casi dos minutos, una gran renta, y lo peor es que el BMC ofreció una pésima imagen, pues únicamente un corredor se quedó para echarle una mano.

Así, en un par de días, sin que la montaña haya hecho aparición, el Tour se ha cobrado ya sus dos primeras víctimas. Contador aseguró ayer que no ha podido tener más mala suerte, que de haber sido así estaría en casa. Sigue en carrera, pocas cosas peores pueden pasarle. Si se recupera, promete batalla. Como siempre. El de Pinto no es de los que se arruga. Quizá se alíe con Porte, el gran damnificado en estas primeras jornadas. De lo contrario, la ronda gala será de nuevo un mano a mano entre Froome, el hombre de los buenos deseos, y Quintana.