parís - Gianluigi Buffon va camino de ser el número uno en la historia del fútbol. En un deporte que reverencia al delantero, donde el futbolista de ataque es la estrella y el goleador acapara parabienes, reconocimiento y galardones individuales, se ha empeñado en demostrar que quien vive en la parte opuesta del campo, el portero, merece idéntica consideración. De cumplirse su deseo de tomar parte en el próximo Mundial se convertiría en el único jugador que ha participado en seis ediciones del principal torneo de selecciones. Acudiría a la cita que acogerá Rusia en 2018 con 40 años de edad y viendo el rendimiento que ofrece en la actualidad cuesta hallar motivos para dudar de que hará realidad su sueño.
En la portería la longevidad es una característica bastante extendida, se trata de la demarcación que acaso mejor soporta el paso de los años, pero lo sobresaliente de su caso es la precocidad. Normalmente, el portero suele despuntar más tarde que el jugador de campo, pero Buffon se estrenó en la máxima categoría, en las filas del Parma, antes de los 18 y un año después defendió el marco de la Nazionale por primera vez. La indisposición de Peruzzi y una lesión de Pagliuca en mitad del duelo de desempate con Rusia por una plaza en el Mundial de Francia’98 forzó su debut.
Desde entonces nunca, salvo contratiempo físico, ha dejado de ser el portero de Italia. En su palmarés internacional figuran cuatro ediciones de la Eurocopa (fue baja en la de 2000 por rotura de una muñeca) y casi mil partidos oficiales sumados los compromisos con Italia y con los dos clubes que ha conocido, Parma y Juventus. Es el nivel competitivo de su país y del equipo que defiende lo que le sitúa con total legitimidad en el olimpo de este deporte, a la altura de los más grandes de siempre: Pelé, Di Stéfano, Cruyff, Maradona o Messi. Además de un Mundial (Alemania 2006), acumula una veintena de títulos domésticos y continentales. Habrá un puñado de profesionales con trayectorias similares en cuanto a duración, pero son muy contados aquellos que aguantan ininterrumpidamente sin apearse de la elite más selecta.
Mantenerse en la cúspide le ha valido, tras concienzudo repaso de las estadísticas, para ser proclamado como el mejor en su puesto en el período comprendido entre 1987 y 2011. En ese cuarto de siglo ha antecedido en méritos a sus colegas Casillas, Van der Sar, Schmeichel, Kahn, Cech, Chilavert, Zenga o Zubizarreta, todos con etapas asimismo muy dilatadas a sus espaldas. En ocho ocasiones fue designado como el mejor portero de la Serie A, pero su rendimiento no decae y hace unos meses colocó el récord de imbatibilidad de la Serie A en 974 minutos, superando los 929 que marcó Sebastiano Rossi (Milan) en la temporada 93-94.
SUDOR Y AUTOCRÍTICA “Vivo por y para las responsabilidades. El día que ya no sienta ese fuego dentro de mí, será el final”. Se diría que Buffon no tiene límites, no se cansa, le entusiasma su profesión y afronta cada curso con más ilusión que el anterior. Alguna influencia habrá tenido el ambiente familiar, unos padres que practicaron el atletismo y le inculcaron “el valor del sudor y lo importante que es tener capacidad de autocrítica”. De crío jugaba como centrocampista, pero pronto le atrajo la figura del portero y en concreto le llamó poderosamente la atención la forma de desenvolverse del camerunés Thomas N`Kono: “El hecho de que pudiera vestirse como quisiera, llevando guantes y gorra, lo convertía en un personaje a mis ojos”. Como explicaba en una carta pública en cuyo remite escribió la palabra Portería, “tenía 12 años cuando te di la espalda y continuaré haciéndolo mientras las piernas, la cabeza y el corazón aguanten”. Originario de Carrara, ingresó por proximidad en la disciplina del Parma y al cabo de seis campañas fue reclutado por la Juventus, donde acaba de cubrir tres lustros.
Fue uno de los pocos, junto a Del Piero, Nedved, Trezeguet y Camoranesi, que permaneció en la Juventus cuando en 2007 el escándalo por amaño de partidos conocido como Calciopoli o Moggigate se saldó con la pérdida de categoría de la entidad y la anulación de los títulos de los dos años anteriores. Así razonó Buffon su postura: “Era un hombre feliz. Acababa de ganar un Mundial y el fútbol me dio la oportunidad para demostrar qué tipo de persona soy: quería hacer felices a millones de aficionados y ganarme el respeto de la gente como hombre, no solo como futbolista”. Ese respeto se ha consolidado en la última década y le convierte por derecho en el número uno.