TOULOUSE - Los efectos de la derrota ante Croacia van a amenizar cada hora hasta que el lunes se celebre el partido contra Italia. La cascada de reacciones comenzó en el preciso instante en que el amable colegiado holandés Kuipers se guardó el silbato en el bolsillo y no cesará porque lo ocurrido en Burdeos ha generado una honda preocupación, despertando los fantasmas que asomaron dos años antes en el Mundial de Brasil. Compartir experiencia con Italia, Alemania, Francia o Inglaterra equivale a comprar muchísimos boletos para irse a casa, de modo que se entiende el tono compungido de los análisis. Se las prometían muy felices corriendo alegremente por la parte opuesta del cuadro, la Eurocopa parecía una autopista de cuatro carriles sobre la que desplegar el dichoso tiqui-taca sin pisar el freno, pero pinchó España en el primer día clave de la competición y ya cada una de sus citas poseerá la máxima trascendencia.
Ante la rocosa Italia, y en los sucesivos partidos si los hubiere, el asunto será a vida o muerte, pero habrá que ver en qué condiciones se presenta España. Tocada está, aunque no deja de ser un colectivo con la enjundia suficiente para invertir el ambiente pesimista que ella solita ha provocado. Curiosamente, la acritud no ha presidido las valoraciones, de momento al menos. La mayoría de los medios que cubre la información de España se ha puesto a la tarea de quitar hierro a la inesperada coyuntura. Quizás ese interés por envolver la crítica en papel de celofán explique que en vez de localizar las causas del revés se haya preferido localizar a los causantes del fracaso que evidentemente supone desperdiciar una coyuntura ideal para colarse hasta las semifinales y por qué no la final. El rebuscado sistema de cruces ideado para encajar a 24 participantes disparaba las opciones que de entrada se le regateaban a España en su propio entorno, pero ahora los nubarrones copan el horizonte. Los intereses hispanos estaban a salvo con el empate y no se supo gestionar un reto tan simple como aguantar a Croacia tres minutos más y dejar que el encuentro muriese, sencillamente eso. La gravedad del pecado viene definida por la dureza de la penitencia.
De Gea es el primer damnificado, el debate sobre la portería de nuevo cobra vigencia, lo cual no quiere decir que se vaya a reclamar con convicción el regreso de Casillas, a quien se le habría pasado el arroz de la titularidad, salvo en opinión de los merengones irreductibles. En el podio de señalados figura luego un Sergio Ramos cuyos aires de suficiencia le han conducido a cometer errores gruesos en los tres partidos. Se había transigido con su rendimiento al calor de las victorias, pero el otro día resultó infumable. El capitán alcanzó la cota máxima de prepotencia al querer monopolizar la gloria en lo que pudo ser el clímax de la fase de grupos. El eco de su negativa a ceder el balón a especialistas consumados desde los once metros dependerá de la suerte que corra su selección en el campeonato. También el ofuscado Nolito ha recibido críticas, lo mismo que Piqué, este por lo de siempre, puesto que en realidad fue el único que mantuvo el tipo en la zaga, o Iniesta.
sin “el mejor” Hasta un segundo antes de medirse a Croacia se había montado una empalagosa campaña para proclamarle mejor futbolista de la Eurocopa porque sí. Sus compatriotas, micrófono u ordenador en ristre, indignados al no hallar el nombre de Iniesta en el once ideal diseñado por la organización se rasgaron las vestiduras y faltaron al respeto sin rubor a los escogidos, en concreto al galo Dimitri Payet, que era quien ocupaba su demarcación en esa alineación de distinguidos. Se ha lamentado que el martes las prestaciones de Iniesta descendieran hasta hacerle casi invisible, su caída del pedestal fue ciertamente inoportuna, pero lo único cierto es que el chico no es de goma y, como cualquiera, tiene días mejores y peores. Quedará perdonado, como el resto por otra parte, si recupera el tono en la próxima oportunidad.
Bueno, las censuras con nombre y apellidos concretos son inevitables en el fútbol y, para decirlo todo, en el caso que nos ocupa se diría que es la fórmula elegida para no cargar las tintas más de lo imprescindible en lo nuclear. En términos generales, el desahogo se ha desarrollado con sordina. Así, no se ha cargado con severidad contra Del Bosque, primer responsable de que España no estuviese a la altura por su empecinamiento en jugar con los mismos. Su crédito no es ilimitado, aunque aún le permite protegerse. Para entender la estrategia a la que se han abonado los líderes de opinión de La Roja, podían tomarse como referencia los mensajes de José Antonio Camacho.
El ex seleccionador, casi seguro el peor comentarista de todas las televisiones desplazadas a Francia, es el oráculo hispano por antonomasia. Nadie como él para discernir por dónde van los tiros y a Camacho en su discurso forzadamente conciliador se le nota que el miedo le recorre el espinazo. Eso de que “no pasa nada” hubiese tenido un pase si medio minuto después al asegurar que “Italia estará preocupada” no hubiese puesto por delante el “también”. En efecto, los españoles están preocupados y con razón, así que algo sí que pasa.