parís - “Terminar así mi última carrera antes del Tour es hacerlo de la mejor forma posible”, reflexionaba Nairo Quintana con esa voz suave, susurrante, y el maillot naranja que le acreditaba como campeón de la Ruta del Sur, el camino por el que optó como campo base para el Tour. El colombiano hizo un regate a la confrontación directa con Froome y Contador, ambos pujando en la Dauphiné la pasada semanas. Prefirió Nairo otro desfiladero para comprobar su estado de forma en esa odisea del sueño amarillo, etiqueta que cuelga de su deseo de victoria en la Grande Boucle. Soñando en amarillo se vistió de naranja Quintana en un carrera que dominó de punta a punta, midiéndose en cada palmo de montaña, en cada centímetro de la contrarreloj.

Hijo de las cumbres, Quintana evidenció su naturaleza de sherpa, su capacidad de pasearse por las nubes, serpenteando entre carreteras que rascan el cielo. “He podido confirmar que estoy en una buena forma, que en la montaña todo marcha”, disertaba el líder del Movistar, que en 2012 también festejó la carrera francesa. En aquella ocasión, a Nairo le pesaba el reloj, su lucha contra las manecillas. Ahora le gusta darle cuerda. Su zancada se ha ampliado. Es más poderoso, más rápido y resistente. Su triunfo en la crono del viernes, rodando por encima de los 51 kilómetros por hora amplifican su mejoría. “He mejorado la contrarreloj indiscutiblemente. El viernes estrené la Canyon Speedmax de contrarreloj de 2016, me ha resultado realmente buena y esos progresos tecnológicos hacen también que el trabajo que hace uno en casa se vea reflejado en las competiciones”. Entre el indudable éxito de Nairo se coló el Euskadi Murias, que completó una gran actuación, -Mikel Bizkarra fue séptimo en la general- y la celebración de Arnaud Démare el último día de la carrera, iluminada con la luz de Quintana. El faro del sur. - C.O.