Los científicos temen que si N’Golo Kanté deja de correr el planeta podría dejar de girar”. “Se ha visto un meteorito acercándose a la tierra, ya han avisado a Kanté para que lo frene”. “La mayoría de la gente se queda sin respiración, Kanté se queda sin terreno por el que correr”. “Cuando N’Golo hace flexiones no levanta su cuerpo, hunde el suelo”. “Kanté tardó segundos en recuperar la virginidad después de perderla”. “Un día N’Golo decidió volver de un entrenamiento dando un paseo en bicicleta y sin querer ganó el Tour de Francia”.
A imagen y semejanza de las hiperbólicas frases entonadas en los últimos años sobre las proezas que era capaz de realizar el mítico Chuck Norris y gracias a la extraordinaria gesta protagonizada durante el último curso en la Premier League por su equipo, el campeón Leicester City, N’Golo Kanté (29-03-1991, París) ha pasado de jugador anónimo a celebridad en cuestión de meses. El pequeño (1,69 metros) centrocampista galo de origen malí se ha convertido en figura de culto en las redes sociales por su inconfundible estilo de juego, basado en la brega sin límites. Kanté es un auténtico dolor de muelas para el equipo rival. No deja de correr en ningún momento, presiona hasta la extenuación y es un ladrón de balones de primerísimo orden. Su explosión en la élite futbolística ha sido tan inesperada como peculiar. Titular con Francia en los dos partidos disputados hasta el momento en la Eurocopa, jamás fue convocado en las categorías inferiores y no debutó con la absoluta hasta el pasado mes de marzo, a punto de cumplir los 25 años. No es de extrañar, teniendo en cuenta que hace cuatro temporadas militaba en el equipo filial del Boulogne, en la sexta división francesa, lo equivalente a Regional Preferente.
De niño, Kanté se presentó a pruebas de numerosos clubes, pero ninguno le incorporó a su cantera. “Estuve en Clairefontaine, en el centro para jóvenes de la federación. También fui a Rennes, a Sochaux, a Lorient... En unos sitios era demasiado joven; en otros, demasiado pequeño, o demasiado débil. Acabé jugando hasta los 19 años en un club amateur de Suresnes”, reconocía el centrocampista recientemente en el Leicester Mercury. A esa edad recaló en el Boulogne, que le reclutó para su segundo equipo, aunque sus dirigentes vieron rápidamente que tenían entre manos un diamante en bruto. Sus compañeros de aquella época recuerdan su extraordinaria resistencia física -“bromeábamos con que N’Golo era capaz de correr un maratón después de los partidos”-, la destartalada scooter con la que se desplazaba a los entrenamientos -“nos ofrecíamos a llevarle en coche, pero él se negaba; era extraordinariamente tímido aunque luego, sobre el césped, se transformaba en un monstruo”- y su nula fe en poder dedicarse algún día al fútbol de manera profesional.
Pero en 2012 el Boulogne le dio la alternativa en su equipo de Tercera División y Kanté no defraudó. El año siguiente fue fichado por el Caen de Ligue 2, con el que consiguió el ascenso a la máxima categoría en 2014 siendo pieza fundamental en el centro del campo. Tampoco le cambió demasiado la vida, según sus excompañeros, aunque ya en la Ligue 1 cambió su scooter por un Megane. De segunda mano, eso sí.
Marcelo Bielsa trató de llevárselo al Olympique de Marsella, pero fue finalmente fue el Leicester el que se hizo con sus servicios el verano pasado a cambio de ocho millones de euros. Impresionó a Claudio Rainieri desde el primer entrenamiento. “Corría tanto que parecía que llevaba una batería escondida en sus pantalones. En un momento tuve que decirle que aflojara un poco, que no hacía falta que corriera detrás de todos los balones. Me dijo que sí, pero diez segundos después seguía a lo suyo. Lo di por imposible”, recuerda el italiano. Media Europa pelea ahora por su fichaje.