Toulouse - Nada más concluir el partido entrevistaron a Gerard Piqué, el autor del gol. El periodista terminó preguntándole a quién había saludado cuando dirigió su mano al graderío. “A mi hijo”, Milan, contestó, para añadir con toda la intención del mundo: “Tiene puesta la camiseta de España”.

Porque fue Piqué, el denostado central del Barça, el tipo ese que se pone la zamarra roja sin rubor mientras proclama a los cuatro vientos el derecho de Catalunya a un referéndum para que pueda votar libremente si quiere o no la independencia, quien le sacó las castañas del fuego a la selección española, que por entonces estaba en plena desesperación ante su incapacidad palmaria para marcarle un gol a la República Checa, un equipo que se defendió como pudo, o sea, muy bien, y en su defecto se encomendó al portentoso Petr ?Cech, el veterano portero del Arsenal.

Con este gol, en el minuto 87, cuando se barruntaba un inaudito empate a cero, Piqué se ganó probablemente el armisticio de todos aquellos que sistemáticamente le pitan cada vez que juega con la selección española en territorio ibérico por su condición de catalán opinante e irritante culé.

Asegurada la victoria después de tanta insistencia vacua y con el tiempo prácticamente consumido, resulta que a los hombres de Vicente del Bosque les entró el miedo en el cuerpo, y con el miedo la inseguridad, y el termor ante la eventualidad de un gol de los checos, que con la derrota a cuestas no tenían otra que atacar en cuatro minutos por todo lo que no hicieron en los otros ochenta y seis anteriores, empleados en mantener su portería a cero y encomendar su suerte a una defensa disciplinada y algún contragolpe afortunado.

Y aquí surgió el gran referente del partido, aunque apenas tuviera presencia en el mismo, a no ser por la indumentaria amarilla chillona que lucía. En el tiempo añadido David de Gea detuvo un potente disparo de Darida, evitando un inmerecido empate, tal y como le ocurrió dos días antes a Inglaterra frente a Rusia.

Finalmente, Del Bosque optó por culminar lo que tras el naufragio acontecido en el Mundial de Brasil denominó la “revolución tranquila”: el recambio en la portería. El técnico salmantino mantuvo la incertidumbre hasta minutos antes del encuentro, y aunque en días anteriores ofreció pistas sobre sus intenciones, el escándalo que salpicó al guardameta del Manchester United provocó todo tipo de especulaciones. Por un lado, dejarle fuera hubiera supuesto dudar de sus palabras, desmintiendo toda implicación en el escabroso caso de abuso sexual y maltrato en el que fue implicado por una testigo protegida. Por otro, se corría el riesgo de que el portero madrileño pudiera sentirse afectado por la situación y trasladara al terreno de juego su turbación.

el apuro Bien al contrario, De Gea se mantuvo seguro en las escasas llegadas que realizó el equipo checo, y en la única laguna que tuvo, un balón enviado por Gebre Selassie sobre el área pequeña que el guardameta no supo despejar a tiempo, Cesc Fàbregas acudió al socorro pateando la pelota bajo los palos. La acción ocurría a los 57 minutos, justo después de que De Gea desviara el balón arrojándose cuan largo es al suelo tras un remate de Hubnik.

En ese minuto, prácticamente, se concentró todo el peligro creado por los checos hasta el intento final protagonizado por Darida y De Gea.

El resto del encuentro fue un monólogo de la selección española, y eso entraba dentro de las previsiones del seleccionador, probablemente una de las razones por las cuales no dudó en consolidar su apuesta por el joven portero del United, porque por muy afectado que estuviera, las probabilidades de que el rival anotara algún gol eran a priori escasas. Porque la selección española vivió prácticamente en los aledaños de la portería de Cech y contabilizó un montón de llegadas, pero tan solo atinó a tirar a puerta cinco veces, por tres los checos. El dato, si se compara además con la posesión, 72 frente a 28 por ciento, da una idea clara de lo que fue el partido.

el factor aduriz Del Bosque deparó pocas sorpresas en su apuesta para el debut en la Eurocopa de Francia, con Morata en la delantera.

Conforme transcurrían los minutos, Morata acabó siendo presa fácil para los defensas checos, entre otras razones porque dejaron muy pocos agujeros por donde penetrar buscando la portería de Cech. Tampoco Nolito logró el desequilibrio buscado. Jordi Alba y sobre todo Juanfran penetraron como puñales por las bandas, en un intento de ensanchar lo máximo posible el terreno de juego.

El balón rondaba la meta checa, pero no había forma de batirla. Faltaba el instinto goleador, el gran déficit de un equipo que sigue manejando la pelota como nadie, ahora bajo la batuta absoluta de Andrés Iniesta y la colaboración destacada de David Silva.

Visto el panorama, Del Bosque optó por Aritz Aduriz, rematador consumado, y también ese tipo de jugadores que pone a prueba el temple del más resabiado defensa rival.

Aduriz realizó una labor de zapa y obligó al Sivok y Hubnik a fijar la marca, desatendiendo el trabajo de salir al cruce de los muchos intentos de los jugadores españoles de penetrar en el área checa con la pelota controlada. Atento a toda la posibilidad de remate, realizó una espectacular chilena que si llega a terminar con el balón en las mallas de Cech se hubiera convertido sin duda en el gol del año.

En el remate certero y cómodo de Gerard Piqué tuvo mucho mérito el preciso centro de Iniesta, pero también el factor de distracción que introdujo la presencia de Aduriz.

Chequia terminó pagando con la derrota su apuesta rácana, y para cuando intentó reaccionar, apenas quedaba tiempo, y aún así tuvo su oportunidad, y entonces se topó con De Gea, con los nervios templados para interpretar con talento un guion con tan pocas palabras.

La selección española iniciaba así la conquista de su cuarta Eurocopa, la tercera consecutiva, con buen pie, mucho talento y poco gol.

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ESPAÑA: De Gea; Juanfran, Piqué, Sergio Ramos, Jordi Alba; Busquets, Cesc (Min. 70, Thiago), Iniesta; Silva, Nolito (Min. 82, Pedro) y Morata (Min. 62, Aduriz).

REPÚBLICA CHECA: Cech; Kaderebaek, Sivok, Hubnik, Limbersky; Theo Gebre Selassie (Min. 84, Sural), Plasil, Darida, Krejci, Rosicky; y Necid (Min. 75, Lafata).

Goles: 1-0: Min. 87, Piqué de cabeza a centro de Iniesta.

Árbitro: Szymon Marciniak (Polonia). Amonestó a Limbersky (m. 61) , de la República Checa.

Incidencias: Encuentro correspondiente a la primera jornada del Grupo D, disputado en el estadio de Toulouse. Lleno, con la presencia de 33.000 aficionados en sus gradas, unos 8.000 seguidores españoles. El rey Felipe VI asistió al partido desde el palco, junto a Ángel María Villar, que ejerce además como presidente en un fiones de la UEFA.

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