apenas nueve años de blanco pero toda una vida practicando deporte. Y sin llegar a la década, casi dos sufriendo las consecuencias de dos inoportunas lesiones de rodilla que han mermado su estado físico y el consiguiente rendimiento deportivo pero, ni un ápice, el carácter guerrero del que los genes y su espíritu combativo la han dotado desde la infancia. Será cosa de familia. Digo yo.
Atleta. Deportista. Pionera de la última gran hornada de la paleta femenina. Llegó con Asteasuinzarra, Nagore, Laura y Arantxa pero ellas le llevaban ventaja pues ya habían tenido algo más que un mero contacto con la pala, el frontenis y hasta con la mano desnuda; Ai-tziber había experimentado con todas las disciplinas. Novata, no le quedaba otra que apretar el culo, trabajar más que las demás y echarle voluntad y esfuerzo. “No tenía un golpe claro, le pegaba muy duro pero de lado” nos cuenta Julián González, “algo inapropiado para el frontón” resalta, pero válido para el trinquete donde echo raíces, pronto, al lado de las tres Anes: Ibáñez, Isasmendi y Etxebarria, y Ohiane Anda y más tarde, María. Lo que le faltaba lo llenaba con responsabilidad, seriedad en el trabajo, capacidad de sacrificio y rectitud. Evolucionó rápido con la pala pero no terminó de explotar. Era, es lista, se conoce y sabe lo que puede hacer y cómo perfeccionarlo.
Esta misma tarde disputa la semifinal de la Liga Vasca de Clubes de EH, junto a María Sáez Arzamendi y frente a otro dúo alavés, las hermanas Ixone y Nagore Martín, de Errekaleor, rivales pero amigas. Lorena Sobrino y María Sáez, jugadoras hoy del club Zidorra y entonces pelotaris de Errekaleor, se proclamaron campeonas en ésta misma competición hace tres años, al imponerse a las navarras Yanira y Maite Ruiz, toda una campeona la zaguera, por 30 a 27 después de un partido intenso, duro y muy competido, tras el cual, Lorena y María acabaron rendidas, abrazadas e inundadas ambas por lágrimas comprensibles después de todo un año trabajando la pareja. Tres años atrás, apenas tres años antes, el mismo partido había acabado con un 30 a 4 en contra.
Lorena protagonizó en 2013 el año de su vida. Tuvo que trabajar más que nadie, sobre todo dos aspectos del juego que no dominaba, el saque y el ataque. De la defensa del espacio que una delantera debe responsabilizarse no había problema. Es una especialista. Irreductible, veloz, con un tren inferior de hierro sobre el que sustenta la eficaz guarda en 30 metros cuadrados de trinquete. Ahí es una roca. Ese año ganó el Provincial de goma maciza en pared izquierda junto a Laura Sáez y el mismo título en trinquete junto a Ane Isasmendi. Aquellos éxitos le valieron viajar a Uruguay con la selección vasca y aprender de las mejores del mundo. Las sudamericanas, algunas, juegan a otro deporte. Ganaron un par de partidos y aprendieron muchísimo. La pareja se hizo íntima y hoy son más amigas y mejores compañeras.
Al año siguiente, tras caer en semifinales del GRAVN y Liga Vasca se rompería los ligamentos de la rodilla y el hueso acabaría tocado. Siete meses parada, dos inmovilizada y cinco más de rehabilitación. En septiembre de 2015 el alta y un mes más tarde, la otra rodilla y una extraña lesión de la que no termina de recuperarse. Una úlcera en el cartílago escondida, difícil de descubrir y un tratamiento imposible que la llevarán hasta las manos milagrosas del afamado doctor Sánchez. Con algo de suerte, mucho dolor y renqueante, ha podido entrenar y competir en precario y medicada hasta las trancas para aguantar en cancha. Fuera de forma, sin velocidad, con algún kilo de más -lo que menos le importa- y con los ovarios y demás órganos en pie de guerra, mirando de frente y aguantando mecha.
Lo que le gusta y se propone lo hace o lo hace. No hay excusa que valga. Al mal tiempo la cara que toque pero respuesta positiva. Así es Lorena. Todo voluntad y coraje. Desde niña ha hecho lo que se propuso, prepararse para trabajar en el mundo del deporte y la educación física. Hizo magisterio e Ivef, es profesora de educación física. Hoy también, educación especial.
Hasta los 12, cuando veraneaba en el pueblo, con Iñaki y Sergio, hizo sus pinitos en el frontón de Oteo con la pelota de tenis, con la pala y la raqueta. En bici de un lado para otro. A los seis eligió la rítmica en el colegio Ganivet. Participó en provinciales y autonómicos. Ganó por equipos un campeonato de Euskadi con Leire, Maribel Tejero, Estitxu Trascasa y Vanessa. Luego se cansó y decidió probar otras cosas. Hizo atletismo pero se aburrió enseguida. Ganó el campeonato de Álava de cros en categoría juvenil, cuando Jubera ganaba casi siempre. En el Ramiro practicó fútbol sala y un poco después fútbol 11 en la Gasteiz Cap, con Igor de entrenador y Mompel, Lauzurika y Estefanía -entre otras- de compañeras.
A los 21 se plantó. A la fuerza. Prácticas en Ecuador y estudios de Educación Especial en Donostia. Ya era una profesional preparada. Con 24 cumplidos. Cuando regresó a casa en 2007. Comenzó con la pala en los cursos del ayuntamiento y tres meses después se federó en el club Mercedes donde estaba Igor Martínez, su entrenador, y Aintzane, las hermanas Naroa y Garazi Martínez y Virginia Ruiz de Luzuriaga. Mas tarde llegaría María y a continuación Zezi, Nagore y Laura, integradas ya en el club Errekaleor. Formando parte del Mercedes, caería junto a Ain-tzane en las semifinales del Provincial de Álava ante Isasmendi e Ibáñez, más jóvenes pero con más camino recorrido.
Admira el carácter competitivo de María, la potencia de Ane Ibáñez -una gran rival- y se proclama peleona, luchadora y cabezona. “Siempre hago lo que me propongo”. Y por eso pelea.