Arama - Iker Irribarria (Arama, 1996) habla con aplomo. Sentado en el frontón azul de su pueblo, de 217 habitantes, porque afuera el calor es de justicia en uno de esos días de mayo adelantados al verano, el zurdo no duda en respuestas y preguntas. El pelotari guipuzcoano, con don de palabra, ve cómo el mundo a su alrededor se mueve a velocidad supersónica mientras él se mantiene, más o menos, como siempre. El mundo es una noria. En dos meses, la vida ha cambiado. Él no. Días de locura. “El Iker de hoy es el mismo que el que debutó hace un año y dos meses. Creo que no he cambiado. De hecho, soy el mismo y quiero seguir siéndolo. Quizás sí que ha cambiado mucho lo que hay alrededor: hablan más de mí y me paran más en la calle. Eso sí, si no eres el mismo, mal andas”, sostiene el joven pelotari. A un metro de su cabeza, su hermano pequeño vestido de pelotari le espera, quiere que vaya con él a un partido y que sea su botillero. La pelota a mano va en el ADN, como la fuerza que tiene, una electricidad en la zurda exagerada que le ha dado el billete a la final del Manomanista en su primera participación. Algo al alcance de pocos. El último, Juan Martínez de Irujo en 2004, que quedó campeón y cambió la forma de conceptualizar la especialidad. “No te puedes creer más”, realza y asevera que “me toca tener los pies en el suelo. Juegas una final el domingo, sí, y el lunes tienes volver. Hay que celebrarlo, pero seguir trabajando. Aquí la gente solo nos ve en la tele y todo parece muy bonito, pero no es así. Entre exámenes, entrenamientos y demás es complicado llevar todo esto”.
Con el tranquilo pueblo guipuzcoano, que linda con Ordizia, como telón de fondo, Irribarria deshoja los días previos a una contienda que se presume como “la más importante” de su “vida”. Aunque, apunta, que “no se acaba el mundo si pierdo”. Las horas se le escapan entre los dedos y la manera de hacerlo es “con las cosas de clase”. Dice el zurdo que le ayudan a “desconectar”. El aramarra estudia ingeniería mecánica en Ordizia y tiene que lidiar todos los días con dos tareas: entrenamientos y libros. Certifica que “es difícil compaginar las dos cosas y se necesita mucho esfuerzo. Pero es algo que se puede llevar. Si no trabajas, por otro lado, mal andas. Así que, hay que seguir trabajando en esto y sacar todo adelante. Los estudios hay que tomarlos con cierta tranquilidad, porque con cuarenta años se puede seguir estudiando, pero no jugando a pelota. No creo que tenga que dejarlos, pero sí que me los tomo con calma”. A Irribarria normalmente se le han dado “bien” las cosas de clase. “Pero he sido bastante vago”, apostilla Iker, quien añade que “siempre he hecho el mínimo esfuerzo, aunque sacando las cosas. Ahora, se ha torcido todo un poco, pero para bien. Prefiero estar como ahora que como cuando debuté. Es más difícil pero estoy muy a gusto”. Tras su selección para el Cuatro y Medio de Primera, su alineación en el Parejas y su presente Manomanista, el poderoso manista cuenta que “era un tren que había que coger. Hay que aprovechar, porque los malos momentos llegarán. No por ganar a Aimar vas a ser el mejor ni por perder contra cualquiera vas a ser el peor”.
Si una cosa tiene clara Irribarria es su hoja de ruta, a pesar de que el partido del domingo en el Bizkaia de Bilbao contra Mikel Urrutikoetxea sea como el sol para los girasoles. La vida del manista, confirma, es una noria o “una escalera”. “Unas veces bajas y otras veces subes. Esto es así. La verdad, pase lo que pase el domingo, es que el lunes tendré que seguir trabajando. Es deporte. Es un juego. Cada uno tiene sus puntos buenos y sus puntos malos”, manifiesta el guipuzcoano. “Estos días, con la prensa y eso, me han quitado bastante tiempo, pero ya firmaba todos los años tener que vivirlo. Es mejor que te venga los medios a que te dejen de lado. Esto significa que has hecho algo grande”, asume Iker, quien argumenta que “hay que abstraerse de la gente y la prensa. Queriendo o no, te meten presión. Hay que saberlo llevar. Si lo llevas mal, tendrás problemas. Pero la final del Manomanista siempre está ahí, siempre piensas en ella”.
La otra cara de Iker Irribarria se mece en la tranquilidad del reggae y de la montaña. Un viaje a la raíz. “Cuando tengo tiempo libre me gusta ir al monte, soy muy mendizale, pero suelo hacer las mismas cosas que cualquiera de mi edad: estar con los amigos, con la familia, echar unos potes? Así, se te va la cabeza un poco. Y para estar tranquilo, escucho música y paseo tranquilamente”, analiza el delantero. En el relajo consigo mismo siempre hay una figura por encima de todas, la de Bob Marley, el “mejor artista que ha habido”, declara. “Es mi ídolo”, asiente. “Desde muy pequeño me ha gustado y sigo escuchándolo mucho. Siempre me tranquiliza. Cuando oigo una canción suya me pongo más alegre o me tranquiliza. También le gusta al resto de la familia”, explica. El cantante jamaicano es la referencia en el coche de Irribarria. Siempre le acompaña a él y a su familia. Es una constante.
Recuerda que el cantante de Buffalo soldier o Redemption song, futbolista de talento en su juventud, poseedor de unas rastas reconocidas y todo un icono de la cultura de la segunda mitad del siglo XX, siempre le hace ver la vida de otra forma. Cuestión de gustos. “A la gente le sorprende cuando le digo que es la música que escucho”, afirma Iker, quien añade que “es música que no suele escuchar gente de mi edad”. Irribarria, influenciado desde que era un niño y una esponja, dice que “si soy sincero, la música de ahora no me gusta nada, no soy de reggaeton y esas cosas. Me gusta también la trikitrixa. En general, escucho de todo, desde Doctor Deseo a Fito. Soy de música más que de cine -su película favorita es Diamante de Sangre-, televisión o lectura”. Y agrega el aramarra que “me gusta el reggae en general y Bob, en particular. Para mí, es el mejor artista que ha habido. Desconecto con él, me gusta cantar y me gusta disfrutar de su música. Es algo que necesito escuchar. Sin duda, es lo que nunca falta en mi coche”. Antes de la final, cuando vaya a Bilbao desde Arama, después de comer, “escucharé en el viaje a Bob con mi familia y a ver si hay suerte”.
De ahí, de su tendencia a a la música y al monte, cuestiones que le acercan al interior, advierte el joven manista de Aspe, rápidamente, sin pensarlo, que “si tuviera que elegir un sitio para vivir sería o Jamaica o Suiza”. “Me gustaría ir, pero no he estado. He viajado muy poco. Me gusta moverme, pero no tan lejos”, sentencia el Irribarria, quien asevera que “aun así, para mí, Arama es el sitio ideal para estar con mucha diferencia. Estamos cerca de Ordizia, un pueblo muy bien comunicado, no hace falta ni coche”. Mientras tanto, podrá degustar sus platos favoritos, que tampoco duda: “O chuleta o las albóndigas de mi abuela”.
“no he disfrutado en un partido” “¿Que cómo será la final? Lo de siempre, la final del domingo será dura, dura y muy dura. Urruti ha sido el campeón de todo y el mejor del año. No se puede decir más”, cuenta en el frontón azul de Arama Irribarria. Su terreno. Manifiesta el zurdo que “todavía no me creo lo que he hecho. No se aprecia ahora, se apreciará con los años. Lo dijo Joxan Tolosa en la tele, que yo no iba a disfrutarla, como le pasó a él, que disfruta más viéndolas ahora en televisión. Está claro que este partido tiene un sabor especial, pero hay que seguir. La vida no se acaba en Bilbao”. Habla Irribarria de la necesidad de afrontar una carrera completa, de la complejidad de afrontar más años de desparpajo. “Los malos momentos siempre llegan”, abunda. No se trata de conseguir el efecto gaseosa. “Hay que tener aceleración para los cien metros lisos, pero esto es un maratón y yo acabo de empezar”, desgrana.
De este modo, con la certeza de que el sotamano con la zurda al nueve ante Aimar fue un lujo y la realidad de que tiene mucho gas con las dos manos, Iker no hace hincapié solo en su potencia: “Sin el golpe no se puede ganar, pero sin la cabeza tampoco. Lo ha demostrado Urruti. Es psicológicamente muy fuerte. Tengo que serlo más que él”. Le pasó contra Oinatz Bengoetxea, que le tuvo 10-9 y muy tocado. “Lo mejor del partido de semifinales fue mi fortaleza mental. Pasé momentos malos, estaba agarrotado y Apezetxea me ayudó mucho. Parte del triunfo es de él. Me mantuvo tranquilo y de ese partido destaco cómo le di la vuelta”, lanza Irribarria, quien desbroza que “Bengoetxea me buscó todas las cosquillas. Él jugó bien, pero le supe dar la vuelta”. El milagro del pelotazo. “Está claro que solo hace falta un pelotazo bueno para ganar el saque o un pelotazo malo para perderlo. Si el rival coge el saque, mal asunto. Le pasó a Oinatz. Sabía que tenía que hacer un tanto bueno. Di todo lo que tenía, agarré un dos paredes y con mi pelota le saqué del partido”, remacha el aramarra, quien define a Urrutikoetxea como un pelotari que “se cansa, pero no se nota. Siempre tiene la misma cara. Eso desconcentra”.
Echando la mirada al retrovisor, se encontró en el campeonato el zurdo con un universo nuevo en sus ojos, el de la alta tensión. Derrotó a David Merino, a Iker Arretxe, a Jon Jaunarena y tuvo que lidiar con Aimar Olaizola, al que dejó en catorce aunque sufriendo al final físicamente, y al leitzarra (10-22). “En los partidos nunca he disfrutado. Creo que se disfruta después. Sobre todo, cuando tienes la tensión tan alta. Contra Aimar di algunos pelotazos con los que disfrutas, pero no terminas de hacerlo. Estás a 200 y no puedes. Tras el partido, el sabor de boca es impresionante”, confiesa Irribarria. Soñó con ganarles y lo consiguió; también sueña con el partido ante Urrutikoetxea y con Suiza y Jamaica. Tiene lleno de sueños el futuro Iker, un chaval de 19 años, al que todo le ha llegado a una velocidad de vértigo. En el Bizkaia de Bilbao el domingo se verá arropado por toda la gente de su alrededor: “He pedido 260 entradas, igual me he pasado un poco”. Su afición, su familia, que le obligaba a golpear con la derecha para coger soltura de niño, Bob Marley desde los altavoces y una fuerza descomunal también estarán.