zaratamo - La invitación a la gloria se le vino a Mikel Urrutikoetxea (Zaratamo, 1989) después de una desafortunada lesión de Oinatz Bengoetxea ya contada muchas veces. El billete del tercer puesto del Manomanista le abrió la final de 2015, que ganó a Aimar Olaizola en un monumento efímero a los mejores envites de la modalidad reina de la historia manista. Carambolas de la vida, fue un hecho aislado, una cuestión de fortuna, que depende de los barrios se ve de un modo distinto, la que puso al de Zaratamo en aquel partido. De sus manos nació la victoria, una de las más grandes de los últimos años con la excepción emocional de la de Xala en 2011, la txapela y el colorado anual, que a Mikel le ha sentado de perlas. Dicen que a veces cuesta más mantenerse que llegar, al vizcaíno le costó romper y encontrar el inicio del camino, sus facultades le dieron la facilidad de andarlo y lograr el título del Cuatro y Medio y el Parejas, bordando lo increíble en una posición desconocida y una reinvención absoluta. La cuarta final seguida cerró el círculo que había abierto una casualidad que tumbó a Bengoetxea VI. La del Manomanista. La reválida. El Año I del reinado de Urrutikoetxea. El Campo Base de una escalada que vuelve a aludir a los lugares comunes que reiteran aquello de la dificultad de mantenerse o llegar. Eterna dicotomía.
En la arquitectura de sonidos que representa Zaratamo, con un silencio únicamente derribado por las explosiones en la cantera, que Mikel, cuando lo escucha, se pone el dedo índice de la derecha a medio palmo de la oreja, el campeón y único pelotari de fuera de Nafarroa con la Triple Corona habla de sí mismo. “Tengo buenas sensaciones”, afirma. Su año ha sido una locura, una gran bola de nieve, pero que ha cristalizado en títulos y pasión en sus seguidores. La final contra Iker Irribarria del próximo domingo le viene en buen momento. “El otro día contra Altuna terminé bien. Acabé a gusto. Al principio, no había tenido mucho tiempo para preparar el campeonato y había dudas. Estas dos semanas me han venido muy bien y vamos a intentar mantener la chispa. Creo que estoy bien. A estas alturas, no se pueden hacer milagros”, desbroza el pelotari vizcaíno. Y es que, tal y como se desarrolla el mundo manista actual, como una noria sin parones -aunque vayan a establecer vacaciones este año en junio por primera vez en la historia-, la vida del estelarista está abonada a una actividad frenética. De ahí, las dudas. De ahí, la falta de preparación. Pero Mikel es un camaleón. “Ya está todo el trabajo hecho. Físicamente y de manos me siento muy bien”, certifica.
La virtud del pelotari vizcaíno, en su pose de manomanista nato, ha sido su reinterpretación de sí mismo. Todo talento; todo trabajo: la fórmula del campeón. “En los últimos años he mejorado el físico, porque debuté muy delgado. He cogido peso y lo he notado. He mejorado. Se nota en la cancha. Hoy en día, cuando se endurecen los partidos, disfruto”, define el vizcaíno. Un ejemplo: los cuatrocientos pelotazos contra un Ezkurdia sublime que acabó en victoria colorada. Un paso más, aunque él no sepa cómo valorarlo. “No sé si ese triunfo me ha hecho crecer. Yo siempre lo he tenido claro, siempre he sabido que iba a luchar cada partido e iba a seguir creyendo en mí y en mis posibilidades. En el Cuatro y Medio, contra Juan, me dije que quería seguir luchando y que si él me quería ganar, iba a ser sudando hasta el 22. Trabajé. Tuve la oportunidad de ganar aquella final. Contra Joseba también empecé por detrás e iba a luchar”, revela el campeón. La explosión acabó con el de Arbizu, en uno de los mejores encuentros de su vida deportiva, exprimiendo a un Mikel redivivo, distinto: una muralla, un gólem. Rebelde con causa. “Yo sabía que no iba a ser fácil. Ezkurdia venía de ganar dos partidos, mostrando que está en un gran momento de juego. Físicamente siempre ha sido muy fuerte. Sabía que sería complicado. Seguí luchando hasta el final y gané en 400 pelotazos”, recuerda Mikel.
La realidad, como reconoce Urrutikoetxea, es que la mejora física se torna oro en los momentos clave a la hora de actuar a cien kilómetros por hora, mientras el corazón martillea, la cabeza sulfura y los pulmones arden. “En el partido, uno tiene que saber cómo va a aguantar. Las decisiones se toman más fácil cuando estás fresco que cuando estás cansado. A la hora de hacer una jugada o de pensar mejor, las opciones suelen ser más acertadas que cuando estás cansado”, certifica. Puro pragmatismo.
la presión del campeón Abonado a la tranquilidad de su realidad, Urrutikoetxea, pelotari frío, bastante relajado con las situaciones complicadas, asume que, ahora mismo, no siente la losa a sus espaldas de llevar el gerriko colorado. “Estar en la final es algo complicado y especial. Solo llegamos dos”, define. Eso sí, durante las jornadas anteriores sí que vinieron viejos recuerdos y el fantasma de la presión. “He notado presión de querer hacerlo bien y de querer demostrar y enseñar por qué voy de colorado. Sí que ha habido tensión, pero esto ya es una final y sumo cuatro seguidas. Creo que pocos pelotaris han conseguido eso. Es muy difícil”, confiesa Mikel, quien añade que “no tengo presión ahora, porque todo el mundo ha perdido alguna vez. Eso sí, ojalá que esta sea mi cuarta txapela”.
Enfrente, Iker Irribarria, debutante en el torneo y en una final de este calado, se mece como un contrincante tremendamente peligroso, pero el vizcaíno es el campeón. “Que yo tenga más experiencia no quiere decir que vaya a ganar el partido. Está al cincuenta por ciento y puede vencer cualquiera. Por mi parte, he llegado bien a pesar de las dudas de las primeras semanas. El día del partido cambia todo y hay otra presión”, manifiesta el todoterreno de Zaratamo, que apostilla que “Iker tiene un golpe terrible y domina. Parece fácil desde fuera, pero no lo es. Empalmar cada pelota y gozar como goza cada pelota es complicado”. La irrupción del zurdo de Arama, de hecho, ha supuesto una sorpresa: “Con las cualidades de Iker, sabíamos que iba a ser campeón, pero no esperas que sea tan pronto y ganando a manistas de la talla de Oinatz y Aimar. Es de primerísima línea y tendrá muchos años de pelota”. A pesar de todo, Mikel observa que “a Irujo, Olaizola II y Bengoetxea VI todavía les queda cuerda para rato”. No cree en el cambio generacional. Él abandera otra historia, que rompe a cada paso. El domingo le toca reválida en Bilbao.