madrid - Jorge Valdano acaba de presentar su nuevo libro ‘Fútbol: el juego infinito’ de la Editorial Conecta, donde partiendo de su pasión por la pelota expone cómo el fútbol se ha convertido en un negocio planetario. El argentino califica de “versión 3.0 del Menottismo y Bilardismo” el duelo entre Pep Guardiola y Cholo Simeone, destaca la explosión del márketing en el mundo del fútbol recordando su etapa en el Real Madrid y el sello tiqui taca que hace superior a la Liga respecto a la Premier inglesa.

Una reflexión escrita del nuevo fútbol deja conceptos como la diferencia de su infancia, con la pelota como juego, a la visión de su nieto que compra una camiseta hincha de una multinacional.

-De alguna manera pone en dimensión lo que el fútbol tiene de sentimiento con lo razonable. El ombligo del fútbol cuando yo era pequeño era la pelota, y no sobraban. Cuando había una era una fiesta y se gastaba rápido, porque jugábamos ocho horas al día. Llenando un álbum de cromos te daban una a cambio y si no había que convencer al rico del pueblo que la aportara, a cambio de ser titular. En cambio, ahora la fascinación de los niños son los héroes, los futbolistas, y por eso antes que la pelota piden su camiseta.

¿Es un concepto que mejora o empeora la visión?

-Es diferente, ni mejor ni peor. No me asusta el fútbol hecho negocio. Es un juego que está fuera de la realidad, pero cuando se hace profesional está dentro del mundo, de la economía, por lo que no nos debe asustar.

Ha habido una generación de futbolistas que han hecho la transición del fútbol clásico al de multinacional.

-El precio de la celebridad es el aislamiento. Nosotros vivíamos en una época con una dimensión humana. Salías de entrenar al coche y en el camino te abordaban tres periodistas y cuatro aficionados, ahora el club te protege incluso arquitectónicamente, las nuevas ciudades deportivas marcan una clara división entre prensa y jugadores, a los diez minutos de entrenamiento una cortina metálica no te deja ver nada. Todo eso agranda el misterio, defiende de la invasión al jugador pero reduce la dimensión humana del juego.

De nuevo final de Liga de Campeones española, ¿qué se está haciendo bien en la Liga y mal en la Premier?

-Pellegrini decía que la mejor liga del mundo es la Premier pero que el mejor fútbol del mundo se juega en la Liga. Es un intento diplomático, porque si se juega el mejor fútbol, la mejor es la Liga, lo demás es el envoltorio, el marketing, los estadios impecables, una organización muy buena, cuestiones que no son el juego. En España, no miremos lo que se hizo bien ayer si no hace diez años con una revolución formativa que tiene nombre y apellido, tiqui taca, que generó un mundo nuevo donde la pelota es el centro formativo del jugador. Y desde la técnica colectiva, el fútbol español marca una superioridad muy grande. El que manda es el que es capaz de darle a la pelota la dimensión que tiene por encima de lo táctico, el físico y lo psicológico.

Antes el futbolista español estaba escondido en el vestuario ante futbolistas extranjeros, campeones del mundo, parecía un desequilibrio que reflejas en el libro con la época galáctica del Real Madrid y el pique existente entre jugadores.

-Llevo en España más de 30 años y durante mucho tiempo fui el único campeón del mundo que andaba por aquí, de repente crecen como hongos. Es lo que elevó el estatus del jugador español, la autoestima, empezó a sentirse líder y mira de igual a igual a cualquier futbolista del mundo.

Da la impresión de que el futbolista del Real Madrid necesita de una temporada irregular, con picos y cambio de entrenador, que es un vestuario experto en salir del barro, cuanto más acorralado está se conjura y sale como un cohete.

-Los vestuarios que mejor han funcionado son los que se saben autogestionar. Da la sensación de que Zidane está siendo muy inteligente, que sabe negociar con los jugadores y escucharlos. Cuando hablamos de un entrenador solo lo representamos hablando, hay que empezar a hacerlo escuchando. Ha instalado buenrollismo, incluso en rueda de prensas. Ahorra palabras, aprendió de Ancelotti, desactiva conflictos con una frase y, si queda alguna duda en medio, la completa con una media sonrisa seductora, convincente y tranquilizadora. Esa tranquilidad le ha hecho mucho bien al Real Madrid. Por otra parte si escuchas al jugador que expresa su manera de sentir y el entrenador la acepta, el compromiso se multiplica.

Las semifinales dejaron dos ‘ismos’, el enfrentamiento entre Guardiolismo y Cholismo.

-Estoy tan entrenado desde hace tanto tiempo con el Bilardismo y el Menotismo que esto me parece una nueva versión 3.0, dos entrenadores muy respetuosos el uno con el otro, nadie elogió más a Guardiola que Simeone. Sus elogios dignificaron la eliminatoria pero esa lucha entre opuestos es muy entretenida y no va a morir nunca, es tan vieja como el fútbol y dentro de 50 años pondremos otros nombres propios pero con la misma literatura.

¿Vivimos una época en la que el físico se impone a la calidad?

-En España, la revolución fue sobre todo técnica. Se han admitido jugadores muy pequeñitos que en otra época habrían tenido problemas para evolucionar, es una señal de que lo único que mide el fútbol es el tamaño del talento. Si nos movemos desde el prejuicio esperábamos más a Ronaldo que a Messi. Ronaldo es el jugador del siglo XXI, así como a Messi se le adivina la calle a Cristiano se le adivina el gimnasio. Es un tipo hasta de movimientos más mecánicos, robóticos, de jugador esperado. Esto empieza por la capacidad de darle la pelota al jugador que tiene la camiseta del mismo color. Para eso ser grande o chico es indiferente.

El libro se adentra en asuntos relacionados con el marketing. ¿Está el jugador realmente implicado en una multinacional?

-El futbolista ha aprendido mucho muy rápido. Fui testigo directo de la primera gira del Real Madrid por Asia y aquello fue durísimo. Había que coordinar los entrenamientos con compromisos de marketing a los que estábamos totalmente desacostumbrados, además con la disciplina que dentro de una delegación hay que cuidar. Hace poco, Ronaldo me dijo que en aquella gira hizo un hijo, no fuimos muy estrictos con la disciplina (risas), pero marca el desorden de esos días en los que había que negociar con los jugadores, a veces de una forma violenta, porque no aceptaban la dinámica del nuevo fútbol. Creo que ahora lo han entendido. Hay futbolistas pop como Neymar, o Messi y Cristiano que ganan tanto dinero jugando al fútbol como negociando con su imagen, y cuando van a Asia saben perfectamente que no sólo van a vender el escudo del club que representan si no su propia cara. Lo han sabido entender, les salen las cuentas y cada vez están más integrados. Tienen una inteligencia natural tremenda que muchas veces se subestima, porque no tienen formación académica.