CHIANTI - El Aquiles de Mikel Landa nunca estuvo en las piernas, poderosas, lo tenía en la muñeca, donde se ata el reloj, un artilugio que al murgiarra siempre le generaba retrasos. Llegaba tarde Landa cuando se medía a las manecillas. Se le atragantaba el segundero. Hasta este año. Se trasladó del Astana al Sky el murgiarra y en la mudanza mutó su relación con el crono. Dejó de mirar al reloj con el ceño fruncido. Para eso tuvo que encerrarse en el velódromo de Mallorca. Era 13 de diciembre, domingo. En ese anillo, con los técnicos del Sky como testigos del enlace, festejó Mikel la boda con el reloj. En ajuar, el meticuloso Sky le cambió la postura corporal. Le plegó sobre la bicicleta. Le soldó un mejor perfil para silbar velocidad por el viento. En ese proceso de aprendizaje, de readaptación, apareció una bicicleta de contrarreloj en el garaje de su casa. Nunca antes tuvo la cabra tan cerca Mikel. Así que decidió domarla, sacarla a pasear, hacerse compañía mutua un par de días a la semana. Landa y la cabra, inseparables durante el invierno. Soldados por el bien común, Landa reforzó su alianza con la crono. En Holanda, en Apeldoorn, en la llanada que abrió el Giro, detalló su mejoría. El recorrido, corto, condensado, apretado, no evaluó, sin embargo, correctamente su mejoría.

En Chianti, donde las viñas se esconden tras los cipreses y el vino espera paladares en barricas de la Toscana, Mikel dio la bienvenida a una nueva bicicleta con la alegría de los niños bajo la lluvia. Estrenaba Landa una Pinarello bautizada Bolide. Los italianos y la velocidad, otro matrimonio. Landa se subió a la Bolide para ser un cohete bajo la lluvia.. El chapoteo de la felicidad. Cantando bajo la lluvia. Gene Kelly. El murgiarra completó su mejor crontrarreloj de siempre en carreteras secundarias, sinuosas, bamboleantes, húmedas. 40,5 kilómetros que realzaron su candidatura al Giro, que se encoge, apretadísimos los favoritos. Contador a cero.

La negrura de tiempos pretéritos solo la llevó Landa en su buzo elegante y minimalista. La contrarreloj, que se antojaba una bajada a los infiernos para combatir los fantasmas, fue un cañón de luz para el murgiarra, que apenas cedió 6 segundos con Vincenzo Nibali. Dumoulin, solo fue 20 segundos más rápido que Landa. Al resto de favoritos los miró por encima del hombro el murgiarra. Nadie salió más reforzado que Landa de uno de los grandes viñedos de Italia. Le ganó tres segundos a Kruijswijk, cuatro segundos a Valverde; minuto y medio a Zakarin, -el ruso, gafado, se cayó dos veces y padeció una avería cuando era el mejor entre los jerarcas-, Chaves y prácticamente dos a Urán en un día en el que el tic-tac reforzó la moral de Landa y sonrió a Primoz Roglic, el hombre pájaro. El que fuera saltador de esquí, anulado por Dumoulin en Apeeldoorn, pegó un respingo que nadie pudo sostener. Ni tan siquiera el alado Brambilla, que sostuvo el rosa.

sólido de principio a fin El rosa que persigue Landa es el de Turín, el de la capitulación del Giro. Para enfundarse la maglia, el murgiarra tenía que atravesar un Sáhara. Un tormento de arena. La arena sirvió como reloj a los romanos. A Landa la lluvia le descubrió para el reloj. El de Murgia, concentradísimo, escuchó la cuenta atrás y se disparó desde la rampa con la visión naranja, una pantalla para iluminarle el camino. Enfocó el recorrido: técnico, peligroso, un espejo de agua, -fueron varios los corredores, Igor Antón entre ellos, a los que el asfalto, burlón, les sacudió al suelo- y no se desvió ni un centímetro de su cometido. Las primeras referencias saludaron con entusiasmo a Landa, que oscilaba entre Nibali y Valverde. Mejoraba al resto. Dumoulin, laminado en Arezzo, nunca alcanzó su estatus. Se diluyó en la lluvia, el cielo a lágrima viva. A Landa no le asustó. Se subió la pantalla naranja y abrió el horizonte a sus ojos. Era su día. No quería perdérselo. El reloj estaba de su lado. Agrupado cuando el terreno lo permitía, danzarín cuando se encrespaba, Landa no perdió pie. Su crono fue sólida, constante, inmaculada. A una viaje lunar de aquella del pasado Giro, que le mandó a la lona.

De aquel Landa no quedó rastro en Chianti. Su mejoría en la crono resulta demoledora. Ha rebajado el paso por kilómetro. Las matemáticas, de su lado. Su cotización en el parqué bursatil tiende al alza. Lo detectaron de inmediato Valverde y Nibali, ambos a buen nivel. El murciano tomó algo de renta en el pespunte de la crono, pero Landa sacó la lima y volteó al líder del Movistar, que tuvo como liebre a Andrey Amador. El costarricense completó una actuación fantástica, un minuto mejor que Landa. Nibali calcó el tiempo del inicio. Media docena de segundos en el primer plato, lo mismo que en el postre. La ganancia del siciliano frente a Landa fue mínima. Una victoria para Mikel, que también sacudió a Urán, hundido en el diluvio. A Chaves, el pizpireto, le apagó la sonrisa. Mueca. También a Majka. Con todo, el peor parado fue Ilnur Zakarin, estropeada su crono por dos descabalgadas y una avería mecánica que le tachó de vestirse de rosa, prenda que abrochó Branbilla, que la sujetó con los dientes, como el más preciado de botín. El tesoro de Landa lo encontró en una isla tras cavar con pico y pala durante semanas. En diciembre, en Mallorca, se metió en el túnel del tiempo y ayer, en Chiati, se puso en hora con el Giro.