El baloncesto en Vitoria vive uno de sus momentos más dulces. Araski confirmó un ascenso para la historia, Araberri sigue luchando por el suyo y Baskonia está a menos de dos semanas de poder ser campeón de Europa. Los más frikis de este deporte siempre dicen, que ‘es una ciudad de baloncesto’. Aunque no sea del todo cierto, la verdad es que el basket en Vitoria tiene un ecosistema genuino y especial. El baloncesto en Vitoria, visto desde fuera, siempre me ha dado la sensación de ser una sociedad un punto endogámica. Parece que todos los que juegan al baloncesto se conocen. Esa es la impresión que siempre he tenido atravesando la Zapa con mis colegas Ibai, Joseba, Ortiz o Carrer. Salir con ellos se acababa convirtiendo en una gincana (que no es una variedad de gintonic) para llegar a tu destino en la que se iban parando con gente muy alta a la que conocían de haber compartido equipo, selección, rivalidad, de haberlos entrenado o directamente de apuntalar barra con ellos. Ya llega un momento en que un servidor o el propio Kan se para a hablar con Martín Buesa cualquier noche random (eso solía suceder siempre en el Número K). El baloncesto en Vitoria es encontrarte a Splitter por los pasillos de Corazonistas y verlo como a un gigante venido de otro tiempo. Y encontrártelo el último verano, entero con ropa de los Atlanta Hawks, en el Basic Fit de Lakua, que me supongo será el gimnasio más barato de la capital. El baloncesto en Vitoria son historias. Uno de los mejores equipos de cantera que ha habido en los últimos quince años fue el Gasteiz entrenado por Iñaki Merino a principios de los 2.000. Un grupo que alcanzó las finales nacionales en su categoría. Una vez se enfrentaban al Baskonia, que en aquel entonces estaba dirigido por Albéniz, que era nuestro profesor de gimnasia. La historia, como yo la recuerdo, es que ganaron con un triple de mi colega Ibai y Albéniz acabó en el hospital con una crisis. Aunque igual ya estaba ingresado, suena mucho mejor la otra versión del relato, sobre todo porque no tuvo consecuencias. El baloncesto en Vitoria, obviamente, es BASKONIA. En mayúsculas. Lo que ha hecho por este deporte en toda la región es mayúsculo. Todavía circulan por casa unas fotos, con cinco o seis años, pasando una mañana de sábado con los demás niños del colegio jugando en el Pabellón Araba con los miembros de la plantilla. El baloncesto en Vitoria es que el día de la final contra el PAOK no nos pusieran deberes para poder ver el partido. El baloncesto en Vitoria es celebrar la última liga de Baskonia con los jugadores en Círculo (mala noche elegí para ser responsable y no salir) y que Joseba le diera una chapa infame a Manel Comas. Cuando Ibon Navarro cogió el equipo el año pasado, de repente tenía en mi círculo dos personas que había sido expulsadas del club en juveniles por él. El propio Joseba, y Ortiz, dos tipos a los que seguramente todos los entrenadores hayan querido depurar. La historia del primero, en resumidas cuentas, es que se puso a rajar de su entrenador sin saber que estaba delante de su hermana. La del segundo fue menos estrambótica, una simple acumulación de indisciplinas. Fieles a ellos mismos: uno es de liarla por K.O. y el otro a los puntos. El baloncesto en Vitoria es dedicar una merecida portada de un periódico, este, al Araski. El baloncesto en Vitoria es soñar que lo mejor está en el futuro. Y que ese futuro, está a punto de suceder.