Duración: 46:13 minutos de juego.
Saques: 1 de Olaizola II (tanto 7) y 2 de Irribarria (tantos 4 y 20).
Pelotazos: 216 pelotazos en juego.
Tantos en juego: 10 de Olaizola II y 15 de Irribarria.
Errores: 5 de Olaizola II y 3 de Irribarria.
Marcador: 1-1, 1-2, 2-7, 4-8, 5-9, 5-10, 6-11, 7-12, 8-13, 9-18, 11-19, 12-21 y 14-22.
Botilleros: Ejercieron de botilleros Asier Olaizola (con su hermano Aimar) y Jon Apezetxea (con Iker Irribarria).
Apuestas: Se cantaron de salida posturas de 100 a 40 a favor de Olaizola II.
Incidencias: Partido correspondiente a los cuartos de final del Manomanista de Primera disputado en el frontón Labrit de Iruñea. Lleno.
pamplona - La fe en Aimar Olaizola es inquebrantable, como una roca, por eso ayer el dinero no terminó de romperse hacia el lado de Iker Irribarria hasta el 1-7. El delantero de Goizueta posee un leit-motiv en todas sus actuaciones, la fiabilidad, como un coche alemán. Aimar es un tipo al que le dicen de confianza, sobre todo para el que se rasca el bolsillo en el frontón. Un valor seguro. Si rindiera en Wall Street, Aimar sería un fijo en la listas más importantes, como lo es en la pelota. El zurdo de Arama, por su parte, es la novedad, la esperanza de lo nuevo. La gran ilusión. Como la obra maestra que dirigió Renoir sobre los prisioneros que excavaban un túnel en la Primera Guerra Mundial: el deseo, el delirio, la necesidad de creer en algo más. El zurdo es la esperanza, forjada en la pegada y el músculo. Irribarria es la diferencia. Iker es la explosión de un cañón con pelota favorable. Iker es la próxima gran sensación del gran espectáculo y negocio que es la pelota a mano. A Irribarria, también, le necesitaban un poco en Aspe para devolver la emoción perdida por la baja de Irujo, otro que rompió el panorama a garrotazos en 2004, ganador en su primer Manomanista.
Ni la fe ni el trabajo pudieron sustentar ayer a Olaizola II en su arranque en los cuartos del mano a mano. Con razón temía al delantero guipuzcoano en la parrilla de salida. Irribarria, a golpe de un zarpazo excelso, una exhibición de músculo, una centella, un meteorito en la zurda y un martillo hidráulico en la diestra, rozó la perfección para derrotarle. El zurdo de Arama completó ayer un encuentro redondo, navegando a favor de corriente en todo momento, con dominio férreo: todo perfección y contundencia, como el plano secuencia de Sed de Mal.
Alimentado por unos cueros que le dejaron jugar y hambre de romper el frontis, abrió la lata Iker sin miedo. Una declaración de intenciones: zurdazo atrás y Aimar de recadero. 0-1. Sin embargo, si uno enseñó su cara a las primeras de cambio; el otro, Aimar, hizo lo mismo. Necesitó una para clavarla. El ojo, la bala y un gancho escorado a ras de chapa después de defender tres pelotazos atrás con más entrañas que claridad. 1-1. Tras eso, llegó el monólogo de Irribarria.
Pocas veces Olaizola II ha parecido tan vulnerable como ayer. El goizuetarra fue arrasado con un 1-7, el que cambió el dinero y la fe, cimentado en la potencia de su contrincante. Fuera de su órbita de incidencia, los cuadros delanteros, el navarro solo podía aguantar las embestidas de un tipo hipervitaminado, destacando con un sotamano al rebote (1-6).
Abierta la brecha. Irribarria, pelotari súper, tranquilizó el nervio. La distancia era más que suficiente para contemporizar. Aimar se recordó quién es con dos saques-remate tras un yerro azul (4-7). Aun así, al toque de corneta, no acusó el golpe Iker. Mostró su diestra, cruzando, ahogando a su adversario.
Cuando se endurecieron los tantos, en el reparto de golpes, Aimar creció. Se acercó 5-9, 7-11 y 8-13. Pero ya se movía con el crono en contra y, aun siendo Olaizola II de acero, eso le penó. Rompió la dinámica Iker con un zurdazo tras pillar el remate a Aimar (8-14) y se fue al 8-18. El remate fue el arma de Aimar para buscar la revuelta, que no llegó aunque peleó (11-18 y 14-21). Era casi imposible. Irribarria, genial, ya está en semifinales del mano a mano. Siguió el guion que marcó Urruti en la final de 2015. Bengoetxea VI será otra historia.