Lezama - Apenas ha cambiado un ápice desde que salió de Vitoria, ni física ni personalmente. El Abuelo continúa siendo el mismo de siempre. Cercano, prudente ante la pluma o micro de un periodista e igual de humilde que cuando en 1996 aterrizó en el Alavés procedente del Éibar. En Mendizorroza pasó siete temporadas. Jugó 230 partidos, marcó siete goles y debutó en Primera, donde tuvo la “inmensa fortuna” de disputar 103 partidos entre los más grandes. El último de ellos, quizá el más agrio, fue el que jugó ante el Betis de Luis Aragonés en Vitoria y que supuso el traumático descenso de categoría. Aquella tarde, con el césped ya vacío y el fondo de Polideportivo entonando el himno del equipo, Karmona salió de nuevo al campo para, entre lágrimas, despedirse de su afición. No hizo mucho más el club por retenerle un año después, así que el gran capitán agotó sus últimos compases en el fútbol profesional regresando a Eibar. Fueron dos campañas en Ipurua y 61 partidos antes de colgar las botas y empezar a buscarse la vida, que encontró en Lezama, el vivero del Athletic. De eso hace ahora once años. Durante los primeros ocho ejercició de técnico asistente con los equipos de base de la mano de históricos como Amorrortu, Blas Ziarreta, Luis de la Fuente o el Cuco Ciganda, del que habla maravillas como entrenador. Y desde hace cuatro años forma parte del primer equipo como uno de los responsables del scouting. En su primer año en esta nueva tarea tuvo que lidiar con Marcelo Bielsa, con todo lo que ello conlleva si se conoce la complejísima personalidad del técnico argentino. “Vi y analicé fútbol aquel año como jamás pensé que se podría”, recuerda con ironía hoy. Tras la salida del Loco llegó Ernesto Valverde, para quien todos los fines de semana espía al rival que en la siguiente jornada le toca al conjunto rojiblanco, ya sea de Liga o de competición europea. La fórmula para hacerlo casi siempre es la misma. Karmona se desplaza al estadio, instala la cámara de vídeo con la que viaja -esto es algo que apenas realizan nueve equipo en toda la Liga-, graba, toma notas y, después, ya en Lezama, edita un vídeo de 12 minutos para Txingurri, que además de poder llegar a verlo cuatro o cinco veces -“sabe un montón de fútbol”, avisa Karmo- se lo pone también a los jugadores. “Es un trabajo muy bonito, la verdad. Me gusta, disfruto y me permite conocer mucha gente interesante de este mundo”, reflexiona el de Bermeo, al que el año pasado, en uno de esos viajes a Milán, algunos directivos le reconocieron de aquel partido que el Pink Team disputó en San Siro ante el Inter (0-2) y que provocó hasta el incendio de una moto en las gradas por parte de los tiffosi más radicales.
De su pasado con el Alavés, al margen de un “baúl lleno de recuerdos”, conserva Karmona el refugio de Labastida que se compró al poco de nacer su hija pequeña y en el que desconecta y pasa todos los veranos. “Es un sitio espectacular donde me tratan muy bien y donde puedo estar al día del Alavés porque hay mucha gente que sigue al equipo”, reconoce el exjugador y patrón de barco -sin navío de momento- y cuyo futuro profesional no parece estar ligado a los banquillos. “Tengo el título Nacional y podría ejercer pero no me gusta. Quizá con los más pequeños, pero de momento lo que más me llena es lo que estoy haciendo, y eso que es una labor muy constante y a veces absorbente”. ¿Y ocupar algún tipo de cargo directivo?, se le pregunta. “¡Eso ya ni loco!, qué va, no, no... Eso sí que no... Es cierto que uno se adapta luego a las cosas pero a priori y ahora no me veo”, concluye.