Baskonia está a cinco victorias de ser campeón de Europa. Y el Alavés está a diez partidos de subir a Primera. Dicho, es así de simple. En su inesperado y apasionado viaje de vuelta al Olimpo, el Baskonia se permitió dejar al Madrid contra las cuerdas después de uno de los mejores partidos de la Euroliga en los últimos tiempos. El equipo azulgrana está sumido en un trance europeísta que le provoca en Liga una vacío existencial propio de los más grandes: la competición doméstica no le llena. Su desplome en la ACB es perfectamente entendible desde un punto de vista deportivo (acumulación de esfuerzos, plantilla corta, falta de descanso...), pero más si cabe desde el plano emocional. Jugar con el corazón en la boca es incompatible con el día a día y más sabiendo que es mucho más importante llegar bien física y anímicamente a un play off doméstico que llegar lo más arriba posible. Con un cruce favorable en cuartos de Euroliga a una semana vista, pensar en una Final Four es más plausible que imaginarse fuera de ella. Contra el Real Madrid jugó y ganó uno de esos partidos que los americanos llaman “instant-classic”, o clásico-instantáneo. Ya tiene un lugar reservado en el imaginario colectivo baskonista y hasta hoy es el pico emocional de la temporada. El triple de Bertans es quizás el momento más Vine desde la canasta de San Emeterio. La batalla fue un compendio en cuarenta minutos del año de Baskonia (y también de los de Laso, por cierto). Sus bases empiezan a ser algo parecido a lo que son el Real Madrid y el Barcelona. La felicidad y paz de uno es incompatible con la del otro. Cuando parecía que a los blancos no les podía pasar nada más esta temporada, Mike James se vistió de Stephen Curry en un partido memorable. Los dos, James y Adams, deberían llevar una rutina de pilotos de avión: que nunca coman de la misma comida porque el equipo se las ingenia en el columpio en el que viven, siempre con uno arriba, pero no puede permitirse perder a ambos el mismo día. Aunque a mí me sigue flotando la sensación inquietante de que ambos son como el mal desodorante del que hablaba el anuncio, y en el momento más inoportuno dejarán tirado al entrenador, la verdad es que esta bicefalia aparentemente tan disfuncional es rentable al final del día para Perasovic. Va a resultar que hay método en el caos de Adams y James.

una máquina de ganar partidos En el Carlos Belmonte de Albacete, el Alavés se presentó como quien acude a la revisión anual de una enfermedad pasada a la que hay que hacer un seguimiento para asegurarse de que no vuelva. Si de Córdoba salió diciendo que se encuentra muy bien, en tierras manchegas se lo confirmaron. La máquina de ganar partidos de fútbol ha vuelto. A mí me dio la impresión de que a los jugadores les costó poco tiempo intuir que iban a conseguir los tres puntos, que todo iba a volver a ser como a finales de 2015. Y así fue. El equipo de Bordalás volvió a ser ese conjunto que sin estruendos demuestra por qué es el líder y por qué su rival está hundido en la tabla. El Alavés no es de esos equipos que plasman su superioridad dejando el escenario del crimen perdido. El Glorioso te mata sin levantar la voz. Lo lleva haciendo con tanta sutilidad (casi) toda la temporada que todavía hay quien piensa que está ahí por suerte. Algún día montará una carnicería y sus vecinos saldrán en los telediarios diciendo que era un tipo normal, que siempre saludaba y que no saben qué ha podido pasar...