Pamplona - Querer es poder es una de las frases que más escuchamos y el vivo ejemplo de que quien quiere, con un poquito de esfuerzo y dedicación, puede llegar a lo más alto es Pablo Blanco. El joven de 33 años y natural de Salamanca practica paraescalada. Se trata de una modalidad de escalada para personas con diversidad funcional. Pablo Blanco nació sin parte de su brazo derecho, sin embargo tiene muy claro que el que quiere puede. Montes como el Montblanc, el Aneto o el Naranjo no se le han resistido y con esfuerzo y entrenamiento ha conseguido llegar a la cima. Por delante, concretamente en septiembre, se le avecina el reto de la Copa del Mundo y del Campeonato de España.
Pablo, que se trasladó a Pamplona hace tres años porque su novia se encontraba haciendo la residencia, trabaja en una farmacia, hace paraescalada y además es miembro de la asociación Ibili.
Su afición por la montaña le viene de su padre. “Fue él quien nos llevaba al monte cuando éramos pequeños a mi hermano y a mí”, dice el joven deportista, que desde que nació tuvo que acostumbrarse a hacer todo con una mano. “Tiene sus pros y sus contras, pero es mejor ser de nacimiento porque he aprendido todo así y no he tenido que superar ningún trauma. Sí es verdad que a la gente que sufre algún accidente y le tienen que hacer una amputación le cuesta más retomar su vida normal”. Pero a pesar de todo, esta situación no le ha impedido hacer lo que más le gusta.
Pablo empezó practicando atletismo, pero siempre le ha gustado la montaña y el campo, “siempre estaba trepando por las rocas y si quieres ir progresando y no quedarte solo en pasear hay que intentarlo y poco a poco se van viendo nuevas formas de llegar a una cima”. Todo empieza por entrenar y prepararse. Para ello Pablo se desplaza hasta el rocódromo de las instalaciones de la Universidad Pública, dónde se ejercita para las competiciones.
A pesar de que hay que entrenar y prepararse, al joven la montaña le llena mucho más, por lo que prefiere salir a practicar al aire libre. Cuando hace bueno suelen ir a Etxauri, ya que “no tiene nada que ver, es mucho mejor practicar en el terreno”. La preparación y planificación previas son muy importantes por lo que los entrenamientos consisten en llegar al polideportivo, calentar y dependiendo de lo que se quiera entrenar se hacen unos ejercicios u otros. “Al final se trata de coger técnicas de otros deportes y aplicarlas a la pared. Hay una parte que consiste en hacer series, bajar, descansar y volver a repetirlo. Luego están las travesías y los bloques que requieren mayor intensidad. Es muy entretenido y si tienes un entrenamiento programado no te aburres porque ofrece muchas alternativas y se puede jugar mucho con los ejercicios”, explica. Normalmente los entrenamientos duran hora y media o, como mucho, dos. Además, suelen complementarlo con ejercicios en el gimnasio o con salir a correr por senderos.
Las montañas no son todas iguales. El terreno cambia de una estación a otra, incluso de un día para otro. Sin embargo para Pablo, en una montaña cuanto mayor desplome -inclinación- haya es peor: “Yo siempre escalo de pies porque con los brazos no puedo agarrarme”, cuenta el joven al tiempo que señala una de las paredes del rocódromo. “Si los cazos -presas- son muy pequeñas no puedo agarrarme, entonces necesito que tengan mayor profundidad para meter el brazo”, explica.
Al igual que en gran parte de los deportes, la paraescalada tiene grados de dificultad. “A la hora de escalar en una montaña yo sé en qué grado me muevo y hasta dónde soy capaz de llegar. Mi grado de confort es 6A+, podría llegar un poquito más, pero esa dificultad la saco toda”. Debido a su discapacidad cuando sale al exterior a escalar lo hace acompañado por gente que es consciente de las dificultades que tiene “y si ven que hay un paso que es más complicado y que no voy a llegar ponen una cinta más larga y lo voy superando”. Para el deportista la escalada es algo “social y cuantos más te juntes mucho mejor, es parte del atractivo”. Además lo peculiar de este deporte es que la dificultad y los grados se establecen entre “todo el mundo”. No se trata de una tabla de medidas sino que depende de las impresiones de los montañeros que la hacen. “El que equipa la vía propone la dificultad y los que van después generan debate si creen que es mayor o menor”.
El joven, enamorado de la montaña, admite que “te ofrece muchas posibilidades. Estás tú, con tus problemas y tus soluciones. Entonces lo bonito de la montaña es que no hay barreras, solo las que tú mismo te pongas. Si no llegas no llegas. Hay muchas posibilidades y luego está el romanticismo de la montaña, el dormir a cielo abierto, el contacto con la naturaleza...”.
El salmantino sabe de la importancia de ayudar a gente con distintas discapacidades funcionales, por lo que desde septiembre es miembro de la asociación Ibili, desde la que está intentando “organizar una actividad de rapel o escalada por lo menos con los socios”. Sin embargo no hay mucha gente discapacitada que se anime a practicar deporte y menos algo tan inusual como la escalada. “A la gente cuando se lo dices se queda alucinada”. ¿En qué te ha ayudado la asociación? “La verdad que en todo lo que necesito. Lo primero es que hay una fisioterapeuta que para las lesiones y para descargar la espalda, el hombro sobre todo, me está viniendo genial. Y lo segundo, es que la asociación está muy pendiente de nosotros y me ayuda en todas las necesidades que tengo. Ahora quiero hacerme una prótesis y me ayuda a buscar información. Me dan respaldo que es muy importante”, explica el joven.
Los inicios de la competición Desde el punto de vista competitivo hasta 2010-2011 no hubo competición a nivel internacional. Pero fue en 2012, en París, cuando se celebró el primer Campeonato del Mundo oficial. “Fue la primera competición en la que participé. Es algo que nos ha venido bien para darle visibilidad”. Como la competición estaba empezando las distintas categorías no se habían definido por lo que “allí no tuve categoría propia y me pusieron con gente que solo veía de un ojo o que le faltaban un par de dedos, etc. Entonces yo contra ellos no puedo competir en igualdad de condiciones. Lo intentaron igualar con distintos coeficientes, pero no es lo mismo”, argumenta.
Cada vez hay más gente que se anima por lo que las categorías se han ido definiendo. “A nivel europeo se ve mucho más porque la gente se anima y hay más competiciones a nivel nacional como el Campeonato de España. Si ves a gente que lo practica no te desanimas”. Luego está la Copa del Mundo que consiste en tres pruebas: este año habrá una en Italia, otra en Austria y otra en Inglaterra. En 2014 quise participar en una de las pruebas que se hacía en Gijón, pero me lesioné por una caída y no pude llegar a tiempo. Esta competición se celebra anualmente, mientras que el Mundial es cada dos años.
Además, dentro de la paraescalada hay distintas categorías en función de la discapacidad: hay amputados de piernas, de brazos, deficientes visuales y físico-psíquico.
En este sentido, los americanos tienen un programa privado, aunque también organizan muchos eventos y encuentros para darlo a conocer. Además, ellos hacen uso de prótesis para competir. “Yo le veo sus pros y sus contras, a mí para escalar no me preocupa tanto, quizá porque he aprendido todo así. Tengo una antigua que no me vale y estoy en proceso de hacerme otra nueva. Pero la voy a usar para hacer pesas y para montar en bici”.
El apoyo de las federaciones La gente que tienen movilidad reducida tiene problemas para federarse ya que hay muchas federaciones que ponen impedimento por los seguros “eso es un poco dudoso porque no nos pueden discriminar, pero a raíz de que te metes en la competición y consigues medallas, todos los problemas desaparecen”, ironiza Pablo.
Para quienes no tienen las mismas facilidades que el resto es una parte muy positiva el hecho de que se hayan organizado pruebas a nivel internacional porque “ya no nos ponen pegas en las federaciones y porque cada vez hay más gente que se anima”. Pablo, que desde que vino a Navarra forma parte de la Federación Navarra de Escalada, asegura que “aquí no les importa lo de las medallas, sino que es todo lo contrario, están pendientes de que esté bien, agusto y de que pueda participar en las pruebas. Desde el principio se han volcado, me han acogido y dado muchas facilidades”.
¿En cuanto a las subvenciones? “Las federaciones están bastante pilladas, pero a mí la de Navarra me ha dado algo de ropa y la marca Tulson Tolf también nos proporciona material. Luego a nivel del Consejo Superior de Deportes a la Federación Española sí que le está llegando dinero para la paraescalada y para que podamos ir a las competiciones. Yo los viajes sí que los tengo cubiertos así que en ese aspecto está muy bien porque en otros países no ocurre y se lo tienen que pagar ellos, y muchos no pueden”, apunta.
Otro de los problemas que tienen este tipo de deportes es que no son deporte olímpico y eso a nivel de dinero se nota mucho. La Federación de Montaña es una de las que más licencias tiene, pero “al no ser deporte olímpico el dinero que llega es muchísimo menor. Para los juegos de Tokio 2020 estamos en la lista de posibles deportes olímpicos y para mí sería un sueño. Ya solo el viaje, el ambiente olímpico, sería una experiencia fantástica”, expresa emocionado el joven.
Participar en los Juegos Olímpicos es uno de sus sueños, sin embargo Pablo aún tiene otros que le gustaría cumplir. “Tengo un amigo que me está picando para ir a los Alpes franceses. También me gustaría ir a los Andes o al Himalaya, pero hay que prepararse y hacerlo muy bien. Creo que aún me falta un poco de preparación”, asegura.
Pablo es solo un ejemplo de los otros muchos discapacitados que practican paraescalada. Hay casos muy llamativos y de superación, pero el que más le llama la atención es el de los deficientes visuales porque “en una competición se pide silencio total y es muy bonito ver cómo el guía les va marcando el camino y cómo se les oye hablar o resoplar. Y luego es una pasada ver a los que van en silla de ruedas. En España está Urko Carmona que le falta una pierna y que es campeón del mundo varias veces. Es muy atractivo visualmente y algo de admirar porque, además, tiene mucha dificultad”, añade el salmantino.
Pablo apunta que su filosofía es que “la escalada es libre y consiste en que tú con tus medios llegues hasta donde puedas”.
Por eso el joven, desde Ibili y con la organización de salidas y actividades, pretende hacer ver a todo el mundo que si se quiere, se puede. “Le diría a la gente primero que se animen a hacer deporte y luego el que quiera hacer escalada que sepa que se puede, que hay muchas categorías. Todo el mundo puede hacerlo porque tiene muchas posibilidades y la dificultad la va marcando uno mismo. Hay que empezar desde cero y aprendiendo a superarse” anima Pablo a quienes quieran practicar deporte.
Nombre. Pablo Blanco Barrio.
Fecha y lugar de nacimiento. 16/05/1983. Salamanca.
Estudios. Estudió Farmacia en la Universidad de Salamanca.
Trayectoria deportiva. Lleva escalando unos diez años, pero su afición por la montaña le viene desde pequeño. Practica alpinismo y de joven hizo atletismo.
Montes escalados. Montblanc, El Naranjo, Aneto, etc.
Familia. Es el pequeño de tres hermanos y ahora mismo vive en Pamplona con su pareja.
Palmarés. Participó en el Campeonato del Mundo de París donde finalizó 11º; campeón de España y ganó una prueba de la Copa del Mundo.
Un sueño por cumplir. Al salmantino le gustaría que la paraescalada se convirtiera en un deporte olímpico.
Curiosidad. Los americanos, aunque tienen programas de paraescalada privados, cada vez están organizando más encuentros y eventos para darlo a conocer. Además en muchas de las pruebas les gusta usar prótesis lo que está impulsando el comercio de las mismas y cada vez las empresas las mejoran y aligeran para que sean más cómodas.
2011
Durante este año se organizó la primera competición internacional oficial.
2012
El Campeonato del Mundo que se celebró en París fue la primera competición en la que participó Pablo.
Asegura el joven que es la filosofía con la que se toma este deporte y anima a la gente a que lo practique porque se puede.