gasteiz - El deporte europeo de clubes vive tiempos de agitación, de un mar de fondo en el que los más ricos quieren sobrevivir a costa de hacer más débiles a los débiles, incluso de prescindir de ellos. Un reflejo de la vida misma llevado a una actividad que está subrayando su faceta de negocio, con todo lo que ello supone, y difuminando aquello que tiene que ver con el juego, con el resultado de lo que ocurre en la cancha. Alrededor de los tres principales deportes de equipo que se juegan en Europa, el fútbol, el baloncesto y el balonmano, se mueven corrientes que abogan por la creación de ligas cerradas, competiciones pensadas solo para que unos pocos se repartan la mayor parte del pastel de patrocinadores y derechos de televisión. Con mayor o menor posibilidad de éxito, todos miran a la NBA como modelo a seguir sin reparar en que, a lo mejor, la mentalidad europea es otra. Además, las pretensiones de los clubes chocan con el poder que las federaciones nacionales o supranacionales tienen en Europa y que, lógicamente, no quieren dejar escapar o pretenden recuperar aquello que justifica su existencia como organizaciones. En esta batalla los clubes esgrimen la propiedad de los jugadores, al fin y al cabo los principales protagonistas del negocio y cuya opinión no se tiene en cuenta, y las federaciones oponen, con cierto aire coercitivo, las atribuciones de tramitación de licencias, de sancionar a quienes no cumplan sus normas y también la del control del estamento arbitral. Por tanto, se hace difícil imaginar hacia dónde se decantará la balanza y si el aficionado tendrá quizás en la próxima década un escenario deportivo muy diferente al actual o, al contrario, será todo como hasta ahora, serán los mismos perros con distintos collares.

Club rico, club pobre

Los seguidores del fútbol tienen claro cómo funcionan las cosas en su deporte, en el que priman los méritos contraídos en el verde. La Liga de Campeones es tenida como la competición de clubes más importante del mundo y un espejo en el que tendrían que mirarse otras por su carácter abierto y democrático en la asignación de plazas. Sin embargo, parece que no todo el monte es orégano y algunos clubes, reunidos en la ECA (European Clubs Association), han vuelto a rescatar la idea de una liga europea cerrada, al modo de la Euroliga de baloncesto, que acabe relegando a las competiciones domésticas. El Bayern y el Juventus, con el Real Madrid y el Barcelona mirando tras los visillos, han alzado sus voces por cuestiones económicas y con el espíritu de fondo de frenar el enorme crecimiento de los clubes ingleses gracias al dinero de la televisión. En este contexto, a los grandes del fútbol europeo les sobran los Bate Borisov, Apoel Nicosia o Molde, por citar algunos ejemplos de representantes de ligas menores que se quedan con parte de los ingresos que genera la Liga de Campeones. Los poderosos prefieren guardarse plazas fijas y dejar solo unos pocos huecos para los meritorios. Cuanto menos equipos sean, más dinero habrá para todos. De momento, esta pretensión no es mayoritaria en la ECA que, además, ha apoyado a Gianni Infantino, nuevo presidente de la FIFA. Y es que en el fútbol tienen claro que conviene llevarse bien con la autoridad superior, aunque ya le han advertido al que hasta hace poco era el calvo de los sorteos de que ni hablar de un Mundial con cuarenta equipos que sobrecargue aún más el calendario.

Para enredar aún más, Stephen Ross, un señor estadounidense con mucho dinero, convocó recientemente a los cinco grandes clubes ingleses para hablar de la European Super League, un proyecto que pretende proteger sus intereses económicos al dejar fuera a clubes como Leicester o Tottenham, que amenazan esta temporada su supremacía y sus plazas en la Liga de Campeones. Como siempre, el Real Madrid, el Barcelona y otros gigantes europeos recibirían una invitación para este torneo que quedaría fuera de los márgenes de la FIBA, según publicó ayer The Sun.

Como la NBA

El balonmano imitó al fútbol y la EHF puso en marcha su propia Champions League, que ganaron en su día el Elgorriaga Bidasoa o el Portland San Antonio y que ha ido derivando también hacia un torneo más elitista. Así, esta campaña se han creado dos niveles en la propia competición que aseguran más partidos entre los mejores equipos antes de una Final Four con sede en Colonia. El epicentro del balonmano está en Centroeuropa y de allí ha surgido otra iniciativa que también quiere salir del control de la federación europea. Wolfgang Gutschow, un agente de jugadores y asesor de negocios alemán, ha fundado en Suiza la compañía Premiere League Handball AG que pretende crear una competición de solo doce equipos radicados en grandes ciudades o áreas metropolitanas de Europa, pero que no descartaría expandirse a Asia o Oriente Medio, allá donde haya interés por esta NBA del balonmano.

Esta competición hablaría de franquicias, no de clubes, que serían propietarias de la misma, harían de cada partido un espectáculo global en macropabellones e, incluso, introducirían cambios en el reglamento. La EHF quedaría así al margen de un proyecto cuyos impulsores quieren poner de su parte a la IHF (Federación Internacional) al hacerlo compatible con los eventos de selecciones ya que se disputaría entre febrero y diciembre, con una pausa en verano. El THW Kiel o el Fuchse Berlín son los primeros clubes a los que se les ha puesto el caramelo de esta Premiere League Handball, aunque Gutschow insiste en ese concepto global y habla de que ciudades como Praga, Amsterdam, Viena, San Petersburgo o Reikiavik podrían acoger franquicias “si cuentan con un entorno de aficionados importante”.

Cuatro competiciones

Donde la ruptura entre clubes y federaciones es total, y parece que sin posibilidad de acuerdo, es en el baloncesto. Si no cambian las cosas, para la próxima temporada podría haber en Europa cuatro competiciones. El debate entre premiar los méritos deportivos o abrazar las posibilidades económicas amenaza con hacer saltar por los aires un deporte que no da para tanto. La Euroliga, por un lado, se ha extralimitado en sus competencias y trata de sumar adhesiones a su proyecto privado en el que once clubes tienen plaza fija para diez años en su máxima competición, prevista para dieciséis y apoyada económicamente en un acuerdo con la multinacional IMG. La Eurocup, la que ha jugado el Bilbao Basket, está sirviendo de señuelo para atraer a los clubes de la VTB League y la Liga Adriática, aunque sea con compromisos anuales y con el premio de una plaza en la competición superior para quien la gane. La FIBA, por su parte, tira de las federaciones y algunas ligas nacionales para tratar de recuperar el control de los torneos de clubes. El máximo organismo del baloncesto mundial presentará en breve su Champions League, que aún no es más que un esbozo que algunos miran con buenos ojos por oposición a los planes de la Euroliga, más que nada. La FIBA ha tenido la ocurrencia de abrir sus puertas a clubes del Norte de Europa y Oriente Medio para la segunda de ellas. La ACB aún no se ha pronunciado por una u otra mientras el tiempo sigue pasando y la brecha crece.