LEICESTER - El Padrino, le apoda a Claudio Ranieri la afición del Leicester. Porque el inglés Jamie Vardy es el máximo goleador de la Premier League con 19 goles y el argelino Riyad Mahrez va camino de ser nombrado mejor jugador del temporada en Inglaterra gracias a sus 15 tantos y 11 asistencias, son los dos principales ídolos del Leicester sobre el terreno de juego, pero es el entrenador italiano quien teje los hilos de un equipo que está protagonizando la mayor hazaña de los últimos tiempos del fútbol moderno. El italiano de 64 años es quien ha propiciado la elevación de la categoría de sus jugadores y, por ende, del club, que atraviesa el momento más álgido de sus 132 años de memoria. De candidato al descenso se ve liderando con mano de hierro la competición liguera con mayor potencial económico del mundo. Y se van descontando jornadas, ya solo restan nueve para la conclusión, y sigue ganando crédito como posible campeón.
Desde que Ranieri cogiera las riendas de Los zorros hace apenas ocho meses ha tenido tiempo de orquestar a unos jugadores cuyas actuaciones apenas trasladaban ecos lejos de las fronteras de Leicester. El ahora llamado Padrino era otrora Tinkerman, apelativo que se ganó en su etapa en el Chelsea (2000-04) y que hace referencia a una persona que lleva a cabo constantes cambios en las alineaciones y los esquemas tácticos. Era un apodo peyorativo, que venía a decir que es la clase de entrenador al que difícilmente sus jugadores llegan a comprender, que les vuelve locos con tanto quita y pon, con tanto vaivén. Ahora es el capo, el Don, la clase de gestor para el que todo son amenes. Es el líder de la familia Leicester.
Ranieri, sin embargo, venía estando de capa caída. Su anterior trabajo fue el de seleccionador de Grecia. En ese banquillo no duró cuatro meses; una derrota por 0-1 contra Islas Feroe fue su lápida. Retrotrayéndose más, antes dirigió al Mónaco, plantel que cogió en la Segunda División francesa, lo ascendió al primer intento y al siguiente curso lo dejó subcampeón de la Ligue 1. Más lejos quedaban los títulos que instaló en su palmarés. De hecho, salvando el cetro de la Ligue 2, su anterior trofeo data de 2004, cuando hilaba desde el banquillo del Valencia y se alzó con la Supercopa de Europa. Para muchos, Ranieri estaba rancio. Sus éxitos más notables llegaron en el amanecer de su carrera y desde que estuvo en el Chelsea nunca ha permanecido más de dos temporadas en un mismo equipo. Síntomas de un ocaso.
Técnico además de Nápoles, Fiorentina, Atlético de Madrid, Parma, Juventus, Roma o Inter de Milán, entre otros, cumple tres décadas en los banquillos sin haber conquistado un título de liga en una máxima categoría. No obstante, en uno de sus puestos de trabajo menos reputados o el menor, ejerciendo en el Leicester, Ranieri se ha puesto de moda. “No sé si podemos ganar el título, pero es fantástico que nos hayamos ganado el poder hacernos la pregunta. En una época en que el dinero cuenta para todo, hemos dado esperanza a todo el mundo”, dice El Padrino, mesiánico.
Y es que el talento no brota por arte de magia, pero la confianza puede ser un reemplazo. Ranieri no cuenta con estrellas, al menos consideradas como tal hasta este curso, pero sí con un colectivo colmado de fe. El italiano es el profeta que ha impuesto el discurso que invita a la creencia. Esta, multiplicada, vale tanto o más que el talento y el dinero juntos. “Siempre digo a mis jugadores que deben encontrar la motivación dentro de sí mismos, ese fuego interno. Una oportunidad así no volverá”, reza. Lo saben el Arsenal, el Manchester United, el City y el Chelsea, que han acaparado durante los últimos 20 años todos los trofeos de liga. Ahora el Leicester está en condición de quebrar la historia reciente. Con nueve jornadas por delante, 5 puntos de ventaja sobre el segundo, el Tottenham, y un calendario favorable, el Leicester, su Padrino, sus títeres están en disposición de firmar sus mayores gestas.