vitoria - Los actos de reconocimiento al equipo campeón de la Recopa de Europa de 1996 vivieron ayer su penúltima etapa con la visita de los jugadores a su viejo pabellón Araba, una moderna infraestructura hoy que desde luego no era la que guardaban en la memoria. Ampliado en dos fases y acondicionado a los nuevos tiempos, los exbaskonistas asistieron a las explicaciones y recorrieron todas las entrañas del Fernando Buesa Arena con la atención de un visitante en un museo. Solo el carismático Marcelo Nicola, cómo no, rompía de vez en cuando el protocolo con continuas bromas y alusiones a sus compañeros. Al plan tour dispuesto por el club acudieron casi todos los integrantes de aquel equipo. Estuvieron el propio capitán, Ramón Rivas, Jordi Millera, Carlos y Juan Pedro Cazorla, Miguel Ángel Reyes, Ferrán López, Iñaki Gómez y el médico entonces, Jesús Seco, bautizado después por Nicola como Jesulín de Ubrique. Solo faltaron Jorge Garbajosa, que hoy sí estará presente en el homenaje previo al partido, Perasovic, que se encontraba de regreso desde Grecia, donde el viernes Baskonia perdió ante Olympiacos, y el malogrado Manel Comas, en cuya representación acudió su hijo Oriol, que protagonizaría después un emotivo discurso en nombre de su padre. El partido de ayer comenzó a las cinco de la tarde y como era preceptivo, los jugadores llegaron en el autobús oficial del equipo, que como pudieron comprobar, tampoco se parecía en mucho al que veinte años atrás utilizaban en sus desplazamientos. Antes de la tournée hubo comida previa alejados de los focos y ahí sí que se produjeron momentos de gran emotividad con abrazos sinceros entre camaradas de guerra y alguna que otra lágrima después de casi dos décadas sin verse. Metidos ya en faena, la expedición recorrió los vestuarios, los pasillos poblados de fotografías históricas del club, entre ellas la suya, claro, la zona de trofeos y hasta la sala de prensa, donde esta vez se sentaron al otro lado de la barrera.
Y también saltaron después al ruedo, con el consiguiente asombro ante un pabellón que desde su marcha ha triplicado su capacidad. Nicola no pudo reprimirse las ganas y enganchó un balón para emular algunos de los puntos que aquel 12 de marzo de 1996 ayudaron al equipo a lograr el título. Contemplaba la escena desde la zona de banquillos, y en un discreto segundo plano, Carlos Camahort, el hombre fuerte de Taullel que confió su futuro empresarial al sueño de Josean Querejeta durante 22 años. “Ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. El desarrollo del equipo coincidió con el desarrollo de nuestra empresa, que gracias a la repercusión tan enorme que tuvo en esos años pudo conquistar nuevos mercados”, reconoció el directivo.
Mientras tanto, los jugadores seguían a lo suyo. Iñaki Gómez, asiduo del Twitter, no paraba de inmortalizar cada detalle y momento con su móvil; Carlos y sobre todo Juan Pedro Cazorla, que hoy trabaja en las categorías inferiores del club, haciendo de cicerone con los foráneos; y Rivas, por momentos ido de felicidad, evocando aquellos días de gloria donde asumió el rol de padre espiritual de aquel vestuario que le encomendó Manel Comas.
Felicidad, mucha felicidad. Y también fotos, muchas fotos, y bromas antes de regresar al autobús, que les trasladó después hasta la segunda etapa del día, el restaurante del Bakh donde tuvo lugar un coloquio ante cerca de unos doscientos aficionados casi tan ilusionados como los propios protagonistas. “Gracias Ramón, contigo empezó todo”, le espetó uno de ellos cuando la inconfundible figura del puertorriqueño asomó por la puerta. Ahí le brillaron los ojos al bueno de Ramón, al que solo faltó ayer que le cantaran aquello del “Dale Ramón, dale Ramón”... No hubo sinfonía al respecto de Pep Cargol pero sí un recadito made in Rivas. “Nunca me pude desquitar con él como se merecía porque había mucha ilusión en aquella semifinal, pero bueno, con los ánimos de la gente lo llevé mejor...”, deslizó el pívot ante la atronadora ovación de los aficionados. Precisamente a éstos se dirigió después Ferrán López, que catalogó a la afición baskonista como “una de las dos mejores del mundo”, mientras que Millera recordó al paso que ellos ganaron en la cancha “pero el triunfo se gesto en la grada”.
ovación de gala para manel El agradecimiento continuó después en boca del resto sin embargo el recuerdo de la noche fue para el gran ausente, el muñidor del éxito con el que el club se hizo mayor, Manel Comas. Fue su hijo Oriol quien agradeció con emoción contenida el poso baskonista de su padre. “Después de perderme las dos finales anteriores, aquel día me dijo que estuviera en Vitoria porque tenía una corazonada y porque tenía, sobre todo, un sentimiento de deuda con todo el baskonismo. Y así fue. Le recuerdo muy nervioso antes del partido pero después, ya en la soledad, estaba muy tranquilo, como si le hubieran sacado algo de dentro... Ese día mi padre tocó el cielo”.