m anel Comas siempre ha sido una persona a la que sigo recordando muchísimo pese a que nos dejó hace unos años. He pasado momentos únicos con él porque era alguien que, por encima de otras consideraciones o que tuviera algún enemigo, amaba el baloncesto. Estuvo ahí hasta el final, fue un ejemplo típico de amor por este deporte. Con él, viví las tres finales de la Recopa disputadas por el antiguo Taugrés. Las derrotas casi las recuerdo más que las victorias porque las derrotas realmente le taladraban. Se podía pasar horas y horas maldiciendo aquella jugada en la que el balón se había escapado por la banda. Cuando nació Manel, estoy convencido de que a su madre no le dijeron ha tenido usted un niño, sino un entrenador de baloncesto. Fue de la escuela de la Penya de toda la vida. Podría contar miles de anécdotas sobre él. Hubo una época en la que le nombraron entrenador del Barcelona y una de las primeras cosas que hizo, por cierto, fue fichar a Marcelo Nicola. En la fase final del Campeonato de Europa de Barcelona, hacía la retransmisión de los partidos junto a Aíto García Reneses, que acababa de dejar de ser técnico del Barça y Manel, curiosamente, había sido nombrado su sustituto. Todos los días nos tomábamos los tres juntos el aperitivo y estaba prohibido hablar del Barcelona para evitar cualquier tipo de polémica. Seguían siendo íntimos amigos, como lo fueron siempre, pero sin hablar de un tema tabú. Era una persona entrañable, además obviamente de un gran entrenador en todos los lugares donde dirigió. No hay que olvidar que fue el primero que le hizo ganar un título europeo a la Penya y es una persona que ha marcado un hito en el basket español y será recordado durante mucho tiempo. Manel dirigió al primer gran TAU de la historia y con un quinteto extraordinario que ha quedado en la mente de todos: Millera, Perasovic, Nicola, Green y Rivas.