ZÚRICH - Cuatro días después de haber sido reelegido en una votación que le permitía seguir otros cuatro años más al frente del fútbol mundial. Sepp Blatter, de 79 años, anunció la convocatoria de congreso extraordinario para elegir un nuevo presidente, rindiéndose definitivamente a las presiones provocadas por los investigación federal a la que estaba siendo sometido en Estados Unidos. Cuatro días antes, el 29 de mayo de 2015, Joseph Blatter había renovado su mandato como presidente de la FIFA después de 17 años en el cargo, sobreponiéndose en las urnas (la familia del fútbol, solía decir, como su discípulo Ángel María Villar, en un indisimulado guiño cómplice a El Padrino) al coro de voces que pedían su marcha desde hace tiempo.

La continuidad de Blatter, ratificada en el 65 Congreso que la FIFA celebró en Zúrich, suponía la victoria más importante de su larga carrera como dirigente y, paradojas de la vida, su derrota más amarga.

Empeñado en mantener el timón de la nave futbolística hasta su definitivo relevo, el próximo viernes, Blatter se sintió legitimado a seguir al frente del tinglado, hasta que el Comité de Ética de la FIFA, criatura creada por el propio dirigente suizo que definitivamente se escapó a su control, decidió el pasado 21 de diciembre suspenderle durante ocho años de cualquier actividad relacionada con el fútbol. Decisión que se hacía extensible a su delfín, el expresidente de la UEFA Michel Platini, que sufrió idéntica sanción, impidiéndole de paso a participar en la competición para convertirse en el próximo presidente de la FIFA.

Platini, uno de los siete candidatos iniciales en la carrera presidencial, contaba con el apoyo casi íntegro de Europa (53 votos), de Asia (46), de Sudamérica (10) y algunos de África sobre un total de 209 votos.

El linaje También se quedaron en el camino el exjugador de Trinidad y Tobago David Nakhid y el liberiano Musa Hassan Bility, que no cumplieron los requisitos requeridos, y finalmente serán cinco los candidatos que el próximo viernes competirán para heredar el trono de Sepp Blatter.

La FIFA cambiará el rostro de su líder, pero el sucesor de Blatter tendrá que realizar un poderoso ejercicio de persuasión para disuadir al mundo de sus buenos propósitos para combatir la corruptela, gangrenada en el tejido de la FIFA. Todos ellos pertenecen a la familia y además son gente con linaje, requisito imprescindible para aspirar a la máxima dirección.

Guillotinado Platini, la UEFA ha depositado sus esperanzas en su secretario general, el ítalosuizo Gianni Infantino. Desde luego, Ángel María Villar, vicepresidente primero del máximo organismo futbolístico europeo y su presidente in pectore, declinó meterse en más líos porque, además, debería dar la cara en público y ante la prensa, algo que deplora.

El gran rival de Infantino parece ser Sheikh Salman, un jeque de la familia real de Bahrein, que teóricamente cuenta con el voto asiático y ha calado poderosamente en África, donde el multimillonario Tokyo Sexwale tenía su granero al amparo de su pasado luchador que le llevó a ser compañero de celda de Nelson Mandela. Pero su prestigio se ha resentido a causa de esos 10 millones de dólares que Sudáfrica traspasó como legado de su Mundial a la Concacaf, ¿en premio a su voto a Sudáfrica para que organizara el Mundial 2010?

El carácter de voto secreto y la eventualidad de que tenga el mismo peso electoral Islas Caimán que, por ejemplo, Brasil, da pie a todo tipo de confabulaciones. Así, el francés Jérôme Champagne, antaño gran amigo de Platini y luego enemigo irreconciliable, que dejó el tinglado de la FIFA en un gesto de dignidad, parece que pinta muy poco en este gran bazar futbolístico, Tampoco luce mejor para el príncipe jordano Alí Ben Hussein, el contrincante de Blatter en las últimas elecciones gracias, sobre todo, al apoyo europeo del que ahora carece. Tampoco lo tiene de Asia, que al parecer rinde pleitesía a otra eminencia, el jeque Salman.

Mientras tanto, la Justicia prosigue su cerco sobre la FIFA. La inhabilitación de Blatter y Platini por 1,8 millones de euros que el primero pagó al segundo sin el recibo correspondiente y por un trabajo sin demostrar es la punta del iceberg. Más de 30 dirigentes de la FIFA, Concacaf y Conmebol están acusados de corrupción por parte de la fiscalía general de Estados Unidos, que asegura tener pruebas de millonarios sobornos en la venta de derechos televisivos y de compra de votos electorales y para designar las sedes de los Mundiales, desde Alemania 2006 hasta Catar 2022.