Una de las últimas imágenes de Tejay Van Garderen es la de un lamento, el llanto de un desvalido, colapsado, hueco de fuerzas, camino de Pra Loup. Aquel día de julio, en medio del Tour que pedaleaba desde la tercera plaza, su organismo, retorcido por el esfuerzo, le arrancó del sillín y le dejó sin dorsal. La carrera más inclemente le mandó a casa entre sollozos. Deportado. El norteamericano de la sonrisa fácil, con ese aspecto de estudiante universitario de clase media, supo lo despiadada que es la carrera francesa. Como a tantos otros, a campeones o anónimos, le recordó que nadie es más fuerte que la leyenda del Tour. Desde que la salud le descabalgara, Tejay empezó a reconstruirse para tomarle el pulso a la Grande Boucle, que es un bucle infinito. Siempre presente. Nunca descansa. Oficialmente el telón de la ópera francesa se alza con la chicharra de julio, que es cuando empieza a correr la liebre, pero en el ciclismo moderno todos salen disparados, como los galgos en el canódromo. En Argentina, Nairo Quintana se dejó ver; en Australia, Chris Froome marcó territorio y Contador, recién incorporado a la competición, calienta estos días en el Algarve. Tejay Van Garderen no pertenece aún a esa estirpe, pero se aproxima y como ellos pretende dejar su huella cuando la primavera es una ensoñación. El invierno sirve para lanzar mensajes. El norteamericano, que merodeó un par de años el podio del Tour, quiere entrar en la cajonera de los Campos Elíseos para saludar a la historia. Así que se deshizo del recuerdo sombrío de julio y disfrutó del sol en Alhaurín de la Torre. Era día de relojes ayer en la Vuelta a Andalucía, la contrarreloj que quería Mikel Landa para testar sus progresos en la especialidad, un examen que el rigor del invierno le impidió al laminarle las defensas. Tejay Van Garderen fue el mejor, el más exacto, en el trazado de 21 kilómetros que contenía un repecho que sirvió de depuradora. El norteamericano es el líder del BMC, un equipo con licencia estadounidense pero que tiene su sede en Suiza. Es la mejor escuadra del mundo contra el reloj. Lógico. Relojeros en una cuestión de tiempo. Redundancia. Van Garderen, longuilíneo, bien perfilado, se encaramó al liderato al batir por un par de segundos a Wilco Kelderman, que pasa a ser su principal rival. Algo más tardó Coppel, un especialista. De Ben Swift, el líder, apenas hubo constancia en un trazado exigente y bamboleante.

Aunque exigua la renta, a la espera del epílogo de la Vuelta a Andalucía en el áspero puerto de Peñas Blancas, -16 kilómetros de ascensión al 6% a modo de remate de la etapa reina (con dos puertos de 2ª categoría, uno de 3ª y dos de 1ª)- Van Garderen alzó la voz y dejó constancia de su clase y fortaleza. En la esgrima por el trono que ocupa Van Garderen, además de Kelderman, aguarda la espada de Wouter Poels -ganador de la Volta a la Comunitat Valenciana tras su proteínica ascensión a Xorret de Catí-, que amenaza al norteamericano, que cuenta con un cojín de 20 segundos. A esa distancia se encuentra Samuel Sánchez, escudero del norteamericano, y Valverde, que fluctúa a 22 segundos.