RÍO DE JANEIRO- A menos de doscientos días para que arranquen los primeros Juegos Olímpicos en Sudamericano, los organizadores de Río de Janeiro 2016 no ven la luz tras repetidas piedras en el camino. La epidemia del virus zika amenaza a Brasil, que en pocos meses albergará el evento deportivo más multitudinario del planeta. Los dirigentes del país carioca son conscientes de lo que se juegan. Las continuas polémicas por los retrasos en las obras de muchas infraestructuras son pecata minuta en comparación con los daños colaterales que puede generar el zika. Algunas delegaciones, como la de Estados Unidos o Kenia, ya han advertido de que si la seguridad de sus deportistas no está garantizada, darán total libertad a sus representantes para acudir o no a la cita olímpica.
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, llamó ayer a la calma. “Tenemos consciencia de una cosa: tendremos Juegos Olímpicos y estamos en este proceso con una acción dirigida a eso. El zika no compromete la realización de los Juegos. El virus provoca daños graves en mujeres que están en gestación y algunas ciudades tendrán prioridad como Río de Janeiro”, destacó Rousseff después de visitar una comunidad para lanzar una campaña de acciones preventivas. Bajo el lema Zika zero, más de 200.000 miembros de las Fuerzas Armadas se han desplegado por todo el país para concienciar a la población. No hay que olvidar que la Organización Mundial de la Salud ha considerado a este brote como una emergencia sanitaria. Brasil confía en que la llegada del invierno austral y el gran operativo puesto en marcha por las autoridades para luchar contra el mosquito conseguirán mermar la proliferación del virus.
Los Juegos, que se celebrarán del 5 al 21 de agosto, tampoco peligran para el presidente del Comité Olímpico Internacional. Thomas Bach aseguró el viernes que confía “plenamente” en las medidas implementadas por las autoridades brasileñas y las organizaciones sanitarias para combatir el brote del virus, que es transmitido por la picada de un mosquito. “Ningún comité olímpico tiene intención de retirarse de los Juegos de Río. Confiamos plenamente en todas las medidas implementadas por las autoridades brasileñas”, afirmó el máximo dirigente del COI en un acto antes de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos Juveniles de Invierno en Lillehammer, Noruega.
Un mensaje que choca con el lanzado a principios de semana por el jefe del Comité Olímpico de Kenia, el exatleta Kipchoge Keino: “Obviamente, no vamos a arriesgar teniendo keniatas allí si este virus Zika alcanza niveles de epidemia”. Sin Kenia, el atletismo perdería uno de sus mejores competidores. El país africano cuenta con algunos de los mejores corredores de media y larga distancia del mundo y ya encabezó el medallero en los últimos Mundiales de Pekín de 2015. La propia Mireia Belmonte, la principal baza de la delegación española para lograr medalla, ha puesto en duda su participación si no se puede frenar la epidemia: “Si mi salud corre peligro, me pensaré no acudir a los Juegos de Río”.
Retrasos y aguas contaminadas Además de con el zika, los organizadores de los Juegos de Río tienen que capear con infinidad de problemas. Cuando el 7 de septiembre de 2007 Brasil presentó su candidatura formalmente ante el COI, el país sudamericano, presidido entonces por Luiz Inácio Lula da Silva, exhibió un plan virtual, donde más de la mitad de las instalaciones se encontraban por hacer. Solo diez de las treinta y tres instalaciones previstas estaban acabadas. Para la construcción de los emplazamientos y la creación de una nueva red de transportes, el gobierno destinó un presupuesto de 12.000 millones de dólares, que poco a poco ha ido creciendo ante el malestar social.
El alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, intensifica sus comparecencias públicas para relajar los ánimos. Hace unos días aseguró que las instalaciones de hípica y tenis, por ejemplo, dos de las obras más atrasadas, estarán acabadas a tiempo pese al retraso producido por la rescisión de los contratos con sus constructoras. El punto de mira está ahora en el velódromo olímpico, que hasta este mes no recibirá parte de los materiales que necesita para finalizar las obras. Según el último balance oficial de obras, del pasado enero, el velódromo se había concluido en un 80 %, lo que la convierte en la instalación deportiva más atrasada para los Juegos.
Otro punto negro es el tema de las aguas contaminadas. Un informe elaborado por la Universidad de Novo Hamburgo dio la voz de alarma. La Bahía de Guanabara y la Laguna Rodrigo de Freitas, donde se celebrarán los campeonatos de vela, remo, triatlón y natación, presentan “niveles peligrosamente altos de virus y bacterias de aguas residuales”. La Organización Mundial de la Salud recomendó al COI que analizara la calidad del agua.
Además, teniendo en cuenta la actual amenaza terrorista global, Río de Janeiro se blindará durante los Juegos. Cerca de 85.000 policías y militares se encargarán de velar por la seguridad de los deportistas y turistas. “Esta será la operación de seguridad integrada más grande vista hasta la fecha”, según detallan desde el Ministerio de Justicia brasileño. De lo que no hay duda es de que Brasil pondrá todos sus medios para que el espíritu olímpico sea el único protagonista.