desde la última sesión de quimioterapia, todo ha ido hacia adelante. A las dos semanas fui al fisiólogo, me hizo una prueba de esfuerzo y un plan para llevar a cabo todos los días en el gimnasio. Simplemente el ir a hacer esa prueba fue como un “desbloqueo” para mi cabeza. Iba a ser lento, muy lento, pero ya había empezado. Y a mi cabeza entraron otros pensamientos en forma de preguntas: ¿cuándo podría entrenar normal? ¿Cuándo podría empezar a jugar? ¿Llegaré a algún final de liga para poder jugar un partido? Hace dos semanas empecé a entrenar, yo sola. Tiro, de lado a lado con balón, algún cambio de ritmo? poca cosa. Fue el peor entrenamiento de mi vida. Entraba a canasta, acababa la bandeja y me quedaba con la sensación de “¡Pero qué haces Sara!”. El cuerpo no acompaña, las piernas no están duras, la velocidad que tenías a la hora de jugar ha cambiado. Tu cabeza y tus ganas van a un ritmo, pero tu cuerpo va totalmente a otro. Y en ese momento me di cuenta de que iba a ser mucho más duro de lo que me imaginaba. Te imaginas que vas a estar físicamente lamentable, que no vas a poder jugar como jugabas desde el día 1, pero ni por asomo pensaba que iba a tener la sensación de no reconocerme. De saber que todo lo que eras ya no lo eres, que no quiere decir que no lo vuelvas a ser, y estoy segura de que poco a poco y entrenando lo seré, pero yo creo que lo más duro que le puede pasar a una jugadora es no reconocerse a sí misma en el campo. Darte cuenta de que no es que no quieras hacer lo que hacías, sino que no puedes. De que en tu cabeza lo estás haciendo, pero tu cuerpo va 100 pasos por detrás. De que tu baloncesto ya no es el que era y de que va a costar mucho recuperarlo. Gracias a que tengo gente cerca que me pone los pies en la tierra las “hostias” son menos fuertes. Por supuesto estaba avisada de que iba a ser así, pero hasta que no lo ves tu misma no te lo crees. No te imaginas que tu cuerpo vaya a estar tan mal, claro que luego te pones a pensar el veneno que te han metido durante seis sesiones y lo asimilas un poco más, o más bien te resignas a saber qué es lo que hay. No ha habido día que alguna compañera no me haya preguntado cómo estoy y cuando me enteré de que ya no había ni rastro del cáncer se alegraron como si de ellas se tratase. En el baloncesto no todo se trata de jugar bien ni de tener calidad (todo influye claro está, y en esta categoría aún mas), sino de ser personas y compañeras. Un equipo puede ser muy bueno, pero si no está bien fuera de la cancha, dentro se desmorona. Y en ese aspecto, Araski es un equipo increíble. No tengo suficientes palabras de agradecimiento por todo lo que se ha preocupado la gente. Muchísimas gracias de verdad. Dentro de poco estaré dando mucha guerra, y doy mucha, los que me conocen lo saben.