Legazpi - Colgado en el tablón de anuncios de los deseos desde antes de que amaneciera la carrera, pregonó Aitor Hernández (Specialized-Ermua) su anhelo de conquista del Campeonato de Euskadi, que era propiedad de Javier Ruiz de Larrinaga (MMR Spiuk), hasta que dejó de serlo en Legazpi, donde Hernández accedió al trono para sumar su tercer laurel vasco. El recorrido hasta ese instante, la ceremonia de coronación, lo realizó el vizcaíno subido al sillín de la solvencia. Su carrera, sin mácula, se describe en los manuales de estilo: arrancar, darse a la fuga y vencer en solitario. A ese modelo se alistó el ciclista vizcaíno para obtener una victoria incontestable. Su máximo competidor, Javier Ruiz de Larrinaga, solo pudo seguirle con prismáticos. Julen Zubero (MMR), tercero, tampoco pudo resistir el vuelo de Aitor Hernández, firme desde el prólogo hasta el epílogo. “Desde el principio me he sentido muy bien, muy cómodo sobre la bici. El objetivo era ganar y se ha conseguido, pero también tenía que pelear por recuperar sensaciones y ritmo de carrera, y también lo he conseguido”, expuso el ermuarra, que se acomodó mejor que ningún otro a un trazado curveado y seco, un circuito que devoró con velocidad y efervescencia desde la arrancada.

“Ha sido una buena carrera, estoy contento con el resultado, porque es además un título importante”, destacó Aitor Hernández, otra vez campeón. Compitió el vizcaíno agarrado al brillo de la chispa, esa lumbre que negó alumbrar a Javier Ruiz de Larrinaga, ojeroso su pedaleo, raído por el cansancio acumulado entre la carrera del sábado en Zolder y el largo viaje de regreso, un retorno que le dejó en casa a las 4.00 horas de la madrugada, apenas nueve horas antes del comienzo del Campeonato de Euskadi. La fatiga estaba impresa en el dorsal del alavés, al que le faltó el empuje necesario para poder rastrear a Aitor Hernández, que se elevó varios cuerpos por encima del resto. “Ya sabíamos desde antes de afrontar este fin de semana que esto podía suceder”, se sinceró Larrinaga, que a pesar del plomo que cargaba en las piernas, no regateó en el esfuerzo y se empeñó en la defensa del título. “En carrera iba sin mucha chispa, con esa falta de fuerzas normal por los viajes, la falta de descanso... pero era algo que asumíamos como riesgo antes del fin de semana”.

sin sobresaltos Necesitaba Ruiz de Larrinaga una pizca de tregua, una carrera más diesel que gasolina para emparejarse al vizcaíno. Sucedió que Aitor Hernández no tenía la intención de un entente cordial. No se desvió ni una pulgada de su hoja de ruta. Apretó a fondo en cuanto pisó la tierra seca de Legazpi. Sin barro, un elemento condicionante, determinante en ocasiones, la carrera era un Himalaya para Ruiz de Larrinaga porque se imponía el ritmo de un rock&roll. Eso impulsaba a Aitor Hernández mientras que menguaba a Larrinaga, que combatía con el vizcaíno y con las circunstancias. “Ha perjudicado también que el circuito estaba sequísimo y era un arranca-para continuo, donde no podías dar relevos largos e ibas todo el rato entre curvas, así que la situación de partida desde luego no era la mejor.” Tampoco lo fue en el resto de la carrera, territorio de Aitor Hernández, que lució su tercera corona en Legazpi.