londres - Dios salve a Andy Murray. Con el permiso de Su Majestad, el himno de Gran Bretaña debe honrar por un día a Andy Murray, el hombre que ha devuelto el orgullo al tenis británico. El número 2 del mundo cumplió con la responsabilidad que había contraído y cerró ayer un curso perfecto en la Copa Davis para que la ensaladera viaje a suelo británico por décima vez en la historia, pero tanto como 79 años después de la última. El tenista de Dunblane ya rompió en 2013 la larguísima sequía de títulos de Gran Bretaña en Wimbledon y ayer volvió a recoger la herencia de Fred Perry para cerrar un año perfecto en el torneo que le mete en la leyenda. Murray ha sumado ocho triunfos individuales en ocho partidos, algo que solo habían hecho antes John McEnroe y Mats Wilander, y además añade tres triunfos en dobles para un 11-0 que explica la razón de que Gran Bretaña haya vuelto a ganar la Copa Davis.
Ayer, no dio ninguna opción a David Goffin ni a la animosa afición belga: 6-3, 7-5 y 6-3 en dos horas y 54 minutos. El número 16 del mundo es un excelente jugador, claro, pero le faltan esos golpes diferenciales que distinguen a los grandes. No en vano, el jugador de Lieja solo lleva una victoria en 24 partidos jugados ante rivales del Top10. En el cuarto punto de la final, luchó todo lo que pudo, pero Andy Murray era una pared furibunda, hipermotivada ante la posibilidad de poner sobre él los focos que normalmente son para otros. El escocés devolvió todas las bolas, sacó de manera excelente para ceder solo cinco pelotas de ruptura a Goffin y fue letal en todos los puntos decisivos. El último de todos, en el que devolvió una bola casi imposible desde la línea de fondo para superar después al belga con un globo impecable, resumen esta final y esta Copa Davis que ha sido la de Andy Murray.
“Nunca había pensado en tener la oportunidad de conseguir este título de esta manera, de cerrar el título en uno de mis individuales. No me lo creo. He aprendido mucho de esta final”, resumió el nuevo héroe del tenis británico, 79 años después de Fred Perry. - Roberto Calvo