vitoria - Hace tres años pocos eran los que conocían a Iván Fernández. Más allá del círculo del atletismo local, su identidad no pasaba de ser un nombre y un apellido comunes que se diluían entre el pelotón sin conseguir destacar especialmente. Sin embargo, el 2 de diciembre de 2012 todo cambió de repente como consecuencia de una poco frecuente conjunción de azar y nobleza. Un acto espontáneo e inesperado que sacó a relucir el perfil más altruista del corredor vitoriano.

Cuando faltaban apenas quinientos metros para la conclusión de la XXI edición del Cross Internacional de Burlada, el dúo que había encabezado la carrera durante varios kilómetros se rompe como consecuencia del demarraje del keniano Abel Mutai, que se escapa del que había sido hasta entonces su compañero, precisamente Iván Fernández. Con el triunfo asegurado, el africano se para de repente al creer -de manera errónea- que ya ha sobrepasado la llegada. Una maniobra que, lógicamente, permite al alavés llegar hasta él. Cuando todo el mundo espera que aproveche el desconcierto de su rival para sobrepasarlo y hacerse con la victoria, se produce la segunda gran sorpresa de la matinal. En vez de buscar su propio beneficio, indica a su oponente que debe avanzar aún unos metros y casi a empujones le permite entrar en primer lugar.

Pues bien, ese gesto que a priori suponía actuar en contra de sus propios intereses se convirtió en el punto de partida del gran despegue del atleta vitoriano. A partir de ese instante su nombre dejó de pasar desapercibido para situarse entre los más solicitados en todos los ámbitos. Pero es que no le reportó únicamente fama y reconocimiento unánime. Además, le sirvió de impulso para experimentar un imparable crecimiento en su trayectoria deportiva. De esta manera, los resultados positivos comenzaron a ser cada vez más frecuentes y prácticamente cada vez que se calzaba las zapatillas lo hacía para desempeñar un papel protagonista fuera cual fuese el escenario.

Ahora, tres años después aquello, Iván Fernández regresa al origen de todo. Y es que esta mañana tomará parte en la XXIV edición del Cross Hiru-Herri de Burlada, el mismo que permitió su descubrimiento por el gran público. Una cita a la que no había vuelto a acudir desde aquellos inolvidables momentos y que, como es comprensible, despierta unos sentimientos muy especiales en su interior. “La verdad es que sí que me hace especial ilusión esta carrera, no voy a mentir. Han pasado tres años, recordar el circuito donde ocurrió todo, ver a la gente de Burlada... Si dijera que es un cross igual que otro estaría mintiendo. Estoy muy agradecido a todo el mundo y a todas las personas por aquello que pasó y muy contento de tener la oportunidad de correr otra vez y volver allí. Estos tres últimos años no he podido participar porque estaba preparando el campeonato de Europa pero este año el objetivo es otro, se me propuso la idea de poder correr allí y la verdad es que ni me lo pensé. Es muy especial para mí, me hace mucha ilusión y es un vínculo que llevo y que llevaré durante el resto de mi carrera deportiva”, reconoce.

La “inmortalidad” de Carlin Unas sensaciones que resultan completamente lógicas teniendo en cuenta la enorme trascendencia que ha tenido un gesto que surgió de la impulsividad -“Hice lo justo. Estaba claro que él había sido más fuerte que yo y merecía ganar. En esos momentos actúas como te dicta el corazón, no piensas en las posibles repercusiones”, confesaba algún tiempo después- pero que lleva aparejados unas valores muy poco frecuentes hoy en día (y menos aún dentro del deporte profesional) que le han reservado un pequeño hueco en la historia. Así lo reconocía hace unos meses el prestigioso escritor y periodista deportivo John Carlin en una entrevista con este periódico. “No es habitual pero demuestra que ganar no es todo y que hay grandeza mayor que ganar en el deporte. Muy de vez en cuando se dan casos así y esos deportistas logran un punto de inmortalidad que va mucho más allá de vencer ese partido o en esa carrera. Con ese gesto se demuestran valores humanos que nos enaltecen a todos y que la gente valora en gran medida. Si Iván Fernández hubiera ganado en Burlada probablemente no se habría vuelto a hablar de él pero lo que hizo le dio la inmortalidad”, significó.

Con esta emotiva carga a sus espaldas, el atleta vitoriano afrontará esta mañana el reencuentro con el escenario que dio inicio a su mejor sueño. Aunque, en lo estrictamente deportivo, la situación es bien diferente. Porque Fernández tiene entre ceja y ceja lograr el pasaporte para los Juegos de Río 2016 y para ello quemará sus últimas naves en el maratón de Sevilla, su gran objetivo del año. Una preparación que le impide afrontar a tope la temporada de campo a través. “Este año la idea es llegar al máximo al maratón del 21 de febrero y está claro que no se puede preparar bien ambas cosas así que para el cross vamos con retraso. Se me va a hacer bastante duro pero a principio de temporada ya lo sabíamos y también tengo que decir que el cross me viene muy bien para preparar el maratón porque te da mucha fuerza”, explica.