mucho tiene que echar la vista al retrovisor Mikel Urrutikoetxea para encontrar similitudes a su situación en la mano profesional. El delantero de Zaratamo, cuando mira las hemerotecas, tiene que alcanzar el año 1953 para comprobar quién fue el único vizcaíno en liza en una final del Cuatro y Medio. Fue José Luis Akarregi (Lekeitio, 11-IX-1923), que acabó ganando la competición en la primera aparición de la modalidad. Fue ante Bolinaga por la mínima en un día legendario en el frontón Gros de Donostia y en un torneo en el que se fajaron los mejores cuatro delanteros de la época. Akarregi quedó campeón aquel día.

“Mi padre fue un pelotari muy reconocido y formó parte de la época dorada de la pelota a mano. No ganó ninguna txapela del Manomanista, aunque llegó a tres finales. Dentro de los manistas, se le considera uno de los grandes”, recuerda su hijo José Luis (Eibar, 29-III-1967). El eibartarra hojea la historia de su aita con mimo, como lo hizo hace “un tiempo ya” en una página web en la que quiso plasmar toda la historia del gran Akarregi, del que anunció su Leyenda y al que confiesa que podría definir esta frase: “Un gran pelotari en la cancha, un gran hombre en la vida”. “Todo el mundo comentaba eso de mi aita, que era una gran persona”. De la generación del lekeitiarra fueron Miguel Gallastegi, Atano III, Barberito, Chicuri... “Don Miguel y él eran amigos íntimos. Tenían mucha unión. Fueron rivales en la cancha, compañeros y fueron conocidos los desafíos de ellos dos o contra tres o solo con la zurda”, analiza el eibartarra, todo fruto de las historias que le contaba su aita. “Esa transmisión de padre a hijo es bonita, pero para mí lo más importante es el momento en el que me contó esas cosas. Apuntaba en un cuaderno las historias que me narraba”, declara.

Cuenta que la vida de Akarregi, nacido en la plazuela de Gamarra, estaba cosida al cuero, que siempre fue al frontón, sin remisión, sin excusas. “Empezó desde pequeño, pero hubo una época en la que le dijeron para ser manista y prefirió dedicarse a la cesta, porque era la modalidad que más posibilidades tenía”, certifica. Eran tiempos grises, tiempos de hierro, de posguerra, en el que el jai alai podía tener más tirón y llenar los bolsillos y el buche de toda la familia. Eran ocho hermanos, así que no se lo pensó. “Era un adolescente, de catorce o quince años, y se cogía varias veces a la semana la bicicleta e iba de Lekeitio a Markina con ella. Eso le marcó como pelotari y como deportista. Ejercitó las piernas y eso se le notaba en la cancha”, admite. Y es que, ya lo plasmaba el dicho: “Para ser buen pelotari hay que tener el arte de Onaindia, el saque de Atano y las facultades de Akarregi”. Los años a dos ruedas le dotaron de una capacidad de sacrificio superior a la del resto. Cuando volvía a su pueblo, en el frontón le esperaban para jugarse unos duros pelotaris que querían imponerse al ídolo local. Estaba abarrotado. “Se hacían desafíos y se jugaban el dinero por él. Se llevaba una parte. A mi padre le encantaba jugar a pelota, pero lo hacía por ganar dinero también. Lo pasaban mal por la posguerra. Pasaron épocas en las que se tuvo que dividir la familia”, manifiesta.

Pero la leyenda empieza antes. Cuando estalla la guerra. “Aita estaba en el campanario de la Iglesia de Santa María de Lekeitio cuando vio pasar unos cuantos aviones en formación. Iban en dirección a Gernika. En aquella época era algo muy raro. Entonces, oyeron las bombas. Fue horroroso”, rememora José Luis, quien recuerda que entonces a su aita le mandaron a Santurtzi embarcado, donde “estuvo algunos meses”. Tiempos de pánico. Acabó en Gasteiz, viviendo durante dos años junto a su tío León Zapirain, que era canchero del frontón de la ciudad y pelotari profesional. “Allí tuvo la oportunidad de conocer a los pelotaris que estaban entonces arriba: Onaindia o Txikito de Iraeta, con los que entrenó hasta subir su nivel”. Después, fue cuando regresó a Lekeitio y empezó a ir a jugar a Markina. “Podía haber sido puntista profesional sin problemas”, analiza José Luis. Akarregi era un deportista total. Evoca su hijo que “el Athletic de los años cuarenta le ofreció un puesto de defensa si lo quería”. Pero no. La pelota era su mundo. “Los de casa y las empresas acabaron por convencerle para que volviera a la mano, que podía dar el salto”, confiesa. “Lo cierto es que tuvo mucha suerte con la gente con la que se rodeó desde crío, porque al párroco de Santa María le gustaba mucho la pelota y al coronel de la mili, también. Entonces, tenían un poco de manga ancha”, dice José Luis.

La fama se fue extendiendo: primero en unos desafíos y luego en otros más grandes. Corrió como la pólvora el nombre de Akarregi en los mentideros manistas. “El momento álgido fue cuando Miguel Gallastegi, que estaba en su mejor momento de pelota, hizo un mano a mano con él en Ondarroa. De repente, pasó a ser el ídolo de Lekeitio. Fue toda la afición al frontón en barcos y mi aita volvió en uno. Tuvo la suerte de ganar mano a mano al eibartarra”, sostiene José Luis. Les esperaba una buena “fiesta” en el pueblo con la banda de música. De repente, un héroe. Inició así su despegue en el campo profesional el 29 de julio de 1945.

Otra de las peculiaridades del primer campeón del Cuatro y Medio fue que comenzó su carrera en los cuadros largos. “Vieron sus facultades y los empresarios se dieron cuenta de que había que ponerle cerca del frontis”, explica su hijo. Fue en un envite en Markina, en el que jugaba con Kortabitarte ante Bolinaga-Gallastegi. Ganó y demostró “las artes que tenía de delantero”. Nunca más volvió atrás. Lo definirían como “elegante y artista”. “Un detalle bonito era que cada vez que iba al frontón él no llevaba a nadie con él. Siempre había niños fuera queriendo entrar; así que cogía a dos, a cada uno les daba una bolsa y decía que eran sus ayudantes. Así, los dos chavales se quedaban viendo todo el festival”, revela.

Respecto al Cuatro y Medio de 1953, el puntillero fue invitado junto a los otros tres puntilleros más destacados del panorama. Fueron él, Barberito, Bolinaga y Ogueta los que se fajaron. En las semifinales, ganó el guipuzcoano al riojano sus dos envites; mientras que Akarregi se enfrentó al gasteiztarra. A doble vuelta, triunfó el vizcaíno en el primero 22-10 y perdió en el siguiente 22-13. Pasó a la final contra Bolinaga, al que levantó un 19-11 y un 21-17 para acabar ganando el trofeo, porque entonces solo había txapela del Manomanista, en el frontón Gros de Donostia. “No era de los que iban narrando las aventuras; pero disfrutó como un campeón”, admite José Luis. Rememora, además, que “tuvo que dejar la pelota después de romperse la clavícula izquierda en una alcanzada en el txoko. Su zurda, que era bastante buena, no volvió a ser la misma”. Debutó con 17 y se retiró con 36. “Mis hermanas mayores dicen que era una delicia verle jugar en los momentos más competitivos”, cuenta.

El entrenamiento del lekeitiarra, según analiza la familia, se fundamentaba en largas caminatas, la caza y un rato en el frontón. “El talento le venía de serie y las facultades eran innatas. Después, se comía una buena chuleta y unas sopas de leche con pan”, remacha.

EL DESPUÉS Tras su retirada, José Luis Akarregi ejerció de seleccionador de material junto a Atano X. “De entonces tengo recuerdos muy buenos. Yo era un chaval y mi padre me llevaba con él a los frontones. Siempre estaba en el meollo”, asume José Luis, quien recuerda que todo el mundo “paraba por la calle” a su padre. “Me llevaba a las elecciones y así no iba al colegio. Además, pasaba mucho tiempo con los pelotaris e íbamos oyendo la música que yo quería escuchar. Me llevaba muy a menudo, porque tenía la ilusión de que su hijo fuera pelotari. Yo hice mis pinitos”, analiza el eibartarra, que sobre todo recuerda la última época en la que estaban ya “Galarza, Tolosa, Retegi...”. Atano X y él abandonaron el puesto de seleccionadores en aquellas fechas por “controversias con el material”. En los últimos tiempos, “ya se había acostumbrado” y siempre quería que ganase “el que iba perdiendo”, para que el partido durase más. “Tenía pasión, le daba igual el pelotari que jugara”.

Así las cosas, en Lekeitio, después de ponerlo en lo más alto con sus artes de manista inteligente, dejó un buen legado. La escuela de la localidad lleva su nombre y “siempre le han hecho buenos homenajes. Dentro del pueblo fue uno de los deportistas más reconocidos”.

LEGADO FAMILIAR “Siempre ha vivido por y para la pelota. Cuando había que organizar cualquier cosa para las ikastolas o para cualquier asociación, allí estaba él. Además, fue uno de los socios fundadores de Pilotarien Batzarra, para fomentar la historia de la pelota y los pelotaris. Toda su vida estaba relacionada con la pelota”, confiesa José Luis. Así era Akarregi, vivía por y para el cuero. Toda su vida giró como él. “En la familia estamos súper orgullosos de mi aita. Pero no porque fuera pelotari y uno de los mejores, sino porque gracias a él y a mi madre somos como somos. En la familia ha creado pasión. Se fue en febrero de 2012 y pasamos un trago duro”, añade José Luis.

Mientras, en la familia Akarregi, la mano ha sido una constante. “Hemos vivido la pelota de manera muy intensa gracias a mi padre. En las comidas se hablaba de pelota, en la tele había que poner pelota, las copas? Estábamos acostumbrados”, finaliza José Luis. Se le llenan las palabras de emociones mientras recorre las fotos de la historia, recuperadas con el paso de los años porque “mi padre acostumbraba a dejárselas a todo el mundo”. El vizcaíno todoterreno, primer campeón del Cuatro y Medio y, por ahora, único. Todo hombre y leyenda.