Vitoria - El gran icono mundial del rugby se apagó ayer en Auckland sumiendo a Nueva Zelanda y a todos los amantes de este deporte en el llanto. El jugador más importante de la historia de la disciplina del balón ovalado se apagaba a los 40 años. A toda velocidad, como fue una carrera excepcional marcada por una enfermedad renal que le impidió ser incluso más grande todavía. Y eso es mucho decir cuando se habla del mayor portento de la historia del rugby, al que solo se le negó el éxito en la Copa del Mundo. Sus 196 centímetros y 120 kilogramos arrollando rivales a la carrera son parte del imaginario colectivo. Como el gol de Maradona a Inglaterra. Como The shot de Michael Jordan. Como el golpe fantasma de Muhammad Ali a Sonny Liston. El rugby fue ayer más all black que nunca por la pérdida del mito que trascendió al balón y al que solo la vida -sufría una enfermedad degenerativa en el riñón que le obligó a retirarse con 28 años-, aunque ayer no trascendió la causa de su muerte, fue capaz de placar.

Un cuerpo colosal Lomu marcó un antes y un después en la historia de su deporte. Y eso es algo al alcance de muy pocos. Y menos con veinte años y cuando su carrera no había hecho más que empezar. Por corpulencia y fuerza -en el instituto era el mejor en 100 metros lisos y vallas, 200 metros, 400 metros, disco, peso, jabalina, longitud, altura y triple salto-, estaba llamado a ser delantero. Pero acabó actuando como ala. Y ahí se labró su inconmensurable leyenda. La de un tren de mercancías capaz de arrollar a sus rivales a base de fuerza y velocidad. La potencia de 120 kilos de músculo que podían recorrer cien metros en 10,8 segundos. Un punto de ruptura en las leyes físicas que marcaban el rugby y que le convirtieron en un jugador imparable que intimidaba a sus rivales. Porque si impresionantes eran sus carreras, no menos pavor provocaba verlo interpretar el Haka de los guerreros maoríes antes de los partidos de Nueva Zelanda.

Su aparición en el escenario internacional se produjo en 1994 con apenas 19 años. En 1995 ya era leyenda gracias a su sensacional actuación en la Copa del Mundo. Y eso a pesar de quedarse a las puertas de un título que se quedó en Sudáfrica y que supuso uno de los grandes hitos de la Historia. En el estadio Ellis Park de Johannesburgo, auspiciados por Nelson Mandela, los Springboks conseguían unir definitivamente un país roto por el apartheid y apartaban a Lomu del título -la final se fue por primera vez al tiempo extra y Joel Stransky convirtió el drop que derrotó a los de negro 15-12- que se le acabaría resistiendo al fracasar también en 1999. Antes de la final, el propio Mandela tuvo unas palabras con el once de los All Blacks, una anécdota recogida en el libro de John Carlin, El factor humano: “Tuve la imagen de Mandela dándome vueltas por la cabeza durante todo el partido”.

“Fue la primera estrella del rugby profesional en un momento en que el deporte necesitaba una cobertura mediática y el reconocimiento de los patrocinadores. La combinación de la profesionalización del rugby y la explosión de Jonah Lomu en el campo fue perfecta para el futuro del deporte”, explicó en un documental en 2013, el presidente de World Rugby, Bernard Lapasset, asegurando que Lomu había revolucionado este deporte.

La ausencia del gran título en su palmarés no eclipsa, sin embargo, la trascendencia de Lomu en la Copa del Mundo. En su estreno marcó el récord histórico de ensayos en un torneo con siete transformaciones. Entre ellos, los cuatro que anotó en semifinales contra Inglaterra. Y dentro de estos, el que será históricamente recordado cuando se llevó por delante a Mike Catt. Pero incluso su tope se quedó pequeño cuando en la cita de 1999 logró ocho ensayos que le convirtieron en el jugador con más anotaciones de la historia del máximo torneo --el sudafricano Bryan Habana igualó esos quince ensayos en el último Mundial aunque con siete partidos más y las ocho anotaciones suponen también el tope, empatado con Habana y su compatriota Julian Savea-, aunque entonces no le sirvieron ni siquiera para alcanzar el podio.

Enfermo del riñón Pero entre sus dos mayores exhibiciones internacionales, Lomu había iniciado su particular batalla contra la enfermedad. A finales de 1996 le diagnosticaron síndrome nefrótico, una enfermedad degenerativa de origen genético que afectaba a sus riñones. Optó por la diálisis como tratamiento para evitar el trasplante y aún mermado físicamente por una medicación muy agresiva siguió marcando diferencias gracias a su espectacular físico. Pero la enfermedad ganó al deportista -perdió movilidad en el tren inferior y a punto estuvo de quedarse en silla de ruedas- y en 2003, con solo 28 años, desaparecía de la selección de Nueva Zelanda, a la que trataría de regresar sin éxito tras un trasplante -el riñón fue donado por Grant Kereama, un presentador de una radio de Wellington- en 2004 que tampoco salió bien. El riñón fue rechazado en 2011, lo que supuso su vuelta de nuevo a la diálisis, tres días a la semana durante seis horas hasta que ayer, tras haber aterrizado en Auckland procedente de Gran Bretaña -participó activamente en la promoción de la última Copa del Mundo- la vida -seguramente a causa de la grave enfermedad que llevaba casi la mitad de su vida torturándole- le placaba para siempre como nunca consiguieron hacerlo sus rivales. Y, en su recuerdo, el mundo interpretó ayer el Haka para recordar al gran mito.

Carrera. Internacional en 63 ocasiones con Nueva Zelanda (1994 y 2002). Jugó en Counties (1994-96), Auckland Blues (1996-99), Chiefs (1999), Hurricanes (2000-03), Cardiff Blues (2005-06) y Marseille Vitrolles (2009-10).

Copa del Mundo. Su leyenda comenzó en el Mundial de 1995, en el que con solo veinte años consiguió siete ensayos y cayó en la final ante Sudáfrica. En 1999 fue cuarto, marcó el récord de ensayos en un partido (8) y en la historia de la Copa del Mundo (15).

Enfermedad. A finales de 1996 se le diagnosticó un síndrome nefrótico, una enfermedad renal degenerativa. Se trató mediante diálisis, pero fue empeorando hasta retirarse con 28 años. En 2004 se sometió a un trasplante que fracasó.

15

Jonah Lomu tenía hasta la pasada Copa del Mundo el récord de ensayos, con quince en las ediciones de 1995 y 1999. Le igualó Bryan Habana, aunque necesitó más partidos.