MADRID - En Pinto, la pared como testigo, los marcos como guardianes y los maillots, enmarcados, colgando de su memoria de triunfos en la grandes vueltas. Nueve enfilan la biografía de Alberto Contador. Así los cuenta él. Es su calculadora. “Sin duda gané nueve. Mira a los maillots del Tour 2010 y el Giro 2011”, se reafirmó en un entrevista publicada en The Guardian, aunque oficialmente se le reconocen siete laureles. El Tour de 2010 y el Giro de 2011 son dos victorias borradas por el dopaje. El clembuterol y sus derivados. El orgullo de Contador, la memoria selectiva, no lo recuerda así. Es su mirada. Su visión de las cosas. “Gané ambas carreras de forma limpia y honesta. Solo con trabajo y sacrifico”, subrayó el madrileño ante el diario inglés. No es la primera vez que Contador desafía el recuento de victorias. En su última entrada triunfal a Milán, vencedor del pasado Giro, el ciclista mostró tres dedos, símbolo de sus coronas en la carrera italiana, si bien la UCI, le da dos por válidos.

La muestra de los maillots colgados, símbolos inequívocos del poder de uno de los mejores corredores de la historia, -su orla de laurel en las grandes vueltas así lo establece- conducen irremediablemente hasta otra pared en el otro lado del Atlántico. Existe otro muro que también narra una historia con túnicas sagradas del ciclismo. Es uno de los tabiques de la casa de Lance Armstrong, donde ondean los siete maillots del Tour que ganó, hasta que años después se descubrió la gran mentira del texano y sus métodos de dopaje. Incluso cuando su figura se arrastraba por el fango, con la USADA acechándole, enfrentándole con el dietario de sus de trampas, Armstrong, intacta su soberbia, arrogante al paroxismo, se mostraba en las redes sociales repantingado sobre un enorme sofá mientras los siete maillots del Tour, perfectamente ordenados, custodiaban su altivez. Era su forma de decirle al mundo que él era el poseedor de la gloria y no se retractaba ni un milímetro de su pasado, demasiado sombrío, hasta que se derrumbó frente a Oprah Winfrey en una entrevista.

En el cara a cara con The Guardian, Alberto Contador continúa defendiendo su inocencia, a pesar de que no pudo demostrar que los rastros, picogramos de clembuterol que dejaron huella en su organismo, provinieran del consumo de carne contaminada tal y como sostuvo en su defensa. El madrileño apeló a toda las instancias, -llegó hasta el TAS con su caso-, pero finalmente fue sancionado. El castigo le arrebató el Tour de 2010 y el Giro de 2011, un efecto colateral de la sanción. Aquello es el pasado. El presente, es otro. Embarcado, probablemente, en su última campaña, Alberto Contador, fiará todas sus energías al Tour después de atender dos frentes el pasado curso: Giro y Tour. “Ha sido la temporada más dura desde el punto de vista físico y psicológico porque mi objetivo era ganar el Giro de Italia y el Tour de Francia”. Conquistó la maglia rosa y no pudo con la Grande Boucle. El Tour, el Santo Grial, será su única referencia en 2016. No quiere distracciones. Nada que le desvíe. “Quiero acabar mi carrera a un gran nivel, si es posible ganando el Tour. Sería perfecto ganar el Tour, participar en los Juegos Olímpicos y terminar alegremente”, expuso Contador, convencido de que “con el sistema antidopaje que existe en la actualidad y el número de controles que se realizan a los corredores importantes es imposible hacer trampa. Intentarlo sería como un suicidio. No tengo dudas de que el ciclismo es muy limpio”, apuntó Contador entre las paredes de su casa de Pinto.