Duración: 37:23 minutos de juego; 06:16 de juego real.

Saques: 4 de Martínez de Irujo (tantos 6, 8, 10 y 14).

Pelotazos: 183 pelotazos en juego.

Tantos en juego: 3 de Olaizola II y 14 de Martínez de Irujo.

Errores: 3 de Olaizola II y 3 de Martínez de Irujo

Marcador: 1-1, 2-1, 3-2, 3-3, 4-3, 4-4, 5-12, 5-13, 6-20, 6-21 y 6-22.

Botilleros: Ejercieron de botilleros Asier Olaizola (con su hermano Aimar) y Patxi Eugi (con Juan Martínez de Irujo).

Apuestas: Se cantaron de salida posturas a la par.

Incidencias: Partido correspondiente a las semifinales del Cuatro y Medio de Primera disputado en el frontón Bizkaia de Bilbao. 2.000 espectadores.

Bilbao - Esta vez no era como las otras. No era como aquellas ocasiones en las que Aimar Olaizola, pelotari como la copa de un pino, campeón, todo estatus y profesionalidad, se ataba a un vía crucis como opción personal mientras las manos le dolían. Lo hizo contra Artola en cuartos de final. También lo hizo, remontándose a cursos anteriores, cuando venció una final al propio Juan Martínez de Irujo con la punta de un dedo rota. Los pelotaris son de otra pasta, como se dice de los toreros, pero las astas son pelotas de cuero de más cien gramos que se clavan hasta el codo. Días de éxito y dolor fueron aquellos, pero ayer era otro. La zurda de Aimar era una rémora, no sujetaba, entregaba ante un ciclón como Irujo. En definitiva, con más certezas que dudas, la semifinal fue azul de cabo a rabo.

Porque un Olaizola II al que la mano le dejó de responder a las primeras de cambio terminó trasquilado ante el de Ibero, perfecto toda la eliminatoria. Martínez de Irujo alcanzó la final del Cuatro y Medio, la tercera consecutiva y la octava en su palmarés deportivo, dejando en seis a un pelotari que no estuvo, ni de lejos, en su mejor versión. Dio Juan toda una lección de cómo puede jugar dentro de la jaula. Ni obligado ni amarrado, al de Ibero le vino bien el partido para pasar una tarde por el diván del acotado, en el que hasta ayer no había conseguido finiquitar un partido en términos globales. Bien es cierto que la competitividad, el físico y el talento innato, hasta este punto, le habían hecho agarrarse al torneo. Sin embargo, el triunfo de ayer, con excedente de saques-remate, sin trompicones en el poco peloteo que hubo -quitando los primeros tantos y algún momento aislado- y apenas fallos en la creación de juego, supone una inyección de moral que le pone peligroso al hombre franquicia de Aspe. Martínez de Irujo dejó en seis a un Aimar Olaizola inerme después de conseguir cerrar su propio círculo.

Cimentó más en ilusiones que en realidades su presencia en la contienda el de Goizueta. Quería arriesgar porque el premio era grande, su novena final del Cuatro y Medio, pero no era la directa. Los plazos de la mano izquierda, tal y como estaba en los días previos, no eran tan bondadosos como él hubiera querido. Y construyó su propia fortaleza con naipes. El delantero de Goizueta, no obstante, comenzó bien, sin sensaciones extrañas, entrando en un peloteo incómodo con Martínez de Irujo. El inicio del partido, gritando el Bizkaia con una pinta excepcional, fue entretenido y ratonero, jugado muy cerca del frontis y con igualdad en los cartones. Aun así, a Aimar se le vio exprimir más la derecha. Llegó al 3-1 y al 4-3 con ventaja el goizuetarra.

El soplido de Juan fue la puntilla en el empate. Un machete. El castillo se le derrumbó al de Asegarce. El ariete de Aimar, el cimiento de su juego en el Cuatro y Medio, radica en su izquierda y contra Altuna III se le vieron las costuras. Pero Irujo no hace prisioneros. La revolución fue con el 4-4, que puso el de Aspe con una dejada en el txoko tras sujetar un gancho, no tan perfecto como acostumbra Olaizola, en las tablas de contracancha, rehacerse del vaivén y dominar.

Con el empate se rompió el partido. Así, sin anestesia. Martínez de Irujo hizo una tacada de ocho tantos más, en los que sumó tres saques, tres ganchos en el segundo pelotazo y dos fallos de su oponente. Solamente sumó Aimar dos veces más -una, merced a su dominio con la derecha, y la otra, por fallo rival en ataque-. El 5-13 mostró el tanto más bello de la cita, con 30 pelotazos a ritmo, en el que Irujo fue amo y señor y alumbró facilidad en el peloteo con las dos manos. Su contrincante después se evaporó tras un soplido. Tras un huracán. 6-22. Esta vez era distinta y el de Ibero bordó el guion; mientras, su adversario se deshilachaba.