Lille - La selección española de baloncesto confirmó su hegemonía europea al conseguir su tercera medalla de oro en los últimos cuatro torneos continentales.

Tras unos comienzos dubitativos en los que las derrotas ante Serbia e Italia hicieron presagiar negros nubarrones, el equipo español supo centrarse en su juego, crecer con el campeonato, ilusionar a los aficionados y, finalmente, alzarse campeón.

Con un equipo “con menos talento” que en otras ocasiones, según los propios protagonistas, la selección hizo de sus carencias virtud. Y arropando a Pau Gasol el resto de jugadores efectuó un trabajo excelente renunciando al brillo personal por la eficiencia del colectivo.

La selección española escogió el camino más difícil para llegar a lo más alto. Al complicarse la vida en la primera fase, tuvo que jugar al filo de lo imposible desde muy pronto. Con la Alemania de Dirk Nowitzki, en Berlín, jugó la primera final y desde ese momento fue creciendo en riesgo y en peligro.

Polonia, en octavos de final, no supuso sino una transición para llegar al muro de Grecia en el cruce por excelencia, en los cuartos de final.

Ya en la lucha por las medallas, en semifinales, Francia, la anfitriona, pareció un dragón imposible de doblegar. En su casa, ante más de veinticinco mil espectadores, con seis jugadores NBA en sus filas.

Pero apareció un Pau Gasol imperial, para, arropado por un equipo entregado a la causa, ganar en una prórroga que hizo contener el aliento a todo el país y que muchos volvieran a engancharse al baloncesto.

La historia comenzó antes, cuando en 1999 se llegó a la final del Europeo y se cayó. En 2001, en Turquía se volvió a subir al cajón ahora con un bronce. Y en 2003, de nuevo plata, en Suecia, ante Lituania.

A partir de aquí, segundos en Madrid en 2007 y el gran éxito de Polonia 2009 con el primer oro del baloncesto español. Se repitió en Lituania 2011 con otro oro y en Eslovenia 2013 se cumplió con un bronce. En 2015, se ha recuperado el trono europeo. - Efe