Vitoria - Convendría recordar antes de tiempo que Arrate Mintegui (Vitoria, 1988) no es una triatleta profesional aunque se comporte como tal. Y convendría hacerlo porque a pesar de ello tampoco resulta fácil entender el estado de desánimo que aún hoy le embarga cuando recuerda el abandono en el pasado Triatlón de Vitoria, donde apenas cogió la bicicleta ya supo que aquel ironman no terminaría bien. Y así fue. Completó por orgullo los 180 kilómetros del parcial en bici y antes de calzarse las zapatillas desapareció. Probablemente en sus once años de trayectoria nunca había llegado a una prueba en mejores condiciones sin embargo aquel 13 de julio, la cabeza no quiso competir. Las dudas enturbiaron el ambiente y la presión por correr en casa se encargó del resto.
¿Qué pasó?
-Nadé bien pero al coger la bici, la chica que tenía de referencia se marchó demasiado rápido. Como las mujeres salimos antes, me quedé sola demasiado pronto, sin ninguna referencia y con la cabeza empezando a descentrarse con un viento de cara muy malo y 180 kilómetros por delante. Por si fuera poco, la postura me empezó a generar dolores en la espalda muy fuertes que me impedían acoplarme y ahí ya me desconcentré por completo. Fue cuando dejé de pensar en competir y solo quería bajarme.
¿Aquella decisión le dolió?
-Es una sensación de frustración muy grande porque no sabes lo que hacer, si seguir con la carrera ya perdida o dejarlo allí mismo. Creo que por orgullo terminé pero en la transición hacia el maratón lo dejé. Me marché. Le pedí a un amigo el móvil y llamé a mi ama para que me diera las llaves de casa. En ese momento no quería ver a nadie y menos tener que dar explicaciones. Creo que ha sido de largo mi peor experiencia deportiva.
Dado que no es profesional, da la sensación de ser una reacción quizá exagerada...
-No lo sé pero si quieres estar arriba y mejorar no te queda otra que tomarte las cosas en serio y yo es algo que suelo hacer.
¿Cuál es su objetivo?
-Ser cada año un poco mejor porque vivir de esto, que sería un sueño, es muy complicado en este país. Hay que dedicarse al 100% para ello y ahora mismo no puedo porque estoy en medio. Por un lado me gusta competir y entreno bien para tener un buen nivel pero no lo suficiente porque tengo otras ocupaciones que me impiden dedicar más tiempo a lo físico. Y eso a veces me cabrea, el estar y no estar...
Han pasado ya casi dos meses desde aquel día. ¿Lo ocurrido le ha dejado tocada?
-No lo sé... Y tampoco sé ahora si fue acertado abandonar, no lo tengo claro aún. En la preparación previa también hubo muchos días que me daba pereza salir a entrenar e incluso había cambiado de entrenador para intentar mejorar el tiempo del año anterior -logró el tercer puesto con un registro de 10 horas y 26 minutos-, pero no tenía buenas sensaciones. Él prefería que me centrase solo en entrenar para la prueba de Vitoria, que era mi objetivo este año, y a mí me gusta competir, así que había veces que lo hacía con cargo de conciencia y eso me ha hecho no disfrutar de este deporte y estar agobiada y sin ganas.
Pero los tiempos previos a la carrera no hacían presagiar un desenlace tan malo...
-Es verdad. Físicamente ha sido el año que mejor he estado pero no lo he podido demostrar. En los entrenos he estado mejor que nunca y he disfrutado más que compitiendo.
¿En qué medida ese abandono ha trastocado su temporada?
-He aparcado todo lo que tenía previsto, un ironman en octubre en Marina D’or y otras carreras. Ahora mismo no me veo preparada para entrenar y llegar hasta ese punto. A mi entrenador también le he dicho que quiero estar a mi aire. No quiero que me marque entrenos que no puedo cumplir; esa situación de no llegar me agobia, me estresa, así que prefiero tomármelo con calma, ir por libre.
¿Una cómo olvida?
-Lo primero que hice fue desconectar. Me marché unas semanas a Brasil, donde vive mi padre, y me olvidé de todo. Cuando me apetecía salía a correr y cuando no, no. Hacía lo que me pedía el cuerpo, sin obligaciones. Y luego ya de regreso a casa estoy en la misma línea, participando por diversión en carreras populares. Quiero volver a disfrutar.
¿Le molesta que le sigan preguntando por aquel abandono?
-No.
¿Y de qué modo va a cambiar su preparación de cara a la nueva temporada?
-En las próximas semanas me voy a dedicar únicamente a las carreras a pie, que se me dan bien, y a partir de enero quiero hacer varios duatlones. Y cuando termine esa fase creo que debería intentar prepararme para la prueba de larga distancia en Vitoria. Tengo una espina clavada ahí y aunque hay miedo no me va a quedar más remedio que hacerle frente.
¿Miedo por qué?
-No tanto por mí sino por mucha gente que me apoya como los patrocinadores, que me facilitan material, o la organización, que me invita cada año. No haber terminado la prueba lo considero una falta de respeto hacia ellos.
¿Ha perdido la ilusión, Arrate?
-La ilusión no, pero sí la motivación. Ahora mismo, por ejemplo, no tengo ninguna gana de preparar una prueba tan dura como el ironman porque el sacrificio que exige solo lo entienden quienes lo han hecho alguna vez.
¿Le duelen las críticas?
-Sobre todo si son de gente que no saben ni valoran lo que te cuesta preparar durante tanto tiempo este tipo de pruebas. Eso sí me duele.
¿Qué lección extrae de todo lo que le ha ocurrido?
-Creo que cuando estaba en la prueba me fijé demasiado en los demás y no en mí misma, que es lo suyo. Las comparaciones nunca son buenas y la presión de correr en casa, que fue mucha, tampoco ayudó. Quizá tampoco me comuniqué bien con mi entrenador o no lo entendí o me puse demasiada presión, pero supongo que de todo se aprende.
¿Y con quién se desahoga, si es que hay quien le entienda?
-(Risas)... Mi familia me apoya pero no me entiende así que procuro hablar con gente de mi entorno deportivo. A veces me siento una incomprendida pero lo llevo bien. No es fácil entender que haces lo que haces cuando no eres profesional.