se desconectó Euskaltel y tras el lujurioso naranja, color que todo lo invadía, que acampó en las cunetas de tantas y tantas carreras durante dos décadas, se impuso el negro. Hubo luto en el ciclismo vasco, que no fundido a negro. Muchos de los hijos de aquella maravillosa aventura perviven. Las flores todavía crecen entre el barbecho y la melaza. El sol, aunque mustio, tímido, después de la extinción de la principal cadena productiva del ciclismo vasco, luce nuevamente. La Vuelta que ayer cerró los ojos fue testigo de que el ciclismo vasco continúa deletreándose con letras impregnadas con purpurina.
De oro y brillantes se compone el tránsito de Mikel Landa. La figura del murgiarra se ha consolidado en la ronda española después de un irrumpir atronador en un Giro extraordinario. Landa, majestuoso escalador, venció en la etapa más dura que jamás imaginó la Vuelta en su biografía. Diseñó Purito un día en el infierno en Andorra y Landa, coleccionista de triunfos de calidad, se coronó en él. El alavés, que penalizó por el bochorno de la primera semana y una caída que le arañó las costillas, ha demostrado el potencial que le llevará al Sky, la nave nodriza del ciclismo moderno.
Mikel Landa abandonará el Astana después de desarrollar una tarea magnífica en favor de Fabio Aru. El alavés fue el principal báculo que posibilitó el triunfo del italiano en la Vuelta y se va del equipo kazajo, con el que festejó ayer el triunfo en La Cibeles, para seguir creciendo. En el Sky dejará de ser un soldado raso. La categoría se le ha quedado pequeña. Mikel Landa, seleccionado para los Juegos Olímpicos de Río, desestimado sin razón aparente para el Mundial de Richmond, está llamado a ser una de las grandes referencias del porvenir.
También camina hacia cotas mayores Omar Fraile, rey de la montaña de una carrera pensada para escaladores, minada de finales en alto. El santurtziarra ha pisado con fuerza en la Vuelta. Fluido en las cumbres, aventurado, ambicioso, habitante de numerosas escapadas, pugnó desde el comienzo por decorar su piel con los lunares. Perseveró Omar Fraile durante muchas jornadas, en las cotas de Andalucía, en Andorra y en Asturias. Se ganó cada pulgada del tejido que lució en el podio de Madrid. “En mi primera grande, era inimaginable algo así”, expuso el santurtziarra. Sus magníficas prestaciones, su espíritu de combate, el ciclismo de zafarrancho, le darán un dorsal en el Qhubeka sudafricano después de completar una fantástica actuación en la Vuelta y de rendir con altura de miras durante un curso muy fructífero con logros en el Giro de los Apeninos y los Cuatro días de Dunkerque.
el mejor vasco Mikel Nieve, un ciclista contrastado, también se ha hecho notar en la carrera gracias a su regularidad. Octavo en la general, el mejor de los vascos, el leitzarra tomó el mando del Sky después de la caída de Froome. Respondió al reto con entereza. Nieve siempre estuvo cerca de los mejores. Al navarro le siguió en la general Romain Sicard, tremendamente combativo. El de Iparralde, al igual que Mikel Nieve, debe concretar cuál será su futuro. Un veterano como Haimar Zubeldia es otro de los ciclistas vascos que ha encontrado en la ronda española el altavoz con el que reivindicarse después de un Tour en el que padeció por problemas físicos derivados de una bacteria. El usurbildarra, que se ha garantizado un año más en el Trek, protagonizó la última semana de carrera, donde se mostró tremendamente activo. Rozó el triunfo, segundo tras Nicolas Roche en Riaza. A un dedo de la victoria de etapa también se quedó Pello Bilbao, muy activo en la primera semana. El gernikarra, otro ciclista que podría cambiar de aires la próxima temporada, cedió en el sprint de Murcia. A pesar de ello, la huella vasca perdura.