Burgos - Si la fe mueve montañas, los escaladores de la Vuelta, léase Purito, Aru o Quintana, no tuvieron la suficiente en el tríptico astur-cántabro. O lo que les faltó fue la fuerza necesaria para castigar al contrarrelojista holandés Tom Dumoulin, que sí se aferra a su creencia en las manecillas del reloj.
Purito pasó el día de descanso en Burgos vestido de rojo. Es el líder, pero transmite un aire de provisionalidad que parece que la prenda le quema en el pecho. ¿Realista?. Sí, probablemente. La crono es su bestia negra, y para bestia ya tiene suficiente con Dumoulin, quien sí tiene fe ciega en sus aptitudes a la hora de desafiar al tiempo. No le queda otra. En Burgos tiene 39 kilómetros para mover a su favor la montaña del cronómetro.
En la cima de Ermita del Alba Purito fue tajante. “Yo tengo que hacer la crono de mi vida y Dumoulin tiene que fallar”. Pero el catalán salió a reconocer el recorrido por las calles burgalesas y, sorpresa, volvió al hotel con una fe razonable. “Es una crono que engaña, no es lo que creía. Los ocho primeros kilómetros son duritos, con repechos que tiran para arriba, y la subida al Castillo es un repecho que rompe bastante”. Por lo tanto, arriba la moral, aunque Dumoulin sea “uno de los mejores especialistas del mundo”. Concretamente, el tercero mejor después de Wiggins y Tony Martin.
Purito y Aru llegan empatados al examen del reloj. No aprovecharon su terreno y les puede costar caro, incluso ganar la Vuelta. Dumoulin llega a su terreno a solo 1:51 del maillot de rojo, aunque tras la crono aún quedará tiempo y espacio (cuatro etapas) para volver a atacar. - Efe