MANCHESTER - El Manchester United hizo pública ayer la lista de jugadores inscritos en la UEFA para la fase de grupos de la Liga de Campeones. Está encabezada por el portero madrileño David De Gea, que ha estado apartado por el técnico de los diablos rojos en los seis partidos oficiales disputados hasta ahora como represalia a su negativa por no renovar con el club y entusiasmo por marcharse al Real Madrid, traspaso frustrado a última hora. Sin embargo otro eminente portero, el exbarcelonista Víctor Valdés, no fue inscrito, prueba evidente de que el técnico holandés sigue sin perdonarle y le mantiene en la marginalidad total. Por no tener, no tiene ni dorsal.
Valdés, de 33 años, llegó al Manchester United el pasado mes de enero sin coste alguno después de desvincularse del Barcelona y que el Mónaco, club con el que había contraído un acuerdo, rechazara su contratación receloso sobre su estado físico tras convalecer de una larga y grave lesión.
Más bien parecía un gesto de caridad. Porque el campeón de todo con el Barça y la selección española llegó a Manchester desde un hospital alemán, donde se había pasado casi cinco meses trabajando en solitario para recuperarse de su grave lesión de rodilla. Su regreso a la actividad no pudo ser más humillante. Portero del equipo sub-21 del United en la liga de los filiales ingleses. Hasta que a Valdés se le acabó la paciencia y rechazo seguir en una situación casi denigrante. La reacción de Van Gaal fue visceral. Ostracismo absoluto.
Expuesto en el mercado, ni Olimpique de Marsella ni Besitkas se atrevieron finalmente a contratarle recelosos de su estado físico.
Ante este panorama desolador parece que Víctor Valdés ha optado por el pragmatismo. Ayer lanzó un mensaje a la afición del United a través de Twitter agradeciéndole su apoyo. “No importa lo que suceda. La única manera es la del trabajo duro diario. Gracias por todo vuestro apoyo”, escribió el guardameta catalán, en lo que se entiende, también, como un recado dirigido a Van Gaal para que le levante el castigo. Eso sí, después de haberse tragado todo el orgullo que le quedaba.