La ACB se encuentra en un momento delicado. La creciente debilidad económica que afecta a la mayoría de sus clubes y a toda su estructura ha hecho que muchos aficionados cuestionen si sigue siendo la mejor competición de Europa. Ya no es solo la NBA la que le dificulta retener jugadores, sino que dentro del baloncesto continental han surgido amenazas muy serias en estos últimos años. Probablemente, y en esto coinciden muchos de los afectados, la Liga Endesa sigue siendo el mejor sitio para jugar al baloncesto en Europa, si se juntan todas las condiciones, pero hay dos que le están relegando en la consideración general. Desde el punto de vista de los jugadores, no es la que más dinero destina a quienes deben ser los principales protagonistas. En eso Rusia, como ha comprobado el Bilbao Basket, y Turquía han tomado ventaja a quien no sea el Real Madrid y el Barcelona. Desde el punto de vista de los aficionados, la Liga Endesa se ha vuelto absolutamente previsible, que es lo peor que le puede pasar a una competición, y esa pérdida del interés general ha generado un círculo vicioso del que, de momento, no ha sabido cómo salir.

Del pasado no se puede vivir y la Liga ACB tiene la obligación de reinventarse para recuperar el terreno perdido. Los dos grandes distorsionan la visión de un campeonato del que han desaparecido el dinero público, el de los patrocinadores, al menos en la medida que se conoció hace una década, y el de la televisión que años atrás sirvieron para inflar los presupuestos. Las palabras de Mike Hansen, implicado en la fundación del CB Ciudad de Valladolid, que saldrá en LEB Plata como alternativa al club que fue uno de los fundadores de la ACB y que ha pasado a mejor vida, fueron claras: “Son cánones muy grandes para muy poco retorno. Pagas un pastizal para que luego no te den casi nada”.

Nada, o muy poco. Pretender acceder ahora mismo a la Liga Endesa resulta prohibitivo. Los que están dentro no quieren caer porque el futuro sería aún peor. El caso es los gastos son muchos y los ingresos escasos. Muchos clubes dependen de la capacidad de generar recursos propios para subsistir y, por eso, no es extraño que se alcen voces que piden más partidos para esa cada vez más amplia clase media-baja. Si somos capaces de meter 7.000 personas en un pabellón, ¿por qué no contar con más partidos y más oportunidades de ingresar dinero? La respuesta es que en el seno de la ACB no hay una visión unitaria del producto, sino que coexisten al menos dos líneas de pensamiento a las que parece imposible poner de acuerdo. Así que cómo esperar una unidad de acción entre la ACB y la FEB para una mejora del baloncesto.

Cuidar el producto local

La Pro A no puede presumir de estrellas porque la mayoría de los mejores jugadores de Francia están en la NBA, pero en cambio ofrece, desde la primera a la cuarta categoría, unas condiciones laborales excelentes. La Federación francesa ha cedido sus competencias a la LNB, pero no pierde de vista lo que ocurre en la liga e incentiva a aquellos clubes que fomenten la presencia de jugadores de cantera en sus primeros equipos. Y no solo eso. El Nanterre, primer rival del Bilbao Basket en la próxima Eurocup, ha recibido una prima, aprobada por la asamblea de la liga, por ganar la pasada temporada la Eurochallenge.

El montante de los derechos de participación dependen del presupuesto que cada campaña maneje la LNB y todos los clubes deben pasar rigurosos controles para ser admitidos. Con ese dinero que la LNB recauda afronta los gastos de competición y los de promoción de la Pro A. Además, los presupuestos de los clubes son públicos al inicio de cada temporada y se mueven entre 7,3 millones y 2,3 millones. Las estrellas galas de la NBA se implican en la mejora del baloncesto de su país y, por eso, no sorprende que en Francia hayan visto diez campeones distintos en este siglo y que su contrato de televisión ascienda a unos seis millones de euros anuales.

Nostalgia de otro tiempo

La principal competición italiana sufre el mismo mal que la ACB: el recuerdo de un pasado en el que sus equipos dominaron Europa. La crisis ha mermado la competitividad y se ha ido llevando por delante a clubes históricos como el Fortitudo Bolonia, el Benetton Treviso, el Mens Sana Siena y, ahora, la Virtus Roma. Pero todos están tratando de reconstruirse en una Lega Due llena de entidades con pasado en la máxima categoría. Todo lo contrario que en la LEB Oro española, en la que solo dos clubes estuvieron antes en la ACB.

Jugar en una Lega que se ha instalado en ciudades pequeñas cuesta 250.000 euros a cada club, a los que los ascendidos deben añadir 350.000 para acceder a su plaza. También en Italia se obliga a los clubes a participar al menos en dos competiciones de formación en busca de hacer sitio a los jugadores locales y potenciar a su selección absoluta que lleva años vagando lejos de los mejores, pese a que Italia ha tenido la última temporada cuatro jugadores en la NBA.

Un proyecto para 2020

La Bundesliga ha puesto en marcha un proyecto con la intención de convertirse en la mejor liga de Europa para 2020. Los clubes quieren imponerse un riguroso control económico para prolongar lo que es su mejor valor ahora mismo: la fiabilidad. El Artland Dragons, habitual últimamente en Europa, no ha podido cumplir y ha desaparecido. Con entradas medias de unas 3.000 personas no se puede hacer milagros y, por eso, en Alemania el presupuesto de los clubes está en 4 millones y solo el Bayern Múnich y el Alba Berlín, que no llegan a diez, se escapan por arriba. Los derechos de participación en la BBL cuestan 250.000 euros y todos los clubes están obligados a dedicar un 8% de su presupuesto a la labor de cantera y a tener contratados a dos técnicos a tiempo completo para esa tarea. La Bundesliga quiere imponer en este plan un mínimo de seis jugadores alemanes por plantilla para que ese trabajo de formación se vea reflejado en la élite. Con un estilo de juego y un sentido del espectáculo americanizados, la BBL va ganado terreno entre el fútbol y el balonmano.

La gran amenaza

La VTB League ha fagocitado la competición rusa y se ha convertido en la gran amenaza para las competiciones de Europa occidental. En esta competición, están también equipos de Bielorrusia, Estonia, Letonia, Kazajistán, Finlandia, Georgia y la República Checa. Los de Lituania y Ucrania la abandonaron por razones políticas, pero siempre han cortado el bacalao los clubes de Rusia. Al margen del CSKA Moscú, el más rico de Europa con 42 millones de euros de presupuesto, tres clubes han logrado captado mucho talento de la ACB: el Unics Kazán, el Khimki y el Lokomotiv Kuban.

Contra el poder económico de magnates y grandes empresas, no puede competir un club medio de cualquier otra liga. La VTB League tiene detrás fortísimos patrocinadores que son los que sostienen un negocio al que dan la espalda los aficionados. Esos clubes citados pagan unos 11 millones de euros en sueldos, pese a que apenas alcanzan el medio millar en concepto de taquillas. Pero la liga reparte casi un millón para cada uno. Es la gran paradoja de una competición con mucho valor deportivo que tiene que convencer a los jugadores con sueldos altísimos para compensar ese gélido ambiente, fuera y dentro de los pabellones, y la falta de una buena estructura en muchos de los clubes.

Ricos que no ganan

Turquía se ha convertido en otro paraíso económico, con matices, ya que el Besiktas y el Galatasaray han atravesado graves problemas en los últimos años y el Fenerbahçe ha perdido el apoyo de Ulker. Pero el dinero turco sigue llamando a numerosas estrellas que buscan un mejor entorno. Se vive mucho mejor que en Rusia, pero seguramente por ello sus clubes no triunfan en las competiciones europeas.

La TBL está en manos de la Federación turca que también ha trazado un agresivo plan de promoción y marketing, en su caso centrado en la organización de eventos y en la potenciación de sus selecciones, masculinas y femeninas. Además, se confía en que la presencia en el país de técnicos de prestigio como Zeljko Obradovic, Dusan Ivkovic, Nenad Markovic o Jure Zdovc ayude a mejorar a sus entrenadores. La asignatura pendiente es dar salida a las brillantes generaciones turcas que han dominado las categorías formativas.