Garbiñe Muguruza era un diamante por pulir cuando con seis años recaló en la academia de Sergi Bruguera en Barcelona. Y lo seguía siendo cuando con apenas 17 años, poco después de proclamarse campeona de España junior, dio el salto al profesionalismo de la mano de Alejo Mancisidor, el entrenador que durante todo este camino ha ido cuidando a la joya para moldearla a las exigencias físicas y mentales de un deporte que obliga a muchas renuncias y a muchos sacrificios en busca de la gloria.

Todas las virtudes que se sabía que Muguruza tenía han venido a coincidir en Wimbledon, pese a que en un principio la jugadora vasco-venezolana y su equipo no las tenían todas consigo. No en vano, la hierba es un medio extraño en el circuito mundial, un oasis de un mes, y en sus dos presencias anteriores en Londres Garbiñe Muguruza no había pasado de la segunda ronda. Pero todos tenían claro también que esa superficie era ideal para la tenista de Caracas, que saca muy bien y pega fuerte y plano gracias a sus 1,82 metros y sus buenas palancas.

Pero, sobre todo, Muguruza ha exhibido una consistencia mental que ha sido, probablemente, su gran salto en este torneo y lo que le debe llevar a asentarse entre las diez primeras del mundo. Su progresión ha sido constante, solo interrumpida por una lesión en el tobillo que le obligó a parar seis meses en la segunda mitad de 2013 después de haber empezado a cosechar algunos resultados valiosos ante las mejores del circuito.

En 2011, la tenista vasco-venezolana acabó el año como la 249 del mundo; en 2012, la 104; en 2013, la 64; y en 2014, la 21. Mañana, cuando se actualice el ranking, será la novena, justo por delante de Carla Suárez, su compañera de dobles junto a la que también ocupa un puesto en el Top 10. Las leyendas del tenis y muchas de quienes han sido sus víctimas este año pronostican que Garbiñe Muguruza va a estar ahí muchos años. También lo saben algunas de las marcas comerciales que apostaron por ella cuando solo era una promesa. Sus asuntos los lleva IMG, una de las multinacionales más potentes del sector del marketing y la publicidad. La imagen de Garbiñe, casi siempre risueña y positiva, es un filón que quieren explotar Adidas, que le firmó un contrato por seis años, y el BBVA, que la convirtió en embajadora mundial del banco junto a gente como Andrés Iniesta o Carlos Soria.

Los tres juegos que Muguruza enlazó a partir del 5-1 del segundo set, esa resistencia a perder ante una de las mejores de la historia, fueron un mensaje de futuro. “Con su edad y su potencial puede aspirar a lo más alto. Es una jugadora con mucha confianza y ha conseguido estar concentrada cien por cien en el tenis”, comentó Conchita Martínez, que en 1994 rompió moldes en Londres ante Navratilova. La capitana de Copa Federación la hizo debutar ante Rumanía en ambiente hostil y recibió la respuesta de dos victorias en ambiente. Los cuartos de final de Roland Garros y ahora la final de Wimbledon indican que Garbiñe Muguruza ha puesto los cimientos de un porvenir espléndido.