Bilbao - Mikel Urrutikoetxea cumplió ayer su sueño de jugar una final del Manomanista de la LEP.M ante Aimar Olaizola, su ídolo de infancia. Y no solo eso. También la ganó. El delantero vizcaíno dio la campanada y sorprendió al goizuetarra, favorito indiscutible que sucumbió ante el delantero de Zaratamo en un soberbio partido. Tuvo en su mano Urrutikoetxea conquistar un triunfo más holgado, pero su rival, que no ofreció su mejor versión, dio la cara hasta el final y cayó tras nivelar un 10-19 adverso. Sin embargo, el zaratamarra se la jugó con un ajustado dos paredes (la repetición televisiva esclareció con alguna duda que su pelotazo impactó en el frontis a milímetros de la chapa) para a continuación encadenar dos tantos de saque consecutivos que le valieron para devolver la txapela individual a Bizkaia, algo que no ocurría desde hacía 38 años. Hasta ayer, Iñaki Gorostiza era el último campeón vizcaíno del Manomanista. Su título databa de 1977, pero Urrutikoetxea le tomó el relevo.

A Mikel Urrutikoetxea le ha cambiado la vida en apenas una decena de días. Una lesión de Oinatz Bengoetxea, verdugo del vizcaíno en semifinales (22-7), impidió al leitzarra recuperarse a tiempo, por lo que las empresas, agotado el aplazamiento que le concedieron al finalista, optaron por buscarle un sustituto. Urrutikoetxea fue el elegido porque Irujo no disputó el partido por el tercer puesto y el delantero de Zaratamo, aunque apenado por la lesión de su compañero de empresa, aceptó el reto. Se preparó a conciencia en los diez días que tuvo de tiempo para ello y planteó un partido que ayer ejecutó a la perfección.

Pese a que la cátedra colocaba a Aimar como claro favorito al título y eran muy pocos los que confiaban en las opciones de Urrutikoetxea, lo cierto es que el vizcaíno completó la mejor actuación manomanista de su carrera. Sorprendió a su rival sacando muy pegado a la pared y lució su descomunal pegada. Arrancó con ventaja (0-3) y, aunque la perdió a continuación (7-5), fue capaz de recuperar las riendas del partido. A veces pegando, a veces rematando. Urrutikoetxea parecía Aimar y Aimar parecía Urrutikoetxea. El zaratamarra, desbocado, se abalanzó con violencia hacia el cartón 22, pero cuando ya lo avistaba casi ante sus ojos (10-19), su rival aceleró en busca de la remontada.

Parecía cuestión de tiempo que Urrutikoetxea enlazara tres tantos consecutivos. Aimar había agotado ya sus cinco descansos y no le quedaba otra que arriesgar y sufrir. Sin nada que perder, el goizuetarra encadenó nueve tantos consecutivos y forzó una igualada en la que volvía a aparecer como favorito. Olaizola II resurgió (19-19), pero Urrutikoetxea se la jugó con un milimétrico y agónico dos paredes con el recuperó el saque, arma con la que cerró el partido y se caló la txapela.