VITORIA - Aventura. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, dícese de ser “una serie de sucesos que implican la exposición a uno o varios peligros”. El término, añade, “puede emplearse de diversos modos y aludir a todo tipo de situaciones”. Correcto. Sin embargo, en aras de que el real documento pudiera engrandecer a partir de ahora el significado de esta acepción, bien podría adjuntar el nombre de los hermanos Pou, Eneko e Iker, dos vitorianos nacidos para la escalada que ayer presentaron su enésimo proyecto profesional, una aventura en el sentido literal de la palabra que esta vez les llevará hasta el Ártico siberiano con el objetivo abrir nuevas vías en grandes paredes. El lugar elegido esta vez no es casual y sí encaja, como no podía ser de otro modo, en la filosofía deportiva de la marca que los respalda. Por eso para ubicar en el mapa el poblado de Bilibino es necesario apurar algo más la búsqueda en Google. Grosso modo, la expedición de los dos hermanos alaveses -a la que esta vez se unen el austriaco Hansjör Auer, el belga Siebe Vanhee y el sud tirolés Jacopo Larcher, además de los habituales cámara (Jordi Canyi) y fotógrafo (Elías Ferndinand)- se va a desplazar hasta la zona del Ártico siberiano, en la parte más alta de Rusia. Se trata de una zona que geográficamente linda con Alaska por el norte y con las dos Coreas y Japón por el sur. Un punto perdido en plena estepa siberiana donde la presencia de núcleos urbanos está prácticamente descartada. Solo la existencia de una central nuclear en el entorno de Bilibino explica la presencia, casi testimonial, de personas por la calle. Esta es la suerte de páramo donde estos dos vitorianos esperan descubrir y conquistar en las próximas semanas tantas rutas vírgenes como puedan. Porque, que se sepa, solo dos australianos hasta la fecha han tenido el punto de locura necesario para desplazarse hasta este remoto lugar al lado del mundo para dar rienda suelta a su pasión.
paredes de 600 metros Precisamente el testimonio de estos colegas es la única certeza a la que en estos momentos se agarran los Pou, conscientes de que esta aventura va a estar sometida a un descontrol nada habitual en sus anteriores proyectos, donde hasta el último de los contratiempos siempre tenía prevista una alternativa. Aquí no. En esa insorpotable soledad que representa la estepa rusa, tanto Iker como Eneko y el resto del equipo deberán aclimatarse con celeridad no ya solo a las propias condiciones del terreno si no a cuantas sorpresas vayan a surgir, que todos intuyen van a ser muchas. Los picos de aquella región no sobrepasan los 2.000 metros de altitud y las paredes de escalada rondan los 600, indicaron los escaladores, que a continuación detallaron la tipología de la roca que se van a encontrar. “Será granito lo que nos obligará a realizar una escalada de fisura, mucho más técnica, limpia y rápida que sobre la caliza”, especificaron.
Los dos hermanos dieron cuenta de todo ello ayer destacando desde el principio el carácter aventurero que va a tener este viaje por lo inóspito del desplazamiento y las particularidades burocráticas del mismo. En esta ocasión, la derivada logística va a jugar un papel determinante en la expedición. Reconoció Eneko en este sentido que partirán desde un principio con exceso de peso, algo que multiplicará los gastos debido a los tres transbordos que, como mínimo, tendrán que hacer hasta llegar al campo base. La ruta comenzará a finales de este mes (el próximo martes, día 30) con un viaje desde el Reino Unido hasta Moscú para tomar después un segundo avión hasta Magadan y de allí a Bilibino (Siberia), donde les esperarán otras 24 horas en quats que les trasladarán hasta campo base unos cien kilómetros después. Si todo transcurre con cierta normalidad, la expedición alcanzará este punto el 5 de julio.
visado de turista Por el camino deberán sortear además la complejidad de un anquilosado sistema burocrático que “cada cuatro días impone una norma nueva” y que no concede demasiadas garantías para el extranjero. En ese sentido, que la expedición alavesa vaya a extenderse durante un mes responde a la coincidencia legal con la duración que tienen en este país los visados de turista en detrimento de los de trabajo.
Por si fuera poco, las tensiones geopolíticas que en los últimos meses viene padeciendo Rusia aumentan el riesgo de que se produzca algún contratiempo, si bien tanto Iker como Eneko confían en pasar desapercibido. “¿Quién nos va a encontrar aquí, si vamos a estar perdidos en el mundo?”, resuelven con ironía. En este escenario donde “Europa no es Europa” y donde el nivel de “acojono” es evidente, Iker y Eneko deberán lidiar además con unas condiciones climatológicas tan desconcertantes como el propio lugar donde van a llevar a cabo su última aventura, una estepa donde, según sus protagonistas, puede haber mucha lluvia, mucho sol, mucha humedad y mosquitos, “muchísimos”, un asunto nada menor en este tipo de empresas que pueden convertir la ascensión “en un tema muy estresante”, reconoció Eneko. Con estas coordenadas bajo el brazo existen pocas dudas de que la improvisación, ese concepto que tanto detestan los profesionales en la alta montaña, va a estar a la orden del día esta vez. “Esta sí que va a ser una aventura de las de verdad”, bromean los dos hermanos, que confían a pesar de todo en ser capaces de superar todos los obstáculos para abrir huella en paredes vírgenes donde nunca antes nadie osó si quiera contemplar. “Está todo por abrir y llevamos un equipo de gente muy joven, fuerte y capacitada para hacer cosas muy chulas, pero vamos a depender del tiempo. En cualquier caso sería una grandísima desilusión no poder ponernos los pies de gato, pero esa posibilidad esta ahí”.
De sus aventuras por Siberia intentarán ir dando cuenta los vitorianos a través de internet y teléfono vía satélite, aunque tampoco en este tema hay nada seguro. La cercanía con Alaska, el último gran pozo petrolífero del planeta, y los recelos históricos entre Rusia y Estados Unidos a cuenta del espionaje y los territorios conquistados suelen provocar en la zona repentinos apagones digitales que impiden cualquier tipo de comunicación.