Bilbao - Se cincela Mikel Urrutikoetxea en una pose tranquila y sensata. La que siempre ha tenido, como dicen todos los que le conocen. El delantero se erige como un muchacho tremendamente relajado, al que le gusta “pasar desapercibido”. La historia del joven zaratamoztarra se inicia en el coqueto frontón de su pueblo, donde aún reside con su familia, y con el club Upo Mendi de la localidad. Ander Elezkano, un año más joven que él, le conoce al dedillo. Juntos, han vivido “muchísimos entrenamientos, pero no hemos jugado casi en contra”. “Coincidimos en la pelota desde que tenemos cinco o seis años”, relata. Quizás su duelo más importante fue en el DV de 2007. Pero juntos vivieron uno de los hitos más grandes para sus vecinos. La resurrección de la txapela del Interpueblos. “En Zaratamo tuvimos muchos años en los que ni siquiera pudimos sacar equipo y ese año conseguimos la txapela. Yo jugaba en cadetes y Mikel en juveniles. Entonces, ya tenía ese nervio. También hubo grandes pelotaris en ese equipo. Estaban Inhar Jaka, Ojeanola, Elorz... Era una buena remesa. Fue en Santa María de Getxo, contra Lezama. Fue algo muy bonito”, rememora el mayor de la saga Elezkano, un delantero con poso en el campo aficionado y uno de los mejores de Bizkaia. Define su paisano que “Mikel siempre ha tenido ese nervio. Eso tiene que ser genético”, analiza y apostilla que “él debutó joven y apenas pudimos encontrarnos en aficionados. Pero desde que se estrenó ha cambiado mucho. Antes no era tan agresivo, ahora ataca sin contemplaciones”.
Se encontraban los dos delanteros jugando los torneos zonales de Arratia cuando puso sus ojos en ellos Mikel Etxegia -que califica como “época dorada” la vivida por Zaratamo con ellos en liza-, que por aquel entonces andaba en el proyecto de tecnificación de la Federación de Bizkaia. “Ahí estaban Rober Uriarte, Iza, Ibai Zabala... Les veíamos y nos daban respeto. Éramos unos críos y ellos ya tenían pelo en el pecho, como se dice”, cuenta Elezkano.
El técnico de Goizueta, que le dirigió en la cantera vizcaína y después lo moldeó en el club Adiskide de Galdakao, afirma que “la primera vez que vinieron a entrenar con la selección de Bizkaia estaban en una nube. Aún recuerdo la cara que ponían. Imagina a un chaval, cadete de primer año, que pasa de jugar en Arratia a estar con los mejores del territorio. Le hizo mucha ilusión”. Factoría de Zaratamo, de una localidad con tremendo brillo pelotazale, una escuela que trabaja muy bien la base. Etxegia le vio cuando estaba en cadete de primer año, miró la lista de elegidos y allí no estaba Urrutikoetxea. “Me dije que él tenía que estar con nosotros. Le vi que era interesante y le comenté que probara a entrenar. Le vi mimbres importantes. A medida de que pasan los años, ves que puede mejorar, que va a jugar”, confiesa Etxegia, que adjetiva que “siempre ha tenido un toque especial con las dos manos. Siempre que salía a jugar, le decíamos que no valía ganar, que había que jugar a pelota, arriesgar. Fue mejorando y estos últimos cursos en profesionales ha dado un nuevo salto en su carrera”. En la selección de entonces, Etxegia manifiesta que “veía a un campeón”.
El navarro contempló en el zaratamoztarra a un puntillero “delgadito, que iba a coger cuerpo, pero tenía lo más importante: el golpe”. “Físicamente, Mikel tiene cualidades, pero no se le podía meter mucha tralla. Es un delantero de nervio”, agrega el goizuetarra, quien le recuerda como “un chico tranquilo y callado, pero que tiene genio. Lo que más destacaba de él era que siempre hacía caso. No tenía ninguna queja y siempre nos preguntaba qué cosas podía hacer para continuar mejorando. Hemos tenido a pelotaris muy currantes. Así da gusto trabajar”. En las sesiones, ya en el club galdakoztarra, al que accedió tras toda la enseñanza en Zaratamo, Mikel ponía objetivos y planes. Urrutikoetxea es un trabajador. “No hay milagros”, siempre dice el finalista del Manomanista. “Esto le va a venir bien para seguir mejorando, para avanzar, gane o no gane. El problema de la final es que a un pelotari que ya se le ha desenchufado de la competición es difícil volver a enchufarlo. Tiene que mentalizarse y solamente hay diez días para hacerlo”, concreta Etxegia.
Otro de los técnicos que vivió a Urrutikoetxea fue Kepa Arroitajauregi, que pensó en él para aportar dinamita a la selección de Euskadi. El entrenador abadiñarra le tuvo en su lista desde que “era juvenil”. “Se decía que mano a mano iba a jugar y que le iba a costar más en parejas, pero la suerte de Mikel es que es un muchacho que escucha al entrenador todo lo que le dice, le pone atención”, certifica el vizcaíno, que señala que “tiene dos brazos con chispa que le sirven de mucho. En el mano a mano tradicional hubiera tenido más facilidades que ahora, pero, como domina la volea y el sotamano, siempre supimos que iba a llegar alto”. Cuando llegó a las concentraciones, una pregunta rondó la cabeza de los seleccionadores: ¿cómo le puede salir así la pelota? “El físico era la duda, pero ha ido cogiendo poco a poco”.
Una de las veces que el zaratamoztarra dio muestras de su potencial fue en San Francisco (Estados Unidos). Kepa Arroitajauregi organizó una selección vasca para la cita ante pelotaris de otras naciones. El delantero pasó a los cuadros largos. Cerca del frontis, estaba Aitor Mendizabal, delantero de Aspe. “Llevé a la competición a los que yo creí que estaban jugando mejor en los entrenamientos. Pensé en seleccionar a los dos y darles un premio. Fueron los mejores y, estando Mendizabal, él salió como zaguero”, concreta Arroitajauregi, que muestra que “si se pone a jugar Mikel atrás daría el nivel, porque tiene mucho golpe de abajo”. Otra de las circunstancias más preciosas en el deporte es la “disciplina”. “Siempre ha sido disciplinado, hace caso y presta atención. Si venía a entrenar, venía a entrenar; no venía a medias”.
la ambición Josetxu Areitio arriba en la vida del delantero de Bizkaia a partir del Cuatro y Medio de 2011. “Empezamos con él antes que con el grupo de Bizkaia. Su progresión como pelotari está muy unida a la mía como técnico, porque yo he aprendido mucho de él y de Pablo Berasaluze para entrenar. Mikel ha sido un poco banco de pruebas”, certifica el vizcaíno, que manifiesta que “la base física de Urrutikoetxea era bastante pobre y también necesitaba ganar en el sentido técnico-táctico. También ha madurado mucho. Quizás le falte soltarse, el atrevimiento, pero poco a poco se lo vamos viendo. No obstante, Mikel siempre ha sido de los que prefiere pasar desapercibido. Un chaval prudente”.
Su actual botillero le acompaña desde la silla -que también han ocupado Adolfo Agirre, uno de los artífices de su crecimiento, y Pablo Berasaluze- y desde las sesiones en Iurreta. “Muchas veces hacemos hincapié en el gancho, pero la cuestión es que no tenía confianza. Los primeros entrenamientos eran un calvario para mí y un sufrimiento para él, pero ha dado un cambio enorme basado en el increíble trabajo”, argumenta Areitio, que remacha que “podemos valorar que el físico ha madurado, pero lo que más ha cambiado ha sido su técnica. Ha mejorado. Ahora tiene que tener ambición. Hambre”.