El difunto Ginés Guirado, antiguo mecánico de leyendas como Ángel Nieto o Álex Crivillé y más tarde jefe de equipo, con tremenda notoriedad dentro del paddock, un tipo reconocido y querido a partes iguales en el Campeonato del Mundo de Motociclismo, venía por aquel entonces trabajando en el catering del hospitality de Repsol. Ginés se mantenía cerca de los pilotos, de la competición, en el mismo contexto, viajando con las maletas por el mundo, como permaneció durante 28 años de trayectoria profesional. No obstante, a la vez se sentía alejado de las carreras, de su tensión. Necesitaba adrenalina.
Amparado en su amistad con Karlos Arguiñano, sabedor de la fascinación que alberga en este, un día Ginés decidió que la pasión del cocinero por las motos podía gozar de rienda suelta metiéndole en el ajo, otro ajo, el de las carreras. Ginés alimentó la cabeza de su colega. Le cocinó la idea. Sin pajaritos. Cosa viable, como demostró el tiempo. Le propuso montar un equipo en el Mundial, concretamente en la categoría de Moto2, la intermedia. Un embolado, pero dulce. Rico, rico, como diría el cocinero. Arguiñano quiso comer de la ilusión de su colega. La masticó. La tragó. La digirió. Dio el sí para dedicar parte de los esfuerzos ceñidos a los fogones al sostén de un equipo para el Mundial de Motociclismo. Dejó de ser una quimera, una fantasía de niños. Tocando puertas, recurriendo a la fama de uno en la sociedad y el campo empresarial, y a las relaciones del otro en el paddock, prendió el fuego. Comenzaba la cocción.
Corría 2012. El Arguiñano Racing Team estallaba en ebullición. El primer equipo vasco en el Campeonato del Mundo de Moto2 y segundo en el Mundial -el primero fue el Herri Racing Team, de Herri Torrontegui, en la década de los ochenta-, con sede en Granollers, burbujeaba en los circuitos, con el barcelonés Ricky Cardús con el delantal de piloto. Un curso en el que se sumaron 8 puntos.
En octubre de la citada temporada, coincidiendo con el Gran Premio de Malasia, maldito recuerdo, con apenas meses de guisado el proyecto, la desgracia se cebaba con el equipo, con su mentor, con el alma máter, con el bueno de Ginés, con la familia de este, con sus amigos y entorno, con el paddock en general. Ginés pasó a mejor vida.
Arguiñano prometió entonces a la viuda del difunto que la pérdida no trastocaría los planes. ¡Qué va! Nació una motivación añadida a la pasión y a la palabra que le dio a Ginés. La situación apelaba a lo emotivo, tocaba al corazón. El plan encontraría la inmortalidad del desaparecido en cada gran premio. La perduración de su sueño era el mejor homenaje. Ginés sería testigo desde el graderío de las constelaciones. Empujaría desde el cielo. La formación pasó a denominarse Arguiñano & Ginés Racing Team. El hervor del equipo AGR ganaba temperatura sentimental.
Neonato entre colosos del motor, como el polluelo que extiende sus alas, amaneció 2013 y con él la lógica etapa de la inadvertencia. Con el sudafricano Steven Odendaal y el gaditano Alberto Moncayo, la estructura no sumó puntos en su segunda campaña. Vestido de rojo, era el farolillo. La llama no calentaba lo suficiente. Pero la fe, la memoria de Ginés, ardía. Había una motivación extra en cada jornada laboral. “La idea era ir creciendo poco a poco, un progreso que nos está costando mucho trabajo desde el primer día. Visto desde fuera no sé si parece lento o rápido, pero cuesta mucho”, repasa Iker Burutxaga, uno de los fichajes de Ginés para el AGR, licenciado en psicología que comenzó como coordinador y ahora es team mánager, jefe de orquesta, nacido en Venezuela aunque criado en Euskadi, tierra de “amantes de las motos, pero donde es muy difícil que salgan pilotos, que es lo que más engancha a la gente”.
de no puntuar, al podio En mayo de 2014, en Jerez, el reclutado Jonas Folger, alemán compañero de Axel Pons, hijo de Sito, el otro fichaje para ese año, se acercaba a Ginés desde la altura del cajón, el primero que pisaba el AGR Team. “Esto es la hostia. ¡Un podio en el Mundial! Gracias por la fe que habéis tenido todos”, expresaba Arguiñano, que se ceñía el delantal para brindar con puchero, “con el mejor marmitako del mundo”. Eufórico, describía el contexto como “uno de los días más felices de mi vida”. La cocción del proyecto se aceleraba. Fuego rápido, como de microondas. De no sumar un punto en todo un año se saltaba al podio. En Italia, un mes después, llegaba el segundo. Quedaban muchas carreras, pero no se sirvieron más. Despertó entonces 2015.
“Contábamos con que Jonas estuviera en la pelea”, confiesa Burutxaga. Las previsiones, tras el acontecer del año previo, así se antojaban. La estructura maduraba conservando “mucha de la gente con la que se empezó”, lo que a juicio de Burutxaga es clave como receta del éxito. “Es una apuesta de mucha continuidad”, incide el jefe de equipo. Ello nutre para que el clima de la formación sea familiar. “Es una familia”, ponen en sus bocas los integrantes del equipo en múltiples ocasiones, algo que trasciende de la anécdota de que dos de los hijos de Arguiñano formen parte del AGR Team, Amaia, telemétrica, y Martin, responsable del catering. “Hay quien puede pensar que están aquí por ser hijos de quien son, gente que no conoce lo que hay dentro del equipo, pero los resultados avalan”, defiende Burutxaga.
En el guisado de esta atmósfera participa Karlos, con el mismo carisma que transmite a través del televisor. “Es así, tal cual, un jefe que aporta muy buen rollo, con mucha simpatía y alegría, y que está involucrado al 100%, tanto en ese sentido como a la hora de tomar decisiones”, añade. Con este ambiente, con el grupo humano de los orígenes, “buen trabajo, intentando hacer bien las cosas, cuidando mucho los detalles, eso como equipo, y con dos buenos pilotos -a los que Burutxaga reconoce el 80% de los resultados: ‘es el porcentaje del que se habla en las motos, siendo la máquina y el equipo el otro 20%’, dice-”, el albor de 2015 no pudo ser más fructífero. En el estreno del año, en el Gran Premio de Catar, todo el equipo -viajan entre 16 y 18 personas a las carreras- pudo mirar al cielo con promesas cumplidas. Folger subía escalones para acceder al más elevado del podio, lo más próximo que se puede estar a Ginés desde el mundo de las carreras.
el mayor homenaje El AGR Team sellaba su primera victoria en el Mundial. “Contábamos con estar en la pelea de arriba, pero no esperábamos ganar en Catar, en la primera carrera. Fue una sorpresa”, atestigua Burutxaga, uno de los que estallaron a llorar, como Arguiñano y demás, recordando a Ginés, el imprescindible para lo que acaece, aplacando el sufrimiento de su pérdida. Consolándose del mejor modo.
“Disparó la alegría. Nos pusimos muy contentos, porque es mucho tiempo trabajando para esto y, al final, solo gana uno”, rememora Burutxaga, aludiendo a la injusticia del reparto del éxito en la alta competición tratando sobre la proporcionalidad del esfuerzo. “Es muy difícil ganar una carrera, porque tienen que darse muchas cosas y tienes que hacer todo perfecto y aparte, que se den cosas”, extiende, acerca de un triunfo que “desató la alegría y seguramente en cierto modo también las expectativas, aunque ciertamente no lo hablemos tal cual”. Está vetada la mención de la palabra título en el garaje, por “no malgastar energías en cábalas”. “Al ganar la primera carrera la gente pensó y seguirá pensando que este año podemos hacer grandes cosas, pero hay que ir carrera a carrera y ver hasta dónde podemos llegar”, describe el jefe de equipo, aderezando con prudencia el discurso, pero sin evaporar la fe en la búsqueda de la consecución de mayores gestas. De hecho, en Jerez, cuarta cita de 2015, Folger logró un nuevo triunfo. Se vive ahora confiando en el no hay dos sin tres...
La falta de regularidad del puntero piloto alemán, que es sexto en el Mundial, hace complejo que el AGR Team pueda certificar el título esta temporada. Han transcurrido siete carreras y restan once. Folger posee 66 puntos y el líder de Moto2, el francés Johann Zarco, 134. Si bien, el equipo sigue horneando el progreso, ha encendido el turbo, el proceso de crecimiento se ha acelerado, se ha tornado en cocina de microondas. Puede que en no mucho tiempo se esté dedicando la corona, quién sabe, porque “está claro que una vez que estás en la pelea de delante, ya quieres quedarte ahí”, dice Burutxaga, que, como el AGR, ha convertido más pronto que tarde la voluntad en éxito, un “gratificante recorrido, aunque cuesta muchas horas de trabajo y sufrimiento”. Que además, también da sentido a aquella ambiciosa propuesta de colega a colega.