vitoria - Casi cincuenta kilómetros separan las localidades de Vitoria y Haro. Una distancia considerable pero que se ve reducida a su mínima expresión si la traducimos a términos futbolísticos. Porque, desde hace ya unos cuantos años, existe una Conexión jarrera funcionando a pleno rendimiento en la capital alavesa. El motivo no es otro que los numerosos jugadores nacidos aquí que han defendido -y defienden- la camiseta de la escuadra blanquinegra. Esta temporada, sin ir más lejos, son seis los que regularmente recorren la distancia que separa ambos puntos para entrenar y jugar cada quince días en el estadio de El Mazo. Pero es que, además, este curso se les han sumado dos infiltrados, compañeros que aun siendo naturales de Haro residen por diferentes motivos en Gasteiz y forman parte de esta comitiva. Una combinación que está funcionando a la perfección en el terreno deportivo, ya que el equipo vinatero disputa mañana domingo y el próximo sábado la última eliminatoria del play off de ascenso a Segunda B ante el Pontevedra.

La fórmula, en cualquier caso, ha venido empleándose con anterioridad también con notables resultados. “La verdad es que casi siempre hemos recurrido a bastantes jugadores de Vitoria. Se conocen unos a otros y eso facilita bastante que quieran venir. Como mínimo un coche tenemos prácticamente todos los años. Es un mercado que trabajamos mucho y no nos ha ido mal. Lo que te sale bien una vez hay que repetirlo”, confiesa Carmelo Salazar, presidente de la entidad riojana desde enero del año pasado.

Una versión que también suscriben los protagonistas de la historia en el curso que está a punto de concluir. Ojalá, que con el ascenso. Se trata de Pirri, Unai, Txutxi, Txejo, Aimar, Javi López, Dani Palacios y Jon. Los dos últimos son los emigrantes que han trasladado su residencia habitual de Haro a Vitoria mientras que los otros son los viajeros que acumulan años de desplazamientos por la AP-1 y la N-124. En algunos casos, como el de Javi López, casi una década.

“El que empezó todo esto un poco fue Roberto Ochoa -actual entrenador del Alavés B y hermano del preparador del Haro en estos momentos, David- cuando estaba allí. Tenía bastantes contactos con gente de aquí, conocía a jugadores, sabía que por aquí la cosa estaba bastante complicada y empezó a llevar a unos cuantos. Después, han ido llegando más”, explica Txejo, uno de los veteranos que se reenganchó al equipo en enero tras un amago de colgar las botas.

Todos ellos, están acostumbrados a la rutina que supone militar en un conjunto a cincuenta kilómetros de su lugar de residencia habitual. De esta manera, comparten coches para los desplazamientos y en esas horas de carretera llevan a cabo también ese otro trabajo de intangibles que después se pone de relieve sobre el césped. “En los viajes se hace mucho grupo. Al final pasamos mucho tiempo juntos y se genera buen ambiente. Siempre se raja un poco cuando no juegas o le caen las bromas de turno al que ha tenido algún fallo pero todo con buen rollo y eso es importante”, destaca Aimar. “El único problema es que a veces provoca que tengamos alguna cena de más”, bromea Txejo.

Uno de los dos bichos raros del grupo es el joven central Jon Gómez Ibisate, que lleva dos años residiendo en Vitoria y esta campaña ha pasado a la primera plantilla jarrera desde el combinado juvenil. “Estoy estudiando magisterio aquí y la verdad es que el ambiente con todos es muy bueno. Al ir siempre unos cuantos se lleva mejor el tema de tener que viajar”, apunta.

Tras una larga y dura temporada en la que terminaron colándose casi de rondón en la fase de ascenso -fueron cuartos en la Liga-, ahora únicamente el emparejamiento con el Pontevedra les separa del sueño del ascenso. Y, como no podía ser de otra manera, lo tienen presente. “Estamos jugando sin ninguna presión porque este año nadie contaba con que pudiéramos subir y eso nos está viniendo bien. La afición está encantada y ya nos felicitan por lo que hemos hecho así que si al final subimos puede ser una locura. Además, el partido de vuelta coincide con la fiesta de la Batalla del vino, así que imagínate lo que puede ser”, advierte Txutxi. Aimar, por si acaso, lanza su particular promesa. “Si conseguimos el ascenso tendré que afeitarme la barba”. Escrito queda.