Bilbao - Oinatz Bengoetxea tenía la final del Parejas en la cabeza y la escenificó tal y como la había diseñado en su cerebro. El delantero de Leitza certificó con una soberbia actuación el título honorífico que muchos le habían adjudicado de mejor pelotari de la competición. Su brillante concurso en el partido de ayer, disputado en un frontón Bizkaia de Bilbao lleno hasta los topes, le valió para conquistar el Campeonato de Parejas de la LEP.M en compañía de Álvaro Untoria, que apenas acusó los nervios en su debut en una final de Primera. Navarro y riojano salieron campeones a costa de Pablo Berasaluze y Aitor Zubieta, impotentes actores secundarios de un duelo en el que nunca tuvieron opciones reales de pelear por la victoria.

Aunque eran muchos los que habían pronosticado una final igualada, lo cierto es que el partido apenas tuvo emoción. Oinatz Bengoetxea se la quitó. El delantero de Leitza, genial durante todo el torneo, se sacó de la chistera una nueva demostración de liderazgo para manejar el encuentro a su antojo. El leitzarra se erigió en el compositor principal de la banda sonora de una final en la que el resto de protagonistas bailaron a su ritmo. Manejó a sus rivales como dos marionetas y animó a su compañero en los escasos momentos en los que a Untoria se le vio algo desbordado. Oinatz Bengoetxea encontró la felicidad sobre la cancha y puso la guinda a su excepcional paso por un campeonato que nunca antes había ganado. No solo eso. También hizo feliz a su compañero, que entró en el torneo como sustituto de Aretxabaleta y terminó en lo más alto del podio: con una txapela en la cabeza y la moral por las nubes para retos venideros. Y es que Untoria es campeón de Primera con solo 24 años.

Aunque la final se quedó muy pronto sin emoción, lo cierto es que el arranque resultó prometedor. Los primeros tantos se convirtieron en un intercambio de golpes. Se adelantaron los campeones merced a un error de Zubieta, pero su compañero no tardó en acudir al rescate con un par de jugadas que levantaron al público de sus asientos. Y es que la afición local, la vizcaína, ardía en deseos de ver a Pablo Berasaluze en el primer escalón del podio.

Sin embargo, Oinatz Bengoetxea no se dejó amedrentar. Ni por los tímidos silbidos que algunos le dedicaron en la presentación de los contendientes, ni por las acometidas de su rival, que cayó preso en las garras del leitzarra con demasiada premura. Y es que la final se acabó tras la igualada a 4 (también hubo empates a 1, 2 y 3), momento en el que Bengoetxea VI metió la directa y ya no levantó el pie del acelerador hasta alcanzar el cartón 22.

Untoria no defrauda Está claro que ayer no fue el día de Berasaluze II ni el de Zubieta. Ambos estuvieron muy alejados de su mejor versión. A Pablito le costó rematar, mientras que el zaguero de Etxarri Aranatz no gozó con ninguna de sus dos manos. Fallaron demasiado, pero estuvieron muy condicionados por el excelente despliegue de juego y facultades de Bengoetxea VI. También colaboró, y mucho, Álvaro Untoria, que comenzó fallón. Tres de los siete tantos de sus rivales llegaron producto de errores del zaguero riojano, al que le costó, aunque poco, deshacerse de la presión. Pero, en cuanto la aparcó (de esto tuvo gran parte de mérito su compañero), golpeó más y mejor que Zubieta. Con la derecha y con la izquierda.

Y así, a zarpazos, con voracidad, con ilusión y con una velocidad de vértigo, Bengoetxea VI y Zubieta fueron sumando tantos a su casillero. Mermaron así la voluntad de sus contricantes, que pelearon, pero que se tuvieron que conformar con claudicar ante un enorme Oinatz Bengoetxea y un feliz Álvaro Untoria.