BILBAO - “Pablo iba a tener una segunda oportunidad, pero fijo”, señala Josetxu Areitio, asesor deportivo, consejero y amigo de Pablo Berasaluze. El técnico de Asegarce es una de las patas principales sobre las que se apoya el delantero vizcaíno, un ejemplo de ave fénix. Se cae y se levanta. Se cae y se vuelve a levantar. Para el berriztarra no existe el miedo. Tiene siete vidas, como los gatos. Prolijo en resurrecciones, arte y ensayo en las venas, Berasaluze II cambió su nombre y encontró las flores. La vida, como dice Areitio, siempre deja abierta un boquete a una segunda opción, a una segunda oleada, a una segunda oportunidad. A un nuevo horizonte. Ante las puertas cerradas, las ventanas de par en par.
La primera de Pablo, hablando de finales, fue en el 99, junto a Rubén Beloki contra Nagore-Errandonea. Era cuando el profesionalismo se encontraba dividido y la Liga de Empresas no se había construido. Pues bien, perdieron. Tuvo que esperar catorce primaveras para reverdecer viejos laureles. Cuestión de tiempo. Mientras tanto, cayó al infinito de una depresión y se engrandeció aún más. Porque se levantó. En eso también. Se reencontró, se recuperó, calló bocas y levantó frontones.
La segunda llegó en 2013. Frente a Juan Martínez de Irujo y José Javier Zabaleta. Le acompañó Jon Ander Albisu. Con 35 años, a Pablo se le rompió el sueño y el tendón de Aquiles. El Bizkaia de Bilbao bullía, hervía. Incandescente. Un volcán. Cinco meses de baja fue el veredicto de Iñigo Simón. Un palo cuando el marcador iba 4-6 en contra y quizás sumaban los de Asegarce su mejor momento de juego de todo el Parejas. “Estos dos años han sido duros. Me vienen los recuerdos del día de la final y lo que sufrió Pablo después de que se tuviera que retirar de aquí lesionado. Ha trabajado para volver a estar en esta final”, declara Josetxu Areitio, quien reitera que “siempre le decía que tenía claro que la vida da segundas oportunidades. Siempre. Antes o después iba a volver a tener una como esta. Es lo justo”.
En el vestuario, cuando pintaban bastos, Iñigo Simón le acompañaba. Es el médico de Asegarce y las inclemencias le han unido al berriztarra. “La herida era muy limpia. El jefe de cirugía le comentó que la cosa iba a ir bien. Pero teníamos dudas de que con la edad que tenía si iba a poder volver a jugar. Después de un mes y pico esperando a que se cicatrizara el tendón, en cuanto empezó la rehabilitación la mejora fue sustancial. Siguió todos los pasos sin ninguna complicación. Pablo subía a Gasteiz todos los días entre tres y cuatro horas”, concreta el galeno, que analiza que “le bajó mucho la moral al verse impedido con la bota que se le puso y no poder apoyar”. “Cuando empezó a mejorar y a ver cómo le animaba la gente, le vimos que avanzaba mucho hacia adelante. Vimos que iba a salir, que iba a volver a jugar”, recuerda Simón, que explica que “a Oinatz le costó muchísimo arrancar también. Trabajan tanto lesionados, que luego salen como un tiro por el trabajo acumulado”. De este modo, a Berasaluze II le quedó el tendón “algo más grueso” y según las ecografías tiene un estado envidiable.
Entre tres y cuatro horas diarias de trabajo en las instalaciones de los médicos de Asegarce en Gasteiz esperaron al vizcaino los meses siguientes. “Tiene espíritu de sacrificio. Él es un pelotari que ama la pelota por encima de todo y eso le da una fuerza que no le da nada”, manifiesta su preparador y botillero, que le conoce a la perfección. “Viendo la trayectoria de Pablo ha tenido que partir de cero en varias ocasiones. Esta es una más. Después de la lesión, de trabajar muy duro, de volver a su nivel, a ganar torneos, lesionar otra vez en Bera y arrancar de nuevo, tiene mucho mérito”, desgrana Areitio.
La luxación en los dedos del pie Porque volvió Pablo Berasaluze después de aquella lesión a las canchas en noviembre. Poco más de cinco meses después. Fue en Barcelona. Renunció al Cuatro y Medio, en el que partía como cabeza de serie, porque el curso anterior había subido hasta las semifinales, llegando a apear a Martínez de Irujo. Rechazó participar, porque no estaba en condiciones y se centró en el Parejas. Que no fue del todo satisfactorio. “No le dio tiempo a adaptarse al ritmo competitivo”, desvela su botillero. Cayó con Albisu en primera fase. Pero fue su rodaje. Lo necesitaba, porque su mejor punto llegó en verano. Ganó San Fermín siendo el MVP, el mejor. Pero en agosto, antes de La Blanca, en un encuentro en Bera organizado por Aspe, un golpe contra la pared izquierda con su pie izquierdo le frenó. “Han sido dos lesiones distintas. La del tendón fue grave, pero al mismo tiempo fue rápida por los servicios médicos de Asegarce. Jugó el Parejas y no se adaptó al ritmo competitivo. A partir de ahí, en verano estuvo en su mejor nivel y se lesionó. Le costó mucho. Fue una fractura. El proceso se alargó en el tiempo porque surgieron problemas”, certifica Areitio. Simón reconoce lo mismo. “La luxación del dedo fue otra cosa. Es una zona de apoyo que en pelota es con la que arrancas. Pensábamos que no iba a tener dolores y tuvo un retroceso. Tuvo un edema óseo”, asiente el doctor de la operadora, que agrega que “lo pasó peor por eso. Hubo una marcha atrás con dolor y, sin embargo, con el tendón la cosa fue hacia adelante. Eso es importante. Con los dedos fue al revés. Probamos una plantilla, otra, un protector, otro, y estuvo fatal. Tuvo incluso dolores nocturnos, en reposo, pasando noches en vela. Eso te come la moral”. Camino a Gasteiz de nuevo, solo que en esta ocasión a sus sesiones de rehabilitación sumó “seis o siete viajes” a la clínica podológica de la prestigiosa doctora Silvie Matton en Biarritz para “hacer unas plantillas” que tardaron en acoplarse.
Regresó a las canchas demasiado pronto. Ese fue el diagnóstico. Se incorporó en septiembre, un mes después del accidente en Bera. Los dolores continuaron hasta San Mateo y se le volvió a frenar las agujas del reloj. “Cuando inició el campeonato le dolían todavía los dedos y sufrió. Este Parejas lo empezó justo. Insistió en seguir trabajando y continuamos poco a poco. Durante la semana no pudimos meter mucha carga de entrenamientos y la propia competición le llevó poco a poco”, anuncia Josetxu, quien asume que “Pablo sabe que las oportunidades iban a ser pocas y que va a tener trabajar para tenerlas”. Pero siempre resurge. Dos años después afronta su tercera final del Parejas. De los infiernos escaló al cielo. Sin vías. Sin mosquetones. Sin cuerdas. Puro pundonor. Fuego. “Tiene mucho mérito con los años que tiene, porque podía haber entregado la cuchara porque ya ha generado una marca en la mano. El mundo de la pelota se acordará de él tenga una txapela o no. Él ha tenido lo que tiene que tener para seguir con la edad que tiene peleando en la élite”, apostilla Simón. Berasaluze II se ha ganado la resurrección a pulso. Mañana tiene en sus manos una de sus últimas oportunidades de subir a lo más alto del podio. Cumple en septiembre 38 años.