Vitoria - En el draft de 2010, los New England Patriots, una de las franquicias con mayor solera de la historia reciente de la NFL, seleccionaron a dos tight ends (receptores) convencidos de que iban a ser piezas vitales para reforzar el equipo y así fue en primera instancia, pues en 2011 ambos se convirtieron en la pareja de jugadores de la mencionado demarcación con más yardas, recepciones y touchdowns en una temporada en la historia de la liga estadounidense de fútbol americano. Cinco campañas después de aquel draft, uno de aquellos jugadores, Rob Gronkowski, es toda una superestrella, su fama ha trascendido lo meramente deportivo y es un ídolo en el Gillette Stadium, el hogar de los Patriots. La vida del otro, Aaron Hernández, se desarrolla a tres kilómetros en línea recta, a unos siete minutos en coche, del estadio en el que una vez se hizo merecedor de un contrato de 40 millones de dólares. Allí, en el correccional Cedar Junction, el otrora número 81 de New England es desde hace más de un año el preso W106228, un recluso que el pasado miércoles fue condenado por un jurado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional por el asesinato en primer grado de Odin Lloyd en junio de 2013. Ironías del destino, el juicio contra el exjugador de 25 años arrancó el pasado enero, escasos días antes de que New England ganara la Super Bowl ante los Seattle Seahawks.

Las actuaciones policiales y judiciales contra Hernández, el último juguete roto del deporte estadounidense, han sido objeto de un enorme seguimiento por parte de la prensa de Estados Unidos desde que el tight end fuera detenido el 26 de junio de 2013 y acusado de haber matado nueve días antes a Lloyd, un jugador de una liga semiprofesional de Boston que salía con la hermana de su prometida. Aquel mismo día, hora y media después de que todo el país viera por televisión su imagen abandonando esposado su lujosa mansión de más de 1,3 millones de dólares, los Patriots cortaron al jugador, un proyecto de estrella que ya había quebrantado la ley en más de una ocasión. De hecho, esta sentencia a cadena perpetua retrasará probablemente otra vista en su contra prevista para el 28 de mayo por el supuesto asesinato en julio de 2012 de dos personas a las que habría disparado mientras circulaban en un BMW cerca de un night club de Boston. Y desde EE. UU. aseguran que en este otro caso hay incluso evidencias más sólidas en su contra...

Aunque muchos temían que el juicio de Hernández tuviera una resolución parecida al que en su día afrontó otro exjugador de fútbol americano, OJ Simpson, el jurado acabó emitiendo un veredicto de culpabilidad. Durante las nueve semanas de juicio, la Fiscalía no fue capaz de demostrar el móvil del crimen, pero sí que puso sobre la mesa sólidos argumentos contra el exjugador. Además, los fiscales construyeron su acusación llamando a declarar a más de 130 testigos, mientras que los abogados de Hernández apenas interrogaron a un puñado. Finalmente, la defensa, absolutamente acorralada, llegó incluso a colocar en la escena del crimen a su cliente, argumentando que él no había apretado el gatillo. “¿Actuó bien Aaron? No, pero solo era un chico de 23 años que acababa de ser testigo de un asesinato por parte de un conocido. No sabía cómo actuar y decidió seguir con su vida”, llegó a decir su abogado, James Sultan. No coló.

El cuerpo sin vida de Odin Lloyd fue encontrado en la madrugada del 17 de enero en un polígono industrial situado a un par de kilómetros de la casa de Hernández con seis disparos en el pecho y la espalda. En uno de sus bolsillos hallaron las llaves de un vehículo alquilado a nombre del entonces jugador de los Patriots, un testigo aseguró haber visto tres horas antes del hallazgo del cadáver en un Nissan Altima a ambos en compañía de dos amigos del tight end -ambos están siendo juzgados también por asesinato- y un día después la policía procedió al registro de la mansión de Hernández ante las sospechas de que este había contratado a un equipo de limpiadores para borrar cualquier huella o indicio de sospecha.

Durante el juicio, la prometida del exjugador y madre de su hijo reconoció que por orden de Hernández se había deshecho de una caja sin saber cuál era su contenido y sospechando que era marihuana -según la Fiscalía, allí estaba el arma del crimen- y unas imágenes de vídeo del sistema de seguridad de su casa mostraron horas después del asesinato al otrora Patriot con una pistola del mismo calibre -.45- que la utilizada para matar a Lloyd. El jurado no dudó. ¿Veredicto? Culpable.