aia - Mikel Landa cometió un error, el más maravilloso: ganar. La inmensa felicidad se le desbordó a Mikel Landa por los ojos, abiertos, incrédulos. Se le escurría la dicha entre lágrimas de gozo a Mikel. El lloro de la alegría, nada tan bonito, llegó después de un alarido, un grito y un puñetazo al cielo de Aia que le anunció en la meta después de derrotar a un virus que le debilitó durante semanas y a la vertical de Aia, una pared sobre un muro, o al revés. La victoria de Landa fue pura vida. Aia, que como Saturno devora a sus hijos, achuchó como un peluche a Landa, convertido en el primer ciclista vasco en recaudar una etapa de la Vuelta al País Vasco en los últimos siete años, el tiempo que pasó entre el triunfo de David Herrero, en 2008, y el de Mikel Landa. Un desierto. Una misión a Marte es más corta. Horas antes, la bola de cristal de Landa (Astana) pronosticaba una jornada de supervivencia en Aia. Sobrevivir era su mayor deseo. La predicción la realizó Mikel en Eibar, la ciudad de las bicicletas, las armas y la república. Eibar fue la primera ciudad en alzar la bandera tricolor, la madrugada del martes 14 de abril de 1931, a las seis y media de la mañana. Al mediodía, en la salida, el alavés se subió a una bicicleta, se armó de coraje e izó su bandera en Aia. De Mikel Landa fue la conquista de una de las cotas que a tantos y tan buenos ha descontado desde que apareciera en la cartografía de la carrera.

En un lugar donde los caseríos repelen el barroquismo, Landa lanzó confeti. Lo hizo en un paraje donde parece imposible no ceder ante Newton y su ley universal: la de la gravedad. En esa postal de ciclismo al desnudo, en crudo, Landa se gestionó con enorme eficacia y delicadeza en una cuesta minimalista: una pared. -“Se sube como se puede, no hay más secretos”, que diría Omar Fraile, rey de la montaña de la prueba. No es el qué, es el cómo. Lo sabía Landa, que administró las emociones y las fuerzas estupendamente después de comprobar que el revoltijo de nervios le condenaría en un repecho que esconde muchas montañas. El aplomo que exhibió Landa cuando todo hervía fue una de las ganzúas para descerrajar el portal de la gloria: un averno de 1,7 kilómetros con desniveles alucinantes -por encima del 25%- incluso para la observación de los topógrafos. La cuesta que todos temen y asombra evidenció la mueca de Nairo Quintana, que se dejó doce segundos respecto a Henao y Purito, emparejados en meta y en la general después de otro zarpazo del líder. “Son muros que se adaptan mejor a ellos”, analizó Nairo.

un lucha magnífica Entre “ellos” se hizo un hueco Landa, perfecto en su lectura del último paso sobre Aia, que fue un thriller fantástico; la carrera abierta en varios frentes, sin puertas ni candados que la atasen. En la exploración de Aia, Landa se personó acompañado de su camarada Taaramae, -un mosquetero, inagotable su esfuerzo en favor de Mikel-, Wellens (Lotto) y Danielson (Cannondale). Eran los cuatro jinetes que resistían en una fuga que nació desde el prólogo. Se desbocó una manada de caballos salvajes (una treintena hizo camino) que convirtieron la etapa en un galope tremendo, imposible de ensillar. Por detrás de Landa y los suyo, se rodaba en cinemascope. Tony Martin (Etixx), que también ocupó un dorsal de la escapada, aguardó al polaco irreductible, Kwiatkowski, que desenroscó el tarro de las esencias en el primer aterrizaje en Aia. El campeón del mundo alargó su esfuerzo y se soldó a Martin, una locomotora que pretendía dar carrete a su compañero de equipo. Ambos se subieron en un sidecar. El alemán, lo más parecido a una moto en el pelotón, y Kwiatkowski, desbordante su arrojo y ambición, se dispararon. Se fueron a los 30 segundos de ventaja respecto al grupo en el que trazaban planes Henao, Purito y Nairo. Movistar, Katusha y Sky montaron una cooperativa para deshacer el desafío de Kwiatkwoski en el paso decisivo de Aia. Por delante, Taaramae tensó hasta que se le agotó la batería. Terció entonces Danielson en una rampa en la que ir clavado no es lo peor. Es lo normal. Aia se sube así. El otro método es pedestre: caminar con la bicicleta al hombro. Llegó un instante en el que Aia grapó a todos. Danielson cabeceaba más que pedaleaba. Atornillado Danielson, Wellens agarró el piolet y abrió huella en un cota repleta de gente pero con el pasillo despejado. Nada que ver con el colapso de La Antigua. En el retrovisor, un minuto por detrás de ese esgrima, Nairo dio un paso al frente. Atacó para que no le descubrieran, pero se quedó corto. A su motor, magnífico, aún le falta finura. Tose.

Fagocitado Danielson por su propio esfuerzo y entusiasmo, Landa, un témpano, ejerció de controlador aéreo. Corajudo, aunque sereno, dejó que la cumbre, una trituradora, laminara las piernas de Wellens, que se atrevió cuando Danielson capituló. A Wellens no le fue mejor. Pedaleaba sobre arenas movedizas. Sus opciones se hundían a cada metro. A medida que Wellens empequeñecía, crecía varios palmos Landa. La escena de Wellens no era ajena para Quintana. Pavo real, Henao mostró su plumaje como hiciera en La Antigua y Arrate. Purito, que le encimaba, se metió el bolsillo del líder, del que se había desprendido Nairo Quintana, atormentado, apergaminado en la empinada cuesta. Para entonces, Landa, un resorte, dejaba tieso a Wellens a 150 metros de meta. Mikel era Gulliver, un coloso que se echó a llorar por una maravillosa equivocación.

todo abierto Al contrario que Landa, Quintana no tenía nada que celebrar en Aia, obligado como está a recortar 12 segundos en la contrarreloj final si quiere superar a Henao, con el que se midió en circunstancias similares en 2013. “Tengo la oportunidad para ganar como el año anterior, espero que las piernas respondan y, de todas formas estoy contento, con lo que he hecho”, expuso el líder. Entre los dos colombianos se encuentra Purito, que descarta el triunfo final - “la contrarreloj no es lo mío, pero voy a salir a hacerla a tope para tratar de estar por lo menos en el podio”- y Simon Yates, que se coló ayer en el podio virtual después de que a Nairo se le atragantara la arista de Aia. “Lo importante es que no he perdido demasiado tiempo, lucharemos por el podio final. La victoria la veo un poco más complicada, aunque todos estamos cerca”, calculó Quintana. La CRI de 18 kilómetros resolverá una carrera en la que las diferencias, según Purito “no son nada” y, sin embargo, lo son todo.