Esprinter en la circunscripción de los escaladores, joven promesa en tierra de escasas oportunidades, una vez echó el cierre a la carretera Euskaltel, superviviente después en el refugio del Euskadi, a Jon Aberasturi (Gasteiz, 28 de marzo de 1989) el otoño se le hizo invierno tratando de encontrar una puerta que se abriera y le colocará sobre el asfalto europeo. Con el ciclismo vasco en barbecho, -apenas entra luz por la esperanzadora ventana de Murias Taldea, demasiado joven aún-, y el estatal sostenido por el Movistar y algunas figuras, pero ahogado por la crisis, sin drenaje, Aberasturi miró a Europa, tan grande, aunque no lo suficiente como para engancharle un imperdible. “Lo intenté, pero no me salía nada en Europa”, dice Aberasturi. Después de bajar la cabeza por la desilusión, no tardó en elevar la vista “No quería quedarme con la sensación de no haberlo intentado, aunque fuera en México”. Amplió la mirada y pensó que su pasión, lo que más le gusta, bien merecía ampliar la búsqueda. Víctor de la Parte, otro ciclista alavés, fue su brújula. Su norte señalaba al otro lado del Atlántico, a México. “Él había estado corriendo allí y me puso en contacto con el equipo en el que estoy”.

Animado, con la esperanza de hacer palanca y retorcer el mapamundi, allí es aquí para Jon Aberasturi. El pasado 16 de febrero, mientras el ciclismo Europeo despertaba en San Luis, Argentina, y pensaba en el desierto de Omán y de Qatar, Jon voló a México agarrado a su Orbea, el cuadro pintado de color naranja y negro, la bandera que recuerda aquella marea naranja que 20 años después pereció en la playa por la escasez de dinero. La intención del gasteiztarra era disputar la Vuelta a México, la carrera más prestigiosa del país, una prueba anunciada para principios de marzo. “Pero se retrasó”, indica Aberasturi, que reside en Tlaxcala, en una ciudad que se encuentra a más de 2.000 metros de altitud. “Estoy haciendo una preparación en altura muy buena”, bromea. El joven ciclista vive en casa del propietario del equipo junto a otro compañero colombiano, que también ha encontrado acomodo en la misma escuadra: Dym Jess. Un equipo familiar que le abona la estancia y los gastos. “Lo de Dym viene por Demetrio y Marcela”. Son su familia mexicana. “Me tratan muy bien. Desde el principio la convivencia ha sido muy buena. El dueño del equipo me dice: ese tío, porque le hizo gracia que yo lo utilizase, así que me llama así: ese tío, ese Jon... je, je”, cuenta Aberasturi, que pedalea su ilusión por el asfalto mexicano, una brea que hace tres semanas le descabalgó y le marcó la cara. “Me metí un buen viaje en la cara”. Chapa y pintura.

Menos medios Las carreteras de México no son las mejores para un ciclista. “Son algo más peligrosas que las nuestras, pero para entrenar están bien porque se pueden hacer bastante recorridos, en eso sí existe variedad”, explica Aberasturi sobre sus jornadas de preparación, donde se agolpan los contratiempos por la falta de medios y “porque algunas carreteras y los arcenes están mal”. Recuerda Jon, jocoso, el día en el que salió a entrenar junto a dos compañeros. Primero pinchó él, después lo hizo su colega colombiano y seguidamente otro ciclista del equipo. “Al sacar la cámara vi que tenía puesta dos cubiertas y otro compañero de aquí, que venía con nosotros, no llevaba cámara, solo parches. Tenía la cámara enterita de parches. Otro día un compañero mío pinchó y no teníamos ni parches ni nada. Así que se fueron al monte a buscar un trozo de cuerda para tapar el pinchazo”. El ingenio abastece la escasez de medios y la pausa mexicana, el ahorita, hace el resto. “El problema surgía cuando necesitaba hacer algo a la bici, sobre todo, al principio. Parecía que estaba gafado. Se me rompió la bici, tuve la caída y alguna cosa más. La verdad es que tardaban mucho en reaccionar y solucionar los problemas, pero es porque los mexicanos son tranquilos, no se apuran. Eso me ponía un poco nervioso pero ya me he adaptado a sus ritmos”.

En ese proceso de aprendizaje; de comprender y hacer suyo otro país, otro modo de entender la realidad, de paladear otros sabores -“se come mucho pollo, con arroz, con tortas, y se echa mucho picante”-, apunta; de conocer otras gentes -“son muy agradables, siempre están felices”, subraya- también tuvo que alterar su forma de correr. Reseteó y reconstruyó su mapa ciclista. De primeras a Jon le desorientó la manera de correr en México, donde el pelotón apenas sobrepasa el centenar de unidades. “Entre ellos, 50 o 60 andan bien, el resto, poco. Eso sí, los 15-20 primeros van bastante rápido y entre ellos destacan los colombianos”, radiografía el corredor gasteiztarra, que recuerda que en la etapa más dura de la Vuelta a Oaxaca hubo nueve colombianos entre los quince mejores, si bien el nivel general es menor y la forma de correr más anárquica que en Europa. “Se parece más a como se corre en aficionados. Falta jerarquía en las carreras. A los equipos, salvo excepciones, no les gusta ponerse a tirar”, desgrana.

Es el ciclismo de Juan Palomo, el célebre: yo me lo guiso, yo me lo como. Aberasturi también lo es. Esprinter. Al sprint logró el triunfo en la tercera etapa de la Vuelta a Oaxaca después de que en las dos primeras jornadas se adelantara una fuga. Al tercer día de competición le saludaron las banderas, como las de la Fórmula 1, en una avenida entusiasta, entre el vallado naranja, celebrante, al sol. “La afición no es tanta como en Euskadi, pero cuando ven las carreras sí que se acercan a hacerse fotos”, indica Aberasturi, al que un pinchazo mientras transitaban por el circuito en el momento más inoportuno le borró cualquier opción de victoria en la cuarta etapa en la Vuelta a Oaxaca. Después del festejo, de la estupenda sensación de levantar los brazos, Aberasturi quiere sentir lo mismo en la Vuelta a México que se celebrará entre el 28 de abril y el 3 de mayo. Es su gran objetivo, para lo que cruzó el Atlántico a mediados de febrero, persiguiendo un sueño, el regreso al pelotón europeo. “Más allá del ciclismo, es una gran experiencia. No me arrepiento de la apuesta que he hecho. Estaré hasta el 5 de mayo, luego ya se verá”. La aventura continúa.